Uno de estos días el Sr. Ricardo Sosa publicó en Diario El Salvador una serie de mentiras sobre la ANSP. Independientemente de donde se haya graduado como experto en criminología y seguridad, este señor dice una serie de falsedades que más bien buscan congraciarse con las autoridades de seguridad.
Por: Mario Federico Cuellar
Cuando nace la ANSP hace 30 años encontró escombros físicos, unas instalaciones despedazadas por los soldados que otrora conformaran el batallón “Bracamonte”, por el contrario había un potencial profesional y educativo enorme con el ansia de echar a andar la nueva institucionalidad.
La primera falacia vertida por el Sr. Sosa es en cuanto a los ascensos dentro de la PNC, esos ascensos entrampados hasta 2009 por los gobiernos de Arena, fueron desenredados en el gobierno de Mauricio Funes, de esto pueden dar fe los oficiales de la primera y segunda promoción del nivel ejecutivo, quienes ahora son comisionados, en otras palabras, alcanzaron a los inalcanzables oficiales del nivel superior de las únicas tres promociones graduadas de una vez, sin ascensos, por la ANSP, lo mismo pasó con agentes, cabos, sargentos con título y sin título; sin embargo, es probable que se estén dando algunos ascensos actualmente, pero lo más seguro es que sean menos democráticos que la década anterior, hay favoritismo, partidarismo y compadrazgo, dado el perfil de cuartel que ha adquirido la Academia.
La segunda mentira es la “eficiencia y eficacia” en la formación, en este sentido los soldados que dirigen tanto la PNC como la ANSP, es decir, ambos directores a los que el Sr. Sosa se dirige zalameramente, no tienen la mínima idea de aspectos académicos y menos de educación, por lo que los criterios con los que han elegido a los elementos policiales dentro de la Academia podrían andar en eso, tener mentalidad de soldados porque la Academia se ha convertido en un cuartel, formando soldados vestidos de policías.
La tercer falsedad está dirigida al “respeto a los derechos humanos, la ley y la dignidad humana”, no entiendo cómo va a fomentarse tal respeto reduciendo la formación a 4 meses (hasta 2019 la formación era de un año, mínimo), con el agravante de eliminar las cátedras de Derechos Humanos y Ética, materias que hasta 2019 eran impartidas por especialistas en cursos cuya duración era de 80 horas clase (actualmente están reducidas a apartados, capítulos y unas cuantas horas).
El cuarto embuste se refiere a la “ideología política”; ideológicamente hablando quien no ha permitido el desarrollo institucional ni poblacional en general, ni el policial ni académico en particular es la derecha retrógrada, a la cual ha regresado el país; quienes han impedido el desarrollo del país en cualquier aspecto que se le vea es la burguesía y la oligarquía que apoyan el actual gobierno por el hecho de que sus intereses no se ven amenazados, de ahí, su apuntalamiento hacia la represión y a tener de la mano a la fuerza armada y policial.
La quinta farsa reseña la “excelencia académica”, la que es imposible de alcanzar sin un cuerpo docente civil universitariamente capacitado y experimentado, quienes han sido sustituidos por policías, y es absurdo hablar del tema eliminando materias humanísticas, y reduciendo la formación a unos cuantos meses y unas cuantas horas.
Los derechos humanos siempre fueron vilipendiados a nivel burocrático y mediático, considerados “un estorbo”, “un obstáculo”, “algo innecesario” para el trabajo policial, y como responsabilidad del Estado en general; esto es por ignorancia para la mayoría, y adrede por quienes gobiernan, dado que en la historia de la PNC los mismos policías han sido sujetos de severas violaciones a sus derechos, y en el inconsciente policial ha calado profundo la arbitrariedad, golpear, agredir y violentar los derechos de los detenidos y ciudadanos comunes; estas materias desaparecidas son una bendición para muchos policías que se imponen con matonería y fuerza, no así para los pensantes que aún quedan, que son muchos.
Los cuerpos de seguridad en El Salvador surgieron como corporaciones encargadas de ejercer represión y mantener bajo control a la población en contextos de conflictividad social, en una sociedad muy poco democrática. Su cometido no era civilista, por lo tanto, las estrategias preventivas del delito no fueron la acción esencial; a lo sumo, lo preventivo terminaba siendo un efecto de disuasión resultante del ejercicio de represión.
En esas condiciones, la formación policial no requería niveles superiores al entrenamiento militar, tampoco algún tipo de educación adicional. Bastaba con saber leer y escribir, cumplir órdenes y utilizar las armas de fuego.
Para formar al policía, la cantera era el cuartel; en donde los más avezados si llegaban analfabetos, dejaban de serlo, adquirían disciplina y espíritu de cuerpo. Al cumplir su tiempo de servicio, el cuerpo policial se convertía en una alternativa real de trabajo. Ciertamente el cuartel cumplía el papel de escuela; se entiende de esta manera que, toda institución educativa, de acuerdo a Antúnez (2004), desarrolla su proceso misional conforme a la tipología, características propias y a las respuestas organizativas que se construyen en ellas dentro del marco de acción institucional preestablecido. Por eso, este nivel de educación para formar policías, no podía ir más allá del cuartel.
Contrariamente a sus inicios, en la Academia actual no hay escombros físicos, se cuenta con una infraestructura aceptable después de 30 años de existencia, no obstante, hay escombros mentales, la planta docente especializada fue reducida forzando al retiro a profesionales capaces con excelentes atestados universitarios y varios años de experiencia, se ha llenado de policías con mentalidad de soldado, porque esa es la pretensión, regresar al pasado con policías-soldados portadores de obediencia ciega. Ha perdido totalmente el carácter civil que alguna vez tuvo, lo cual es un enorme retroceso puesto que el policía, idealmente, sirve a los ciudadanos, y los militares, llena está la historia de los destrozos humanos que han hecho en nuestra tradición.
Además, se ha destruido todo el esfuerzo encaminado hacia la consolidación del Instituto de Educación Superior, lo cual refleja que los militares dentro de la PNC siguen siendo fieles a su fuerza armada y enemigos del pensamiento crítico y analítico. El sueño de hacer una dependencia, un puesto policial o a lo mucho una delegación, se ha consolidado de hecho, solo falta que los diputados deroguen la Ley Orgánica de la ANSP, lo cual la hace autónoma e independiente administrativamente de la policía.