Editorial por: Walter Raudales | El Salvador y sus 2 mundos

El primer párrafo de la novela: “Historia de dos ciudades”, escrita en 1859, por Charles Dickens ((1812-1870), escritor Inglés, aplica perfecto a la realidad de El Salvador en estos días, en donde vivimos en 2 mundos: estamos en el mejor de los mundos (pero virtual) y en el peor de los mundos (el real).

Comienza la novela de Dickens:

“Capítulo I: La época

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”.

En El Salvador actual se puede aplicar a la exactitud esta descripción de Dickens porque aquí hay dos realidades: la que dice que este país “es el mejor de los mundos”, “que es el país más maravilloso”, “que es el Presidente más cool del universo” y por otro lado está el peor de los mundos, que es la otra realidad, la del hambre, se habla de hambruna en documentos de Naciones Unidas (ONU), un país con una alta tasa de desempleo, de migración sin freno, pobreza a niveles de espanto, persecución, irrespeto a los derechos humanos.

Hay un régimen de excepción que establece captura a pandilleros, pero en estas redadas llevan personas que nada tienen que ver con esas estructuras de criminales y se violentan a inocentes sus derechos humanos elementales, imponiendo la tesis de “seguridad sin derechos humanos y sin respeto a las leyes”. Se habla de 70 mil capturados de los cuales cerca de 40 mil no tienen ningún delito, son inocentes.

Ese mejor de los mundos del que hablan es virtual, digital, construido a base de creación de contenidos falsos de la mano de la post-verdad y la persuasión a través de la manipulación con las nuevas tecnologías. Existen ejércitos digitales, granjas de troles, pautas millonarias en redes para insertar en las mentes de las personas esa narrativa del mejor de los mundos.

El peor de los mundos es el real, del salvadoreño que pasa hambre, que no tiene trabajo, que anda por las calles con miedo a que le capturen a él o a un cercano, que más que vivir lo que le toca es sobrevivir.

Ante esos dos mundos nos enfrentamos. Con el agravante que la mayoría de medios de comunicación tradicionales y de nuevas tecnologías están plegados a la narrativa oficial. Sus armas: la fake news, la mentira falsa, el ocultamiento de agenda, sobredimensionar superlativamente los hechos, la reserva de información oficial, los linchamientos mediáticos. La verdad en estos dos mundos tiene que abrirse paso en una correlación tan desigual comparable a una gota de agua ante el inmenso océano. Así de cruel, con el peligro de amenazas y persecución.

Con su maquinaria digital y virtual han logrado imponer una visión de país irreal. Desde luego muchos la aceptan y la creen. Esa es la tremenda paradoja: muchos de los hambrientos y desempleados (como en un espejismo) aplauden esa virtualidad (su verdugo).

Del otro lado está ese El Salvador real, que no come, que no tiene empleo, que está preocupado porque no se respetan los derechos humanos. A este país el actual Ejecutivo le dinamitó todas las instituciones democráticas. No hay hasta este momento, ninguna institución del Estado que muestre independencia en el ejercicio de sus funciones. Podemos afirmar que hay ya una dictadura instaurada que se ratificará en un proceso electoral desequilibrado y amañado que se desarrollará en febrero del 2024, en donde, violentando más de ocho artículos de la Constitución de la República, que prohíbe la reelección continua, el Presidente, bajo el argumento que la población así lo quiere, se ha inscrito para ser candidato de nuevo a la presidencia.

En El Salvador se resquebrajó todo el andamiaje democrático, ese es El Salvador real. En este escenario surge, como un estruendo, la inquietante pregunta: ¿Es lo electoral el camino?

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