El mundo actual está girando motivado por una terrorífica premisa: el que no tiene, no es.
Por: Claudia Viveros Lorenzo
Escalofriante. Las redes sociales han detonado la asquerosa conducta que la mayoría lleva a cabo: mostrar el último viaje, la nueva casa, el carro nuevo, el festín comido. Que todos vean lo tan bien que se vive, disfruta y se tiene, porque si no se muestra casi casi no existe. La sociedad actual obliga a producir sin parar y si no nos adecuamos, perdemos perspectiva, salimos del molde, estamos fuera. Pero es ese concepto de productividad precisamente el que nos pierde, yo me detendría a preguntar ¿qué se tiene realmente?
Ahí es donde urge entender que la verdadera productividad y lo que realmente es valioso tener no es tangible. Se trata de ser y no de tener.
Tener es bastante banal, inconstante, líquido. Se escurre, se esfuma. Nuestra historia, lo que pensamos, lo que transformamos, lo que motivamos, creamos y sembramos en otros y para otros es lo que realmente nos enaltece. El tener esta pegadito a los conceptos de poder y de prestigio, que también recurrentemente son más entendidos, pues con tristeza hay que reconocer que se aplaude más al malo que al bueno, al que si carece de ambición material se le tacha de tonto.
Pero no, la mayoría se deja llevar por posiciones simplistas, y por favor no me mal entienda, ya sé que no es simple “obtener” cuesta, y cuesta demasiado, tiempo y sacrificio, lo tengo claro, pero al final de cuentas, cuando se tiene la consciencia del ser y se logra desarrollar a plenitud, creo que se obtienen recompensas invaluables, sin confundir la individualidad con el egocentrismo, claro está. Desde la orientación del ser, el coche nuevo, la casa en la mejor zona de la ciudad, la ropa cara y los atributos físicos ya no nos definen, se es mucho más que eso. A cuantos conocemos que viven a través de otro, llámese hijo, esposo, o incluso, estrella del entretenimiento, sin detenerse a trabajar en sí mismo, sin atreverse a lograr sus propios sueños, a ser fieles a sus convicciones, idiosincrasia a su propia forma de pensar. Erich Fromm, reconocido autor, a través de Chomsky, señala que hemos estado confundidos por lo menos los últimos 200 años, y hemos creado la tendencia a enfatizarnos en el tener, alimentando la conducta por la necesidad de consumo. Arrancando desde la revolución industrial, hasta nuestros días, las instituciones y el estado, nos han motivado a montarnos en un tren bala sin meta alguna, en el que vemos la vida pasar tan rápido, que sin sentirlo se nos va de las manos.
El ser debe ser entendido como proceso, más que como sustancia, y en ese proceso, disfrutar la travesía de construcción y crecimiento. Hay que preguntarse más frecuentemente quienes somos, qué no hace felices, qué nos engrandece como personas, a quiénes ayudamos diariamente, en resumen, qué es lo que realmente nos queda al final del día, cuando cerramos los ojos y recordamos la vida.