Víctor Zúniga, testimonio de guerra, secuestro y tortura

«Capturado por el Ejército el 8 de agosto de 1980. Las declaraciones surgieron en la reunión de la Comisión Política, con motivo de la elaboración de la Ley de Reconciliación”.

Por: Igor Iván Villalta Sorto*

Víctor era un joven de apenas 17 años, estudiante de artes del Centro Nacional de Artes (CENAR). En el momento de la captura de conducían junto con otros dos compañeros en un vehículo en donde fueron copados por tanquetas y vehículos militares. Los conducen al cuartel El Zapote, es desnudado, golpeado con las culatas de los fusiles en el estómago, le quiebran la nariz y los dientes.

Luego le colocan choques eléctricos, los torturadores fumaban puros y le quemaban con ellos diferentes partes del cuerpo. Lo amarraron a una tabla y fue sumergido en agua, hasta que los pulmones comienzan a llenarse de agua, lo que sigue a ese episodio es la asfixia. Posteriormente es colgado.

Entre las exigencias, deseaba que involucrara a más compañeros, como a una profesora, que también la tenían en la lista. Era una japonesa de nombre Kaori Siri. Uno de los capturados era hijo de un militar de alto rango, éste fue liberado rápidamente. La alimentación, una tortilla dura.

Ya los estragos de la tortura lo habían dejado sin poder caminar, de diferentes partes de su cuerpo manaba sangre. Intervienen para su liberación organismos defensores de los derechos humanos como Amnistía Internacional y otros organismos de la iglesia católica.

Posteriormente a su liberación, amigos le ofrecen refugio en sus casas. Porque no hay que ser ilusos en estos casos, el regresar a casa después de la captura por los cuerpos represivos era un beso de muerte y eso fue lo que le sucedió al hijo del militar. Tal vez confiando de su parentesco, siguió llevando una vida normal. Fue interceptado y ametrallado en su vehículo. Sobre este una bandera del Escuadrón de la Muerte, Mano Blanca. Tradicional escuadrón de la muerte de la oligarquía.

Luego inicia la aniquilación de muchos de sus compañeros y amigos, lo que le hace tomar la decisión de irse a los campamentos en el Volcán Guazapa, se incorpora a trabajos, pero luego es sacado del país para que reciba tratamientos médicos, que aún no han concluido. Acaba de ser operado de la columna y se encuentra en espera de otra operación en rodillas.

El testimonio de Víctor debe servirnos para que reflexionemos y saquemos conclusiones de lo que significa vivir en dictadura, muchos de los aplauden y abalan la instauración acelerada de una dictadura en nuestro país, deben pensar y reflexionar de sus actos.

Que grupos o individuos detenten el poder absoluto sólo conduce a abusos de poder por parte del estado. Así lo denunció Víctor al final de su alocución, calificando al estado como violador de los derechos humanos.

Por otro lado, debemos de reflexionar sobre lo que se le puede hacer a un joven con esperanzas e ilusiones. Conozco a Víctor y es un individuo amante del arte y la lectura, que su periplo por diversos países del mundo le dio la oportunidad de prepararse en diferentes áreas del conocimiento. Muchos dirán, vaya logro mucho. Sí, pero a qué precio.

Observamos día con día como el estado captura a jóvenes que, en muchos de los casos, el único delito es: ser joven, pobre y vivir en una zona de control de las pandillas. Si logran algún día salir del encarcelamiento ¿qué futuro les espera?

Este fin de semana, con mis hijos y amigos, todos roqueros metaleros, nos dirigimos a la cima del volcán de San Salvador, al lugar conocido como El Picacho. Tal vez ya estoy muy viejo para esos retos, al subir me dolía la cintura y luego al bajar los dedos de los pies, pero la pasamos muy bien.

Al terminar nuestro senderismo bajamos a la autopista y cruzaba una patrulla de la policía turística, y observé el cambio. Esta policía nos acompañaba en nuestros viajes de campo a lo largo y ancho del país cuando era docente universitario. Mi experiencia era muy buena. Individuos muy atentos y amables, dispuestos a colaborar en todo momento.

Ahora cuando nos vieron, sentados al borde del camino, redujeron la velocidad y nos observaron en tono amenazante. Preguntémonos, si este es el cambio que queremos y necesitamos. Vivir en una sociedad en donde prive el excesivo control sobre las personas y la desconfianza.

La semana recién pasada nos movilizamos, un grupo de excombatientes y veteranos del ejército a entregarle una carta al ministro de hacienda. Un joven acompañado por otro, trabajadores de telefonía, nos gritó: pandilleros, busquen trabajo. Yo me detuve y me dirigí a él en tono no muy amable también, los tipos se pusieron pálidos y no respondieron a mi reclamo. Uno de los promotores y dirigentes de la marcha era Víctor.

Todos estos hechos nos hacen pensar que la promoción del odio y el fanatismo en la sociedad sólo conduce a la violencia y a más odio, que después no se logra controlar y la recuperación de la pérdida del tejido social y la convivencia armónica entre las personas tarda décadas.

A Víctor le podrán haber quebrado el rostro, los dientes, las extremidades, pero no lograron quebrantarle el espíritu.

*Biólogo investigador

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