¿Por qué su consumo cotidiano es peligroso para la salud?
El hábito de tomar bebidas isotónicas y energéticas de manera regular, implica riesgos para la salud cardiovascular, neurológica y renal. Médicos y nutricionistas consultados por Sputnik Mundo lamentan además el extendido uso lúdico de mezclar con alcohol las energizantes, también utilizadas en épocas de estudio por los jóvenes.
La popularización del consumo de bebidas isotónicas, de venta en casi cualquier comercio, va más allá de su principal indicación, que es ayudar a la hidratación del organismo y reposición de sales debido a situaciones de esfuerzo físico o deportivo.
Otro tanto sucede con los refrescos energéticos, cuya demanda se asocia tanto a usos recreativos como de esfuerzo intelectual.
No todo el mundo gusta de ingerir agua como principal líquido –es insípida– cuando hay opciones sin alcohol ni gas más gratificantes para el paladar. Pero el hábito de sustituir el agua como fuente principal de hidratación antes, durante o después de las comidas, entraña riesgos y puede acarrear problemas. Los peligros a largo plazo pueden desencadenarse a nivel cardiovascular, neurológico, digestivo e incluso bucodental. ¿Por qué? Porque la composición de estas bebidas es muy diferente a la del agua, que es inocua.
Las bebidas isotónicas están indicadas para deportistas profesionales y son ricas en un tipo de sales, los electrolitos, que reponen los que el organismo pueda perder producto de una fuerte sudoración durante la ejecución de un gran esfuerzo físico, y ayudan a la recuperación del tono muscular. También están indicadas para reponer líquidos tras problemas digestivos como los vómitos.
«Dado su parecido (en cuanto a la concentración de sales y otras moléculas) a los líquidos de nuestro cuerpo, son más fácilmente absorbibles por el intestino, lo que favorece el proceso de hidratación corporal», explica a Sputnik el dietista-nutricionista Àlex Pérez, del Centro de Atención Primaria (CAP) Vallcarca-St Gervasi de Barcelona, que indica los dos aspectos clave de estas bebidas:
«Al tener sodio, reponen las pérdidas por sudoración de este ión, y al tener glucosa y otros azúcares, suministran eneregía para mantener el rendimiento deportivo o reponernos del esfuerzo».
Por su parte, las bebidas energéticas suelen ser refrescos carbonatados con altas dosis de azúcar y estimulantes como la cafeína, el guaraná o el ginseng. En principio potencian la atención y el rendimiento físico. Su consumo es recurrente entre los adolescentes y muchos adultos jovenes, que las consumen para mantenerse despiertos en épocas de estudio e incluso para salir de fiesta y combinarlas con bebidas alcohólicas.
«Pero su abuso puede ocasionar problemas estomacales o intestinales, ansiedad e incluso problemas cardíacos», recuerda Àlex Pérez, que admite que el uso de la cafeína está «muy extendido» durante las sesiones de estudio para mantener activo el intelecto.
«Se han vendido como una alternativa a las colas en su uso como bebidas refrescantes y estimulantes, rodeadas de un aura de contracultura, libertad y juventud. Puro marketing», zanja este dietista-nutricionista.
Los riesgos de las bebidas isotónicas
«El fin de las bebidas isotónicas es el equilibrio, tener la misma tonicidad respecto al plasma», explica a Sputnik, G. S. Zaragoza, médico internista del servicio de salud pública de la Comunidad Valenciana. Se refiere a que estas bebidas presentan igual concentración de azúcar y sales minerales que la sangre. «Por eso se absorben rápidamente en situaciones de gran esfuerzo físico», añade.
«Pero si sudas mucho y sólo bebes agua, puedes llevar al cuerpo a una hiponatremia, que puede ser incluso mortal. Esa es la justificación de reponer líquidos con algo de sodio: evitar la hiponatremia en deportes extenuantes. Pero esto no sucede saliendo 30 minutos a hacer footing», advierte.
No obstante, fuera de sus indicaciones, el consumo continuado de bebidas isotónicas supone aportar al cuerpo una serie de substancias superfluas. Es decir, el cuerpo se sobrecarga de ellas. Parte de su excedente se evacúa de modo natural, pero otra no, lo cual afecta al metabolismo. Así ocurre con algunas sales como el sodio.
En justo equilibrio con el potasio, el sodio mantiene los niveles de hidratación correctos y ayuda en el control de la tensión arterial. «Pero su exceso causa hipertensión, uno de los factores pilares de las enfermedades cardiovasulares», explica G.S. Zaragoza. Tales percances incluyen el infarto y la apoplejía. Y el sistema renal también puede verse afectado, al sufrir un estrés conocido como hipernatremia. Como resultado de ello, pueden sufrirse mareos y diarreas.
«Si ya de por sí la gente toma más sal de la que debería con las comidas, pues imagínate lo que pasa si comen con un refresco isotónico en vez de agua», señala este facultativo valenciano, que recuerda de paso el concepto de «sal oculta o encubierta», en referencia a alimentos que contienen un exceso de sal (al rebasarse los 1,25 g por cada 100 g de alimento, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición). Así sucede con los productos ultraprocesados, los embutidos, las legumbres envasadas e incluso el pan.
El riesgo de azúcares y vitaminas
Por otra parte, la abundancia de azúcares libres hace que el consumo habitual de bebidas isotónicas en personas de estilo de vida sedentario las haga más propensas a desarrollar una diabetes de tipo 2. Además, la interacción de estos azúcares con el bajo índice de alcalinidad (pH) del líquido, lo convierte en un elemento agresivo para el esmalte dental y la salud periodontal.
Las vitaminas también figuran entre sus ingredientes, como la C y las del grupo B. Dentro de este último, la B6 o piridoxina suele ser muy común, dado que juega un papel importante a la hora de metabolizar carbohidratos, grasas y proteínas. Pero la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) redujo recientemente la cantidad diaria recomendada, pues dosis mayores de 50 mg diarios pueden implicar neuropatía periférica y generar problemas sensitivos y motores. También, hay sospechas de que la suplementación con vitamina B6 con dosis de 35 a 40 mg/día se asocia a un mayor riesgo de fractura de cadera.
«Las vitaminas del grupo B que suelen contener estas bebidas pueden ser una pequeña ayuda para que el metabolismo energético sea más eficaz, aunque no está claro que las absorbamos y que actúen tan rápido como nos gustaría», afirma Àlex Pérez, más partidario de proveer al cuerpo con estas substancias de modo más natural antes de realizar el esfuerzo físico.
Los riesgos de las bebidas energéticas
Una lata de 250 ml de bebida energética típica puede contener unos 80 mg de cafeína, más o menos como el té o el café. Pero aparte de cafeína, también se añaden taurina (un aminoácido), extracto de guaraná (una planta cuyas semillas tienen aún más cafeína que las de café y, por tanto, incrementan su contenido) y L-carnitina, un compuesto endógeno que mejora el rendimiento físico.
Algunas marcas comercian latas de 330 y 500 ml. En consecuencia, el contenido de cafeína se dobla, con lo que su ingestión puede llevar a un adulto a la sobrexcitación. Y también llevan muchísimo azúcar. Las latas de 250 ml contienen unos 27 gramos y las de 500 ml hasta 60 (11 o 12 g por cada 100 ml). «Y con los jugos de frutas pasa igual, son bombas de azúcar y apenas llevan jugo. Los riesgos están constatados desde hace años. El peligro es el azúcar libre», asegura G.S. Zaragoza.
«Te da un subidón de glucemia y luego un pico de insulina», apunta una compañera internista, de guardia con él en la UCI y atenta a la conversación, que recuerda el riesgo de «problemas neurológicos y arritmias». A su juicio, las bebidas energéticas «deberían estar proscritas«.
Semejante cantidad de glucosa puede aumentar las alteraciones cardiovasculares que provoca la cafeína, que en altas dosis produce trastornos del sueño. Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN), el consumo de más de 60 mg de cafeína en adolescentes de 11 a 17 años ya desencadena estas alteraciones. Como resultado, se incrementa el riesgo de obesidad y de generar resistencia a la insulina, el primer paso hacia una diabetes.
De acuerdo con un estudio de 2015 liderado por el investigador español Fabián Sanchís-Gomar y publicado por el Canadian Journal of Cardiology, incluso hay una relación entre el consumo de bebidas energéticas y el incremento de casos de muerte súbita entre adolescentes. Y en 2019, una investigación editada en el Journal of the American Heart Association constató los efectos nocivos para la actividad eléctrica del corazón (era anormal) y la presión sanguínea (aumentaba) tras una ingesta una hora antes de 475 ml de bebida energética.
El uso para concentrar el intelecto
Según datos del Ministerio de Sanidad de España recogidos mediante la última encuesta ESTUDES (de 2021) sobre uso de drogas entre adolescentes de 14 a 18 años de edad, el 45% de ellos toma bebidas energéticas habitualmente. Y más ellos (un 50,7%) que ellas (39%). A nivel europeo, el consumo es incluso más amplio.
En 2013, un estudio de la EFSA ya reveló que el grupo poblacional más proclive a su uso es el de 10 a 18 años de edad, con un 68%. En comparación, sólo el 30% de los adultos entre 18 y 65 años admitían ser consumidores de bebidas energéticas.
El consumo entre jóvenes, para sus jornadas de estudio, parece también extendido. Como si de un ciclo generacional se tratara, en los años 50 y 60 los estudiantes españoles acudían a las centraminas (compuestas por sulfato de anfetamina). En los 80 y 90, al Katovit, un fármaco en forma de grageas que se vendía sin receta en las farmacias de España y que contenía clorhidrato de prolintano (derivado de la dexanfetamina), finalmente prohibido en 2001 por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Provocaba insomnio y taquicardia. Las bebidas energéticas parecen haber tomado el relevo del Katovit.
«El propio sentido común indica que no es bueno que un adolescente se tome para estudiar una bebida energética de casi 500 ml con cafeína, taurina, guaraná (que aún es más potente que la cafeína) y un montón de azúcar», resume G.S. Zaragoza, que alerta de los efectos en el sistema nervioso central, aunque entiende que muchos jóvenes intenten potenciar la atención. «Porque la atención es el primer paso para el aprendizaje; si no pones atención, no aprendes».
«Pero todo lo que sube, baja. Y luego hay un desgaste por la exaltación de los neurotransmisores, sigue una cierta depresión y finalmente un bajón. Así que, para estudiar, no creo que las bebidas energéticas sean una buena opción», argumenta G.S. Zaragoza.
«En mi consulta he visto bastantes personas, estudiantes, con problemas intestinales serios derivados del abuso de las bebidas estimulantes», añade Àlex Pérez, que asegura que, «para espabilarse», es preferible tomar un trago de un refresco de cola una vez haya perdido el gas. «Es muy triste ver a muchachos que antes de entrar en el instituto, sin antes haber desayunado en casa, pasan por la tienda a comprarse un «monster» o similar para espabilarse y algo de bollería industrial para llenar sus vacíos estómagos», lamenta.
La mezcla con el alcohol
Pero su uso más peligroso es su ingesta mezclada con alcohol. En España, el 16% de los estudiantes de enseñanzas secundarias (14-18 años) reconoce haber consumido esta mezcla al menos una vez en los 30 días anteriores, porcentaje que se eleva al 20% entre los de 18 años (22,7% los chicos, 18,4% las chicas).
«La gente joven lo toma también después de ingerir alcohol, para espabilarse. Les quita la sensación de embriaguez y pueden seguir bebiendo», explica G. S. Zaragoza, que subraya el riesgo asociado a esta práctica: «La consecuencia es que hay veces en que entran en coma etílico». «Se ha extendido la idea de que, en su uso lúdico, combinadas o solas, ayudarán a minimizar los efectos del alcohol», añade À. Pérez.
«Y esa percepción, la de estar más despierto también a la hora de sentarse al volante de un vehículo, cuando los niveles de alcohol siguen en sangre, es peligrosísima. Sería interesante saber el porcentaje de riesgo de accidente en el grupo de gente que ha combinado alcohol con bebidas energéticas, frente al grupo que ha tomado sólo alcohol», concluye G. S. Zaragoza.
Fuente: Sputnik