La historia nos habla de periódicas hambrunas que han azotado a la humanidad como producto de fenómenos naturales tales como las sequías, o aquellos característicamente humanas como lo son la guerra.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
Así, por ejemplo, a inicios del siglo 19 una pequeña edad de hielo azotó a Europa, provocando una terrible hambruna por la sequía que le siguió y que se sumó a la agitación que las guerras imperiales que entonces Francia e Inglaterra libraban, derivando en la pérdida de incontables vidas asociadas a dichos fenómenos.
En este punto, la historia nos ilustra como un vegetal del nuevo continente hasta entonces casi desconocido, la papa, salvó al viejo continente del desastre, siendo introducido a tiempo, librando así a la mayoría de las poblaciones del viejo mundo.
Sin embargo, aquel fenómeno si promovió la gran migración europea desde mediados del siglo 19 hasta la primera parte del siglo 20, de enormes contingentes de ciudadanos europeos, campesinos y artesanos principalmente, quienes, impulsados por el ánimo de construir mejores vidas en nuestros entonces promisorios territorios, abandonaron sus orígenes y se asentaron como nuevos ciudadanos en las Américas.
Este ejemplo patente en la historia describe con mucha crudeza y similitud lo que ahora mismo podemos apreciar entre los americanos que son desarraigados y orillados a la migración ilegal, tanto por razones políticas como laborales, y en el ánimo de resolver sus penurias personales.
Entre esos migrantes vemos a los desheredados de siempre, a quienes se les negó por exclusión y marginación, un espacio en su propia tierra siendo expulsados, decidiendo así que al no tener nada más que perder, es preferible la incertidumbre migratoria.
En el caso particular de nuestro país, debemos además considerar el hambre que ya reina entre nosotros, con hasta 48% de nuestra población careciendo de los recursos para suplirse alimentariamente, de acuerdo a la última encuesta de la UCA, el ministro de educación reconociendo públicamente en una entrevista que en el país no hay cereales, y al BM advirtiendo que precisamente por las malas políticas implementadas desde la administración en materia alimentaria, nuestro país “necesitará ayuda” al carecer de los recursos para suplir la creciente necesidad alimentaria de la población.
Ello porque desde finalizado el conflicto armado la apuesta financiera fueron los bienes y servicios, que arropara laboralmente a un minúsculo porcentaje poblacional, abandonando a su suerte a la histórica cultura agrícola que siempre nos caracterizó, lo que supuso desemplear en esos días, a alrededor del 80% de la población.
El colmo fue favorecer a intermediarios ante los agricultores, quedándose con las ganancias, encareciendo el producto agrícola y negando el acceso a tecnologías, insumos y recursos para continuar. Así, la apuesta alimentaria entonces ha girado en torno al comercio sin control, denegando así y por exclusión, a las mayorías acceso a los alimentos.
Ahora, golpeando la crisis del Cáucaso a nuestras puertas, sin reservas agrícolas y con un gobierno paralizado ausente de planes de trabajo, solo podemos aguardar la crisis que nos golpeará con el hambre amenazando a nuestra población.
*Educador salvadoreño