Gideon Rachman, periodista británico, escribe “La Era de los Líderes Autoritarios: cómo el culto al líder amenaza las democracia en todo el mundo” en el dos mil veintidós. Desde el comienzo del milenio, diferentes líderes autoritarios han llegado a dominar la política mundial.
Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*
Estos fomentan el culto a la personalidad. Son nacionalistas, conservadores y con poca tolerancia a las minorías, a la disidencia o a intereses extranjeros. Estos dicen defender a la gente común contra las élites globalistas. En el extranjero, se presentan como la encarnación de sus naciones.
Las dos superpotencias emergentes del siglo veintiuno, China e India, son presas de la política del hombre fuerte. Xi Jinping y Narendra Modi, presentan un estilo de liderazgo personalizado caracterizado por un nacionalismo, una retórica de fuerza y una feroz hostilidad al liberalismo. Rusia y Turquía son gobernados por líderes fuertes. Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan, llevan más de dos décadas en el poder.
El estilo de hombre fuerte ha entrado en la Unión Europea por medio del húngaro Viktor Orbán y el polaco Jaroslaw Kaczynski. El británico Boris Johnson ha coqueteado con este estilo de política. Los dos países más grandes de Latinoamérica, Brasil, liderado por Jair Bolsonaro y México, por Andrés Manuel López Obrador, encajan el perfil de hombre fuerte: fomentan el culto a la personalidad y desprecian las instituciones estatales.
Con el ascenso de líderes autoritarios en todo el mundo, nos hallamos en medio del ataque más prolongado que ha sufrido los valores democráticos liberales, desde la década de mil novecientos treinta. Desde que termino la Guerra Fría, en el dos mil cinco, el número de países en los que la libertad se ha visto reducida cada año es más grande que, aquellos que experimentan un aumento de las libertades políticas y civiles.
El estilo político de hombre fuerte, antepone los instintos del líder a la ley y a las instituciones. Putin tomo el poder en los albores del siglo veintiuno y Recep Tayyip Erdogan, tres años después. Pero el momento en que la era de los líderes autoritarios se afianza se sitúa, en el dos mil doce, año en el que Xi Jinping sube al poder en China. En el dos mil quince, Viktor Orbán, primer ministro húngaro, se convierte en héroe de la derecha populista, al liderar la campaña para frenar la llegada de refugiados y migrantes de medio oriente. Ese mismo año, el partido populista de derecha, Ley y Justicia, encabezado por Jaroslaw Kaczynski, gana las elecciones presidenciales y parlamentarias de Polonia. Boris Johnson, aprovecho el miedo a la inmigración musulmana para el referendo británico del Brexit. En el dos mil diecisiete, el príncipe saudí, Mohamed Bin Salman, relacionado con el asesinato y descuartizamiento del periodista saudí Yamal Khashoggi, se convierte en el líder de facto de Arabia Saudita. Abiy Ahmed Alí, primer ministro de Etiopia, de reformador liberal se convierte en autócrata. Desde su ascenso al poder, el líder indio, Narendra Modi, se ha caracterizado por una actitud displicente hacía los derechos civiles.
Los líderes fuertes forman parte de un continuo. En un extremo están autócratas indiscutidos como Xi Jinping y Mohamed Bin Salman. En medio estarían Putin y Erdogan, ya que están sometidos a ciertas restricciones democráticas. Finalmente, están los políticos que viven en democracia, pero, muestran desprecio por las normas democráticas como Donald Trump, Orbán, Modi y Bolsonaro. Las características comunes de estos son la creación de un culto a la personalidad, desprecio por el Estado de Derecho, afirmación que representan al pueblo contra las élites y una política impulsada por el miedo y el nacionalismo.
Los líderes fuertes quieren que se les considere indispensables. Su objetivo es convencer a la gente que, solo ellos pueden salvar a la nación. El fenómeno del hombre fuerte, está muy vinculado al populismo. Este es un estilo político que, desdeña a las élites y a los expertos y venera la sabiduría y los instintos del hombre normal. El populismo está relacionado con un estilo de argumentación política conocido como “simplismo” que plantea que, existen soluciones sencillas a problemas complejos. Cuando el hombre fuerte se topa con dificultades, promete superar las barreras legales, para que se obedezca la voluntad del pueblo. El apoyo a las políticas populistas y a liderazgos de hombre fuertes, se explica, por la falta de educación formal o incluso por insensatez.
El último elemento del estilo político del hombre fuerte es, el nacionalismo nostálgico. Los nuevos autoritarios, son líderes nostálgicos y retrógrados. Tras la caída del muro de Berlín, en mil novecientos ochenta y nueve, la democracia liberal parecía ir en ascenso, tanto en el plano económico como político. La crisis financiera de dos mil ocho, socavo las suposiciones económicas que respaldan el consenso liberal. Los líderes fuertes se rebelaron contra el consenso liberal que reino a partir de mil novecientos ochenta y nueve.
Los líderes fuertes se afianzan cuando los agravios económicos se relacionan con temores generalizados como la inmigración, la criminalidad y el declive nacional. Estos están en sintonía con su época, ya que son usuarios avezados de las redes sociales. Vladimir Putin es el arquetipo y el modelo para la actual generación de líderes fuertes. Al principio, juzgo conveniente emplear la retórica de la democracia liberal y, no tardo en revelarse como un tipo duro con vertiente autoritaria.
A la vez, occidente tardo en darse cuenta de lo fuerte que eran las tendencias antidemocráticas de Erdogan, quien se ha declarado un antagonista de occidente y detractor del liberalismo. Y desde que subió al poder, Xi Jinping se propuso consolidar el poder a su alrededor, creo un culto a la personalidad y reafirmo el control del partido comunista. Rachman estudió también, a Rodrigo Duterte (Filipinas) y a Benjamín Netanyahu (Israel). El libro concluye en la administración de Joseph Biden y sus esfuerzos por encabezar las democracias occidentales en su disputa contra el autoritarismo global.
*Psicólogo salvadoreño