Por: Luis Arnoldo Colato Hernández (Educador).
Y, SI FINALMENTE COMO AFIRMA EL RÉGIMEN, SE DETIENE A TODOS LOS TERRORISTAS, SUS SECUACES Y ALIADOS, ¿PODREMOS FINALMENTE GOZAR DE LA PAZ SOCIAL DE LA QUE NOS PRIVARON?
No.
Fundamentalmente porque la violencia es consecuencia, no causa, por lo que para aspirar a superarla se debe atacar y suprimir sistemáticamente todas sus causales, para luego superarlas en sus diferentes formas mediante un plan sostenido y multidisciplinario que las aborde desde sus orígenes y sea coherente en el proceso orientado a su desactivación.
Ello supone reconocer que atacando a la violencia solamente con violencia puede en el mejor de los casos, apenas generar el efecto alfombra – ocultarla – como ahora sucede, y como antes pasara [ los abuelos refieren que durante el martinato nadie robaba, no había asesinatos, pero tal supuesto se cae al revisar los periódicos y los anales penales de la época, que develan crudamente la desbordante cantidad de delitos de sangre que se cometieron, la mayoría hasta ahora impunes], y que como ahora sucede se supedita a la narrativa del régimen, que impuso el supuesto de lograr la pacificación, tal cual nos dicen que se ha logrado ahora mismo.
Si para el caso, en éste preciso instante se desmontara el régimen de excepción, apenas en 3 meses padeceríamos la mutación en la que se transforman ahora mismo las estructuras terroristas, porque no se las ha atacado abordando sus causales, las cuales de hecho en el marco del régimen de excepción y por la arrogancia en la que ha degenerado el triunfalismo oficialista, se han profundizado.
La violencia social es consecuencia de una elemental negación estructural a la dignidad humana, impidiendo por ejemplo la movilidad social a la población en consecuencia con una institucionalidad anquilosada y obsolescente, que, además se han estructurado para conservar y perpetuar este esquema vicioso y brutal de inequidad, que termina por expulsar a la población – cerca de la mitad – para de nuevo expoliarla imponiéndole a quienes se fueron ser el sustento de la economía por intermedio de sus remesas.
Lo peor en esta ecuación es apreciar cómo desde el estado se agrava estas condiciones para asegurar los privilegios de las élites, constituidas por apenas el 1% de la población que además es la receptora del 70% del PIB, desprotegiendo con ese fin a la población orillandola a la migración ilegal.
Entonces sin algo tan elemental como la generación de fuentes de empleo, o la existencia de una institucionalidad fuerte, orientada a la generación de condiciones que favorezcan la dignidad humana, simplemente no habrá paz social, y la violencia seguirá agravándose, aunque no la veamos.
Incluso si no la queremos ver.
La fórmula es simple: desmontar el esquema de privilegios para las élites, transitando por ejemplo del modelo impositivo regresivo al progresivo, que tase los aportes del ciudadano al estado de acuerdo a sus ingresos y haberes reales, alcanzando salarios dignos que se actualicen anualmente de acuerdo al coste de vida, admitiendo para el ciudadano además de la satisfacción de sus fundamentales necesidades, solaz y educación continua, como la construcción de una institucionalidad fuerte garante de certeza y seguridad.
No será todo, pero sí el principio.