El desarrollo de las naciones depende en buena medida de una saludable gestión de sus recursos, lo que supone detentar una administración tanto transparente como planificada.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
Transparente, porque ninguna nación ha logrado el desarrollo ocultando el manejo de sus finanzas, lo que solo redunda en una corrupción generalizada. Planificada, porque del ordenamiento tanto de los ingresos como de los egresos, supone establecer una hoja de ruta financiera sustentable.
Por cierto, que además la historia demuestra cómo el sistema impositivo es solo efectivo en la medida que se sustente en el modelo progresivo, midiendo las aportaciones ciudadanas a partir de cuáles son los bienes y haberes con los que cuentan, promoviendo así una elemental justicia social, desde la base tributaria.
Nuestro caso empero es todo lo opuesto, pues el sistema impositivo es de carácter regresivo, sustentándose en una reducida base de la pirámide tributaria social, que impone a los menos favorecidos el grueso de la carga fiscal; esto redunda en ingresos para el estado verdaderamente pobres, derivados no solo de la baja recolección de tributos consecuente con la pobre capacidad adquisitiva que los bajos salarios admiten para la población, agravado por las altas tasas de elusión y evasión que la clase adinerada práctica, fenómeno que se ve agravado a su vez por la casi total impunidad con que la ejecutan dada la permisividad que el sistema judicial le permite estructuralmente desde siempre.
Solo en materia de evasión el estado pierde anualmente un promedio de acuerdo al MINH y al MINEC, de $7, 000, 000, 000. 00, más una cantidad aproximadamente equivalente en materia de elusión, totalizando de acuerdo a estas fuentes, el BCR, y entidades independientes que examinan nuestra realidad financiera, tales como Friedrich-Ebert-Stiftung o la CEPAL, una media de $14, 000, 000, 000. 00 anuales, los cuales, a pesar de ser sancionados por nuestra legislación, tratándose de la gran empresa son de regular beneficiadas por sendas amnistías al concluir el ciclo tributario, iniciándose en cada caso un nuevo ciclo anual de corruptela para favorecer a los privados, que a su vez y en consecuencia aumentan exponencialmente por esta vía sus bienes y haberes, mientras se le niega al estado acceder a estos recursos, destinados por otro lado al beneficio de los privilegiados de siempre, mientras el estado no puede hacer frente a las ingentes necesidades internas que podría solventar si el modelo fiscal fuera progresivo.
En consecuencia, la vía que privilegia el estado salvadoreño para financiarse es la contratación de créditos a la banca multilateral, negándose a promover e impulsar la pequeña y mediana industria como al sector agrícola, o emprendiendo proyectos claramente inviables para nuestra realidad, como lo fuera el desarrollo del sector de bienes y servicios, la introducción del dólar o el Bitcoin, que solo derivaron en la profundización de la pobreza y el agravamiento de la corrupción, pues se establecieron solo para el beneficio de las elites.
Entonces la ruta es transparentar el modelo fiscal salvadoreño, abrazando la justicia social como norte, modernizando el esquema tributario.
*Educador salvadoreño