Elio Masferrer Kan*
La pandemia fue un parteaguas en la vida de muchas sociedades cuyos alcances todavía nos falta evaluar en profundidad. Una de las definiciones de religión en el mundo occidental y cristiano es que lo religioso pasa por la construcción del sentido de la trascendencia, lo sobrenatural, que estaría mas relacionado con el más allá de este mundo: la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
En este terreno se movían con cierta certidumbre las distintas propuestas religiosas, sacerdotes y pastores consolidaban sus propuestas y tenían grupos de feligreses que buscaban en las diferentes denominaciones religiosas una respuesta adecuada y creíble para orientarse en contextos diversos. En el caso latinoamericano, el agotamiento del proyecto católico estaba abriendo las puertas a los proyectos evangélicos, pentecostales y neopentecostales. Las propuestas transpentecostales de Pare de Sufrir lograban abrirse paso en un contexto de búsqueda de resultados inmediatos.
La pandemia reformuló los conceptos de trascendencia y acceso al mas allá de millones de personas. No olvidemos que la Primera Guerra Mundial, los grandes conflictos sociales y la epidemia de Gripe española en los inicios del siglo XX abrieron los espacios para el inicio de los procesos de secularización de las sociedades occidentales. En nuestra compleja realidad la epidemia de Covid19 cuestionó un conjunto de paradigmas que se habían consolidado en este siglo que nos separa de la pandemia anterior.
Aspectos relevantes de la construcción de proyectos personales, familiares y grupales quedaron en entredicho, elevando los niveles de incertidumbre y angustia existencial en amplios sectores de la población. Situación que se vio agravada con la crisis económica resultado de la alteración de los flujos de producción y consumo, que implicó quiebras de pequeñas y medianas empresas, desocupación y las consiguientes dificultades para la realización y planeación de proyectos de vida y perspectivas posibles del futuro. Un síntoma dramático de la crisis existencial es el incremento de los suicidios, particularmente en los jóvenes.
La imposibilidad de realizar los ritos funerarios social y culturalmente definidos nos llevó a la reconfiguración de las construcciones culturales en materia de trascendencia y creencias religiosas, del mismo modo implicó la construcción de nuevas formas de nuevas formas de relaciones sociales, donde los elementos virtuales y digitales tienen papeles cada vez más significativos, construyéndose así una multiplicidad de relaciones con lo sagrado, donde en muchos casos existen claras segmentaciones generacionales, de clase social y residenciales.
En estas nuevas realidades la búsqueda de la trascendencia en muchos casos está íntimamente relacionado con las posibilidades de sobrevivencia en mundos que resultan hostiles para muchos y que implican la puesta en duda de muchos paradigmas, a su vez, la
noción de la crisis lleva a muchos segmentos de las sociedades más prosperas a procesos de cierre y angustia de perder lo conseguido y construido a lo largo de su historia.
Esto sería uno de los motivos para el desarrollo y consolidación de propuestas conservadoras radicales en contextos que se sienten amenazados por aquellos que plantean cambios e innovaciones culturales, sociales y políticas. El retorno a un pasado glorioso se transforma así en una utopía “posible” que guía el éxito de las propuestas de las ultraderechas, que manejan con eficacia la búsqueda de los “chivos expiatorios” que impedirían la reconstrucción de ese pasado, que definiría el futuro de las sociedades que tienen la memoria del éxito y la prosperidad. Un elemento que guía la búsqueda de lo posible es la eliminación de los “obstáculos”, a quienes se les atribuye la “responsabilidad” de la crisis.
La construcción de chivos expiatorios es un elemento clave en la construcción de los fascismos contemporáneos, quienes en forma sistemática eligen a los mas débiles para endosarles las causas (migrantes, extranjeros, comunidad LGTBQ, feminismos, y un largo etcétera) , y lo que es más delicado, la responsabilidad histórica de la crisis estructural por las que atraviesan las sociedades contemporáneas, generándose así la construcción de aparentes enemigos u obstáculos para la construcción del “futuro glorioso” para esas sociedades. El desafío que tenemos enfrente es construir sociedades donde todos quepamos y no sobre nadie.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH