Construyendo la paz. Francisco en la crisis ucraniana

La cuestión ucraniana tiene distintas aristas, en algunos momentos se dimensiona como una crisis europea y en otros, toma una dimensión planetaria. Para quienes entienden que la política está eminentemente relacionada con la economía, tampoco pueden obviar que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Por: Elio Masferrer Kan*

La pregunta es ¿qué hacen los religiosos en el contexto de la guerra? no podemos olvidar que no existe una división tajante, como algunos pretenden, entre la religión y la política. Más aún, las religiones en Europa adquieren carácter de religión de estado, y en el caso de las naciones europeas sin estado, en muchos casos expresan las reivindicaciones nacionalistas de sus feligreses. Este sirve para explicarnos por que el Cardenal Zuppi, presidente de la poderosa Conferencia del Episcopado Italiano viajó a Washington para entrevistarse con el presidente Biden el 18 de julio.

Recordemos que durante la II Guerra Mundial y la Guerra civil española, la iglesia católica se alineó con uno de los bandos beligerantes y en el caso ucraniano los nacionalistas antisoviéticos se unieron al nacional socialismo alemán participando como fuerzas auxiliares de los ejércitos de Hitler. Esto implicó que terminada la guerra sacerdotes y obispos grecocatólicos ucranianos, la rama oriental más numerosa del catolicismo fueran fusilados o deportados a Siberia. En Polonia Juan Pablo II, el antiguo arzobispo de Cracovia, participó activamente respaldando a al sindicato Solidaridad, contribuyendo al desmantelamiento de la Unión Soviética.

Con esos antecedentes Francisco tiene que convencer a Rusia y a China, que los tiempos han cambiado y que la Santa Sede se preocupa más por el bienestar de sus feligreses y que ya no es un aliado de los occidentales, simultáneamente debe aclararle a las potencias occidentales que tampoco es un instrumento de ellos, ni que coopera con sus enemigos. En esta difícil tarea de construir una “tercera posición”, es que el Vaticano trata de colocarse como mediador para lograr la paz, o al menos un “cese el fuego”, que implique la terminación de la matanza y sus efectos colaterales como es el hambre en muchos países pobres.

Los “aliados” de Francisco son la crisis económica producida por el alza de los energéticos, de los cereales y la inflación a nivel mundial y particularmente en Europa, la paz implicaría un alivio para las poblaciones empobrecidas por la inflación. De vuelta, las potencias mundiales se lanzan a conquistar mercados. Putin promete regalar cereales a los países pobres de África y se alía con las potencias petroleras de la OPEP para que sea el Primer Mundo quien pague la guerra, por su parte el Complejo industrial militar de Estados Unidos está haciendo excelentes negocios y las derechas europeas ganan terreno ante la incapacidad de los gobiernos de asegurar el bienestar de sus ciudadanos afectados por la inflación. No podemos olvidar las excelentes relaciones que tuvieron con Putin exponentes de la extrema derecha como el difunto premier Berlusconi o los coqueteos del presidente Trump.

La preocupación de Francisco no es el Norte, sabe que en Europa las iglesias cristianas tradicionales están en crisis y es consciente que el clero europeo no apoya sus políticas eclesiásticas. El papa le apuesta a fortalecerse en el Sur, crecer en África, afirmarse en los países asiáticos, recuperar espacios en América Latina, ganar posiciones en los antiguos países del socialismo real, consolidando su presencia en China y Vietnam. Como un obispo que viene del “fin del mundo”, sabe que las simpatías hacia los imperios son escasas. No le creen a los Estados Unidos, ven la rapacidad europea y sospechan de los rusos. El Sur tiene otros problemas, hambre, corrupción, abusos de los poderosos y el saqueo de las antiguas potencias coloniales.

Si Francisco logra formular los parámetros para la paz en Ucrania se afirmará como estadista mundial, disminuirá la crisis desatada por la guerra y tendrá más posibilidades de impulsar su proyecto político-religioso, dejando “fuera de juego” a los episcopados europeos y norteamericanos quienes apuestan a la guerra para presentarse con una imagen “patriota” frente a sus feligreses; sin preocupaciones frente al resto de los pueblos y bastante omisos en la crisis migratoria, pues en su lógica egoísta, no es su asunto, la mayoría de los que llegan a Europa no son católicos.

La paz tardará en llegar, Francisco se consolida por su lucha profética en favor de la paz.

*Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH INAH.

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