«Pan y Circo”. Todos conocemos la frase, por lo que está por demás referir su implicación, o sus efectos.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
La idea tras de esta política se resume en distraer al populacho para que sencillamente no atienda lo que le es importante, y así, castrado, no suponga una amenaza para los privilegios de las élites.
En Roma el estado se sirvió por ejemplo del Coliseo, con las infamias cometidas en él, para a través de lo peor complacer y manipular el eros de la plebe, que así se distrajo siempre de su condición, o de entender de qué devenía esa condición.
Consideremos ahora lo ocurrido acá durante los 20 años de desgobierno de arena, período del cual nada se puede rescatar y del que podemos resumir que su logro más celebrado -por las élites- es el traspaso de los activos estatales a los privados mediante turbios acuerdos, perdiendo así el pueblo por esa vía sus haberes en los bolsillos de apenas el 0,0004% de la élite [BID/BCIE], que se enriqueció exponencialmente y del modo más gratuito, a la vista de todos, y lo sigue haciendo, siempre a la vista de todos, sin que la mayoría apenas se mosquee, pues el circo sigue divirtiendo.
Para lograrlo es fundamental el que la plebe sea incapaz de ninguna reflexión, como por extensión la más absoluta desidia, la más gélida y superficial individualidad indiferente, imbuirse en la cultura wok, ser celebrante de la nimiedad, lo mediocre, lo simple.
No hay otra forma de explicar cómo durante esas 2 décadas, sin haber logrado nada, ni hecho nada, arena preservó la primera magistratura e hizo como quiso a favor de las élites.
La distracción, la desinformación y la religión fueron claves de ese logro, por lo que a la población se la motiva a participar del cristianismo light, el pentecostalismo más retrógrado y oscurantista, donde reverbera la narrativa oficialista, que favorece la ilusión de pertenencia entre los comunes a las élites, que es la gran ilusión.
Ahí se refuerzan las tesis propagadas por el oficialismo en lo tocante al orden, a la verdad, por lo que quienes son partícipes de estos espacios, se reducen a reproducirlos y a replicarlos, sin entenderlos.
Ahora, esa experiencia que nos debió dejar marcados se nos reedita, pues a pesar de la depresión económica generalizada, los salarios congelados y sin corresponder al coste de vida, el alza continua del valor de la canasta básica, el fraude en ciernes de las elecciones venideras, el régimen “nos regala” con la visita de un equipo de 1ª, con el que la selección salvadoreña logró finalizar a cero entre ambos, partido al que para poder asistir, un empleado promedio debió trabajar entre 17 y 39 días para poder reunir para la compra del boleto, entre $200.00 y los $450.00, con un lleno completo, en el que todos la pasaron bien.
Mientras, afuera, la realidad siguió golpeando, sin despertar las conciencias, tal cual sucedió en esos 20 años.
*Educador salvadoreño