Una aproximación al valor de las encuestas

El propósito de las encuestas es realizar una radiografía de opinión, recolectada entre un porcentaje representativo de la población, de un momento, situación o producto en particular.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

Su interpretación será suscrita a la participación de técnicos cuya tarea es realizar una lectura objetiva y crítica de los resultados.

Su publicación en cambio, puede ser una filtración de tipo político, con los vicios que ello supone, y respondiendo a los intereses de quienes la adelantan.

Tomemos para ilustrar un ejemplo: la encuesta FundaUngo previa a la elección presidencial de 2019, desnudó las preocupaciones e intereses de la población, destacando que para el 58,2% de esta era la inseguridad el principal problema, como que el 75% de la población rechazó entonces el que los partidos tradicionales volvieran a gobernar.

Por otro lado, las mismas encuestas evidencian como para 8 de cada 10 ciudadanos, la falta de empleos era un grave problema.

La misma relación supone a la política como un ejercicio indeseable, y a sus participantes como meros parásitos.

El quid de estas encuestas es que ninguna descubre la causal originaria de estos males.

La desigualdad, la marginación y la exclusión son las causales estructurales originarias, que provocan las diversas problemáticas que descubre la población, que promueven periódicas revueltas sociales e imponen de manera permanente a la violencia social, con sus crímenes y virulencia.

La violencia social como la falta de empleos, tienen esas causales, por lo que en tales términos las encuestas no descubrieron nada, pero constituyen un insumo valioso para su confirmación sociológica en términos político académicos.

Ahora y por la implementación del régimen de excepción, las cosas han cambiado privilegiando otros desafíos.

Así y para el caso, la aseveración de que hasta el 98% de la población respalda al actual gobierno nunca fue cierta, pues es un mito construido a partir de las elecciones que le dieran al actual ejecutivo, el gobierno, que fuera el proceso electivo menos votado de los últimos 30 años, con apenas un 51,8% de asistencia de acuerdo al TSE, de los cuales el 53% voto por el actual gobierno, la mayoría sí, pero no el porcentaje que siempre aseguró.

Por otro lado, la última encuesta de la UFG el pasado 20 del corriente, ubica la aceptación de la población por el oficialismo en apenas 6,6% de la población, mientras el 44% brinda una respuesta neutra y el 49% es por completo negativa en torno al desempeño de éste.

Su interpretación dejémosla a los técnicos, nosotros podemos hacer una valoración a partir de la visible corrupción sin paralelos que despliega en todo su actuar el actual régimen, su despotismo y nepotismo, su desorganización e improvisación, y en particular, esa mitomanía maliciosa y perversa que lo identifica.

Así, cuando abordemos los resultados de una encuesta deberemos procurar interpretar sus indicadores en función de la realidad, suscritas por supuesto a nuestras particularidades, evitando dejarnos cegar por el peso de la opinión de los demás, y, esto es lo importante, asumiendo una valoración lo más objetiva posible.

*Educador salvadoreño

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