Propuestas para superar ese falso dilema
Por: Miguel A. Saavedra
Es un falso dilema decir que la población tiene que elegir entre “seguridad o bienestar integral”. Ambas cosas son necesarias y compatibles.
La narrativa oficial, encabezada por el ejecutivo dice: “O invertimos todo el presupuesto en seguridad interna, fuerzas de seguridad y vigilancia o lo invertimos en programas sociales, educación y salud”.
Pero la historia replica: “Esa es una falsa dicotomía. Para tener una sociedad sana y próspera a largo plazo, necesitamos invertir de manera equilibrada en ambas cosas: seguridad básica pero también en programas sociales que mejoren el bienestar integral de la población. Ambos factores se refuerzan mutuamente “.
La analogía que plantea de manera simplista el gobierno de Bukele es: “seguridad vs bienestar”, como si fueran opciones mutuamente excluyentes.
Algunos argumentos que desmontan este “chantaje oficial” son:
1. La seguridad humana es multidimensional. No se trata solo de seguridad física o ausencia de violencia, sino que incluye seguridad económica, alimentaria, sanitaria, ambiental, comunitaria, política, etc. Sacrificar algunas dimensiones pone en riesgo la seguridad integral.
2. La seguridad física de poco sirve sin oportunidades económicas, acceso a salud, cohesión social, un ambiente sano, libertades políticas, etc. Todas las dimensiones de la seguridad humana están interrelacionadas.
3. Las políticas de “mano dura” focalizadas solo en seguridad física, a corto plazo, pueden ser contraproducentes si generan más pobreza, desigualdad, polarización social y degradación institucional a largo plazo.
4. Los derechos humanos, la democracia y el bienestar integral de la población no son obstáculos para la seguridad, sino habilitadores de la misma. Las sociedades más seguras y prósperas son aquellas con mayores derechos, democracia y desarrollo humano.
5. Los recursos de un Estado no son limitados solo a seguridad. Se pueden y deben invertir en salud, educación, protección social, empleo, infraestructura, etc. Esto genera más seguridad al proveer oportunidades y protección integral a la población.
6. La participación ciudadana es clave para definir políticas de seguridad humana. No debe ser un tema que se aborde de forma aislada e impuesta, sino construida de manera multidimensional con la población.
Por lo tanto, la seguridad y el bienestar de la población no son objetivos contradictorios. Ambos forman parte de la seguridad humana integral, por lo que no existe necesidad de “renunciar” a uno u otro. Lo que se requiere es un enfoque multidimensional para alcanzar ambos propósitos.
El ciudadano señala que en realidad se necesitan ambas cosas de manera equilibrada y entrelazada: seguridad básica que permita implementar programas sociales que a su vez apoyen la estabilidad y prevención a largo plazo.
Queremos seguridad, sí, pero para poder tener:
– Una sociedad próspera a largo plazo: La seguridad básica es necesaria para implementar programas sociales que reduzcan la pobreza, mejoren la educación y la salud, y generen oportunidades de empleo. Esto fomentará la cohesión social y la estabilidad a largo plazo.
– Gente feliz y satisfecha: Cuando la gente tiene lo necesario para vivir bien y desarrollarse, será menos propensa a comportarse de manera insegura o generar conflictos. La seguridad debe ir acompañada de bienestar socioeconómico.
– Desarrollo sostenible: Solo la combinación efectiva de seguridad y bienestar permitirá avanzar hacia una vida digna para todos, reduciendo la desigualdad y cuidando el medio ambiente, pilares del desarrollo sostenible.
– Equilibrio y justicia social: La inversión equilibrada en ambos aspectos -seguridad e inclusión social- es crucial para asegurar que todos los ciudadanos, no solo los privilegiados, puedan beneficiarse del progreso.
En resumen, la seguridad es importante pero incompleta por sí sola. Debe ir acompañada de bienestar integral para lograr sociedades verdaderamente prósperas, equitativas y sostenibles.
Reflexión:
“Un país verdaderamente seguro no se mide por la cantidad de gente armada en las calles, sino por la ausencia de factores que llevan al crimen y la violencia.
Hay que mantener la seguridad pública de la población sí; pero en lugar de gastar tanto en policías y prisiones, debemos invertir más en educación, desarrollo social e infraestructura para comunidades. Tenemos que trabajar para crear oportunidades y esperanza desde una edad temprana, para que los niños no sientan la necesidad de recurrir a medios ilegales para sobrevivir. Y hacer que las instituciones y las leyes funcionen efectiva y oportunamente pues para eso han sido creadas y son su razón de ser.
Se debe luchar por destinar fondos hacia programas que apoyen a las familias, brinden una educación de calidad para todos y creen más empleos dignos. En lugar de simplemente castigar el crimen después de que ocurre, deben enfocarse en prevenirlo, antes de que comience, a través de la colaboración, la rehabilitación y el fomento de valores positivos. Invertir en nuestra gente es la manera más inteligente y compasiva de crear una sociedad segura y justa.
Necesitamos construir los cimientos de una nueva sociedad donde la compasión, la dignidad y el respeto se enseñen desde una edad temprana. Solo entonces tendremos la oportunidad de dejar atrás la necesidad de nuevas prisiones.
Trabajar y consensuar un enfoque basado en la prevención y la educación en lugar de en el castigo y el control sea más acorde con tu visión. Y no seguir con el circulo vicioso de fracaso de las políticas públicas sin visión ni resultados en el tiempo.
Propuestas para romper el chantaje gubernamental:
La razón, orienta que gastar más dinero en control y vigilancia no resolverá los problemas fundamentales de seguridad y justicia. Necesitamos un enfoque más integral que aborde las causas profundas de la violencia y la desigualdad. Algunas soluciones podrían ser:
• Reforma fiscal justa – Aumentar los impuestos a los más ricos y a las corporaciones para generar fondos que se puedan invertir en programas sociales, vivienda y oportunidades laborales.
• Menos gastos militares, más gastos sociales – Redirigir el gasto excesivo en fuerzas armadas y seguridad hacia programas de bienestar, salud y educación
• Mayor transparencia y rendición de cuentas – Asegurarnos que los fondos públicos se gasten de manera efectiva y responsable, combatiendo la corrupción.
• Fortalecimiento de la comunidad – Apoyar iniciativas locales lideradas por la comunidad para abordar problemas de convivencia, desempleo, adicciones, etc.
• Reforma integral del sistema de justicia penal – Abordar el racismo sistémico, las disparidades en el encarcelamiento y el enfoque excesivo en el castigo.
Gastar más dinero en policías y vigilancia no resuelve nada de manera sostenible. Necesitamos un cambio profundo en nuestras prioridades, políticas y valores como sociedad. Solo redistribuyendo los recursos de manera más justa y empoderando a las comunidades para que sean ellas quienes encuentren soluciones basadas en la dignidad humana, tendremos una verdadera esperanza de progreso.