La debilidad de los partidos de oposición se refleja claramente en sus discursos. Si bien hacen ciertas críticas y plantean algunas mejoras en temas de salud, educación o medioambiente, en ningún momento proponen la universalización de derechos hoy marginados o suspendidos.
Universalizar derechos tiene sus dificultades, pero es el camino que han recorrido los países que buscan el desarrollo humano y que gozan de bienestar. Diferenciar, negar o suspender el goce de derechos conduce al subdesarrollo político y a diversas modalidades de autoritarismo que impiden o cercenan las posibilidades democráticas de una sociedad.
En El Salvador coexisten varios sistemas públicos de salud, unos con mejores prestaciones que otros. Reducirlos a uno solo y proveer el servicio con la calidad adecuada es un imperativo exigido por lo que la propia Constitución llama “justicia social”, tarea obligatoria del Estado.
Sin embargo, los partidos, aunque hablan de mejorar algunos aspectos, no dicen que el actual sistema de salud pública invierte en unos más que en otros y brinda mejores servicios a sectores minoritarios. Algo parecido pasa en el campo de la educación: su evidente desigualdad se paso por alto.
Recientemente se publicó la noticia de que el 75% de los hogares con niños tienen una computadora, en buena parte gracias al esfuerzo gubernamental de repartir equipos informáticos; empero, únicamente el 43% de los mismos hogares tiene acceso a Internet. Exigir que haya conexión gratuita en todas las escuelas públicas facilitaría el proceso educativo de miles de niños y jóvenes, pero ningún partido quiere enemistarse con las empresas proveedoras de Internet imponiéndoles esa obligación. El tema de la pensión universal también parece estar fuera de la comprensión e interés de los partidos.
Que solamente el 20% o 25% de los salvadoreños mayores de 50 años tengan pensión no le parece injusto a la mayoría de políticos. La indiferencia ante el sufrimiento solo cede momentáneamente cuando el discurso de cambio da réditos electorales. Nuevas Ideas se impuso en la política nacional señalando a los responsables de esa indiferencia, pero hasta la fecha no ha alterado las injusticias estructurales que mantienen a El Salvador en la desigualdad y en la vulnerabilidad económica. La elecciones abren siempre la oportunidad de analizar el funcionamiento y la estructura social, económica y política de un país. No aprovechar el momento actual para proponer cambios estructurales en temas como salud, educación o pensiones es darse anticipadamente por vencido.
Muy probablemente la oposición sería derrotada aunque propusiera cambios estructurales, pero dejaría sentadas nuevas posibilidades que irían abriendo las conciencias de cara al mediano y largo plazo. Naturalizar los problemas estructurales de El Salvador y hacer ofertas en campos secundarios de la situación social es una estrategia avocada al fracaso.