En el enjambre

Byung-Chul Han, filósofo alemán de origen surcoreano, publicó en el dos mil trece “En el enjambre”. La propuesta del libro es, que se ha formado una nueva masa: el enjambre digital. Éste consta de individuos aislados, carentes de alma, de un nosotros e incapaces de una acción común.

Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*

Todo ello impide un contrapoder que pudiera cuestionar el orden establecido, que adquiere rasgos totalitarios. Facebook y Google, trabajan como servicios secretos que vigilan, para extraer beneficios en internet y en las redes sociales. Argumenta que se ha dejado atrás la época biopolítica y nos dirigimos a la época de la psicopolítica digital. El psicopoder es más eficiente que el biopoder, ya que vigila, controla y mueve a los hombres desde dentro. Razona que somos programados por el mundo digital, sin que captemos el cambio radical de paradigma.

La decadencia de lo público y la creciente falta de respeto se condicionan recíprocamente. Hoy la intimidad es expuesta públicamente y lo privado se hace público. La comunicación digital deshace las distancias y la destrucción de las distancias espaciales, va de la mano con la erosión de las distancias mentales. La falta de distancia conduce, a que lo público y lo privado se mezclen. La comunicación digital fomenta la exposición de la intimidad y la esfera privada. Hoy no tenemos una esfera privada, pues no hay ninguna esfera donde yo no sea una imagen, donde no haya ninguna cámara. La comunicación digital anónima, es fomentada por el medio digital. Y el anonimato destruye masivamente el respeto. La shitstorm (linchamiento digital) es anónima. Esta es un fenómeno genuino de la comunicación digital. Ninguna jerarquía separa al emisor del receptor. Cada uno es emisor y receptor. Esa simetría es perjudicial al poder, la comunicación del poder va de arriba hacia abajo. Precisamente, en jerarquías allanadas, es posible atreverse con la shitstorm. El respeto, como medio de comunicación, ejerce un efecto semejante al poder. A una persona de respeto no la cubrimos con una shitstorm. Pero la decadencia de valores, erosiona la cultura de respeto. La shitstorm indica que vivimos en una sociedad sin respeto reciproco. El soberano es quien decide sobre el estado de excepción, opina Carl Schmitt. Después de la revolución digital, el soberano es el que dispone sobre las shitstorms de la red.

Las olas de indignación son muy eficaces para movilizar y aglutinar la atención. Pero, muestran escasa identificación con la comunidad y no constituyen ningún nosotros. La sociedad de la indignación es una sociedad del escándalo. Las olas de indignación, es un estado afectivo que no desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción. Para Gustave Le Bon, la modernidad es definida como la “época de las masas”. Considera que el “derecho divino de las masas” suplantara el del rey. Pero el enjambre digital, no es ninguna masa, porque no es inherente a un espíritu de masa. El homo digitalis es alguien anónimo, constituye una concentración sin congregación, una multitud sin interioridad, lo que lo caracteriza es la volatilidad. Lo que describe a la actual constitución social es más bien la soledad. Desaparece la solidaridad y la privatización se impone hasta en el alma.

Los medios digitales se distinguen de los medios de masas, no solo porque ofrecen ventanas para la visión pasiva, también, ofrecen puertas por las cuales llevamos afuera las informaciones producidas por nosotros mismos. El medio digital despoja la comunicación, de su carácter táctil y corporal. Evitamos el contacto con las personas reales. La comunicación digital carece de cuerpo y rostro, desmonta lo real y totaliza lo imaginario. El smartphone hace las veces de espejo digital, abre un estadio narcisista. El medio digital nos aleja cada vez más del otro. Los aparatos digitales hacen que las manos se atrofien. El nuevo hombre teclea en lugar de actuar.

En la época de las maquinas, el trabajo estaba delimitado frente al no trabajo, por la inmovilidad de las maquinas. El aparato digital hace móvil el trabajo mismo, cada uno lleva consigo el puesto de trabajo, ya no podemos escapar del trabajo. El orden terreno descansa en un fundamento fuerte. Su ley se llama “nomos”. El orden digital, despide definitivamente el nomos de la tierra. El medio digital es como aquel “mar” en el que no pueden “grabarse líneas firmes”. Hoy las cosas pierden cada vez más significación y se someten a las informaciones. La comunicación digital no solo asume forma de espectro, sino también de virus. Es infeccioso porque se produce en el plano emotivo o afectivo.

El cansancio de la información, es la enfermedad psíquica que se produce por un exceso de información. Los afectados se quejan de creciente parálisis de la capacidad analítica, perturbación de la atención, inquietud general e incapacidad de asumir responsabilidad. El exceso de información hace que se atrofie el pensamiento. El cansancio de la información incluye síntomas característicos de la depresión. Y esta es ante todo una enfermedad narcisista. El sujeto narcisista-depresivo percibe tan solo el eco de sí mismo.

Para Roland Barthes, la verdad de la fotografía implica estar unida al objeto real de referencia. La fotografía digital marca el final de lo real, no está contenida ninguna indicación del referente real. La crisis de la representación fotográfica, tiene su correspondencia en lo político. Los representantes políticos, ya no se perciben como peones del “pueblo”, sino, como peones del sistema que se ha hecho autorreferencial. Las masas que antes podían organizarse en partidos y asociaciones, se descomponen en enjambres de puras unidades individuales aisladas para sí, que no actúan políticamente.

En el panóptico digital, la sociedad de la transparencia se acerca a la sociedad de la vigilancia. Cada clic que hago, queda almacenado. Cada paso que doy puede rastrearse hacía atrás. Los habitantes del panóptico digital no son prisioneros, ellos viven en la ilusión de la libertad. La vigilancia y el control es parte inherente a la comunicación digital.

Según Foucault, el poder de muerte del soberano, deja paso al biopoder. Interviene en los procesos y leyes biológicas encauzando y dirigiendo a la población. El panóptico digital no es ninguna sociedad biopolítica disciplinaria, sino, una sociedad psicopolítica de la transparencia. La psicopolítica, con ayuda de la vigilancia digital, está en condiciones de leer pensamientos y de controlarlos. La psicopolítica digital se apodera de la conducta social de las masas. Ya que la sociedad de la vigilancia digital tiene acceso al inconsciente colectivo, es decir, al futuro comportamiento social de las masas. Desarrollando, por tanto, rasgos totalitarios.

*Psicólogo salvadoreño

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