Un sindicalismo por la lucha contra el empobrecimiento acelerado de la clase trabajadora

Ejercer sindicalismo en el país no ha sido fácil, ni ayer, ni hoy; las razones es que mucho de la representatividad de los diferentes grupos laborales va perdiendo fuerza y sobre todo organización. El reto de que seguimos bajo una economía de subsistencia, complica y hace más cuesta arriba la tarea de organizar a los grupos laborales en sindicato.

Por: Róger Hernán Gutiérrez*

Después de la guerra civil, la situación organizativa no logró reforzar sus líneas de trabajo, por cuanto se presentaron dificultades en el liderazgo dentro de la organización líder la UNTS, la redefinición de la misma determinó luchas internas por el poder de conducción, el desgaste estaba condicionado en tanto los líderes hasta el momento de los acuerdos de paz—vinculados a las 5 fuerzas, se dieron a la tarea de incorporarse a la acción político-partidaria; y rompieron con el eje de dirección político-laboral.

El Foro no dio para más, y se estancó el proyecto político del FMLN (1993), la nueva fase político-partidaria de la izquierda revolucionaria, denotaba otras condiciones de lucha que algunos grupos asimilaron, haciéndose alcaldes y/o diputados, otros se retiraron ligados al capital que necesitaba de una reorganización e iba tomando otro cariz en cuanto a la dominación económica y social, como el uso patrimonialista del aparato del Estado. Esta fase de transición implicó para los grupos sociales y laborales integrantes de la UNTS, redefiniciones, una resiliencia organizativa y mayores niveles de identidad hacia los sectores populares y empobrecidos históricamente.

El nuevo proyecto de la UNTS en condiciones ya no de guerra, implicaba otro tipo de visiones, liderazgo e identidad; pero el dogmatismo, y la verticalización de la línea política empezó a resquebrajarse, la opinión era que ya no era lo mismo y había que buscar cada grupo su propia línea política. El FMLN partidario fue consumido en la tarea política partidaria, arrastrando los niveles mínimos de la organización sindical que iba construyéndose en ese nuevo marco de condiciones políticas, económicas y sociales en el país. Los que representaron la línea política de las 5 fuerzas integrantes en la UNTS, dependiendo de la fuerza político social con que quedó, así fue instruyendo a sus representantes en esa instancia—ello obligó a impulsar los relevos, pero ya no en condiciones de mantener la alianza política que prevaleció durante los 12 años de guerra (1980-1992).

Esa acefalía en la UNTS, debilitó su trabajo acumulado, luchas en el plano legal por la infraestructura acabó por anular los mínimos esfuerzos de reconstrucción organizativa y por un nuevo rol en una etapa diferente del país. Pasamos a convertirnos      en administradores de lo acumulado y se empezaron a debilitar sus organizaciones COACES (cooperativistas) buscó sus propios esfuerzos; sectores agrarios (ADC) también buscaron su propia identidad; los sindicatos en la CST y el CCTEM, intentaron integrarse y reactivarse en la CUTS, que se perfilaba como dueña de la infraestructura. Los centros del debate el 229, el 1316 fueron transformándose en otra lógica del poder socio-político acumulado. Las derrotas electorales (1994-2009) por el poder del Estado, sumó como factor la desagregación de un trabajo en la lucha por condiciones de bienestar económico-sociales para el pueblo.

Esa fase de 20 años en condiciones económicas adversas por el modelo económico impuesto por ARENA, garantizó que los grupos sindicales venales y, aquellos asalariados sin mayores compromisos con la sociedad, surgieran con mayores ímpetus integrándose a los grupos empresariales y, a los procesos de privatización en los servicios municipales,  financieros y bancarios, las comunicaciones, la salud y previsión social, la distribución de la energía eléctrica; los servicios aeroportuarios y las zonas de exportación. El trabajo de OIT en el FCES, no garantizó el aprendizaje para enfrentar una nueva sociedad con todas sus adversidades. Se forzó a la aceptación de la constitucionalidad y el rescate del estado de derecho desfasado de 1983, y las reformas constitucionales no determinaron cambios y reformas en la materia económica.

Eso implicó hasta hoy una lucha individualista por la subsistencia, las necesidades básicas (salarios, trabajo, educación, salud, vivienda, transporte, recreación, alimentación y otras) de mucha de la población que trabaja en los diferentes sectores dentro de la sociedad salvadoreña, se encuentran si ser satisfechas a cabalidad y continuamos en luchas económicas en las élites de grupos empresariales que se ven favorecidos del modelo económico imperante—sean estos oligárquicos y/o emergentes.

Resultado, el sostenimiento de una cultura en los diferentes grupos laborales: bastante individualizada, nada solidaria, de subsistencia económica y con enfoques poco valientes para enfrentar el poder de dominación; en consecuencia, la desorganización priva, no hay mucha representación fuerte y competente, además los liderazgos son desfasados y poco creíbles en su labor. Así el empobrecimiento campea minando los últimos reductos de fuerza política, social e intelectual competente para entender la nueva realidad.

*Sindicalista salvadoreño

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