El domingo 4 de febrero del año en curso, los salvadoreños fuimos convocados por el TSE para participar en la elección de alcaldes y diputados. Sin embargo, al momento de cerrar los centros de votación a las cinco de la tarde, apenas entre el 19 y el 32% de los ciudadanos convocados a emitir el voto habían asistido.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
A pesar de tan baja e inédita afluencia, en torno a las 10:30pm, los salvadoreños aún desconocíamos resultados preliminares, accediendo a apenas algunas de las actas que habrían sido filtradas, a partir de las cuales pudimos apreciar que, de la totalidad de votos, solo el 36% respalda al oficialismo, aventajando a sus contrincantes sí, pero muy lejos del supuesto 95% que la narrativa del régimen pretende.
Podemos entonces inferir que en proporción este es el evento electoral más caro en relación a lo invertido por votante, agravado por el desmedro que de las arcas públicas el oficialismo hizo para respaldar a sus candidatos, desviando cantidades sin precedentes de recursos financieros no auditados y a la vista de todos.
Entonces y a partir de esto, podemos calcular que el ausentismo lo debemos interpretar como un rechazo a la clase política, comenzando por el oficialismo, que desde que asumió no ha dejado de desvalijarnos saqueando la cosa pública, sin dejar de presentarse como honorable a cada paso, mientras acusa a los demás de ser los verdaderos criminales.
Ese nivel de cinismo es además insultante pues supone que el soberano no comprende que se lo está timando.
Partamos de las irregularidades cometidas por el oficialismo denunciadas por los observadores internacionales, que van desde la realización de una descarada propaganda a través de los medios de comunicación a escala nacional por parte del candidato presidencial del oficialismo, en el que desvergonzadamente solicito el voto de los salvadoreños para su partido, la negación de credenciales a los ciudadanos escogidos para formar parte de las JRV, el uso desmedido de recursos estatales para respaldarse electoralmente y muchas otras faltas más. Empero las irregularidades no se sucedieron solo durante el evento electoral, sino que comienzan con la toma de posesión del ejecutivo, cuando el régimen desvió ingentes cantidades de recursos financieros para promover mediáticamente la imagen presidencial, para luego llegar al colmo de adquirir créditos de la banca multilateral para dedicarlos a ese solo propósito, manteniendo una permanente campaña mientras se desatendieron las prioridades estatales.
Como sea, la ausencia de hasta el 68% de los votantes al evento, hace de esta elección la menos asistida, y de la administración, la de menor representatividad y menor respaldo, lo que procurará explicar diciéndonos, “…es que los correligionarios se confiaron…”, o artificialmente duplicar, triplicar y hasta cuadruplicar los votos que los acompañan. Total, un fraude en toda regla.
Por último, el quid del evento era legitimar al régimen golpista e ilegal con una asistencia masiva; al no lograrlo deberíamos esperar que la represión se agudice como represalia y “pa´que entendamos”.
Acabando así con los últimos resquicios de esa paz que conquistamos.
*Educador salvadoreño