El militarismo bukelista

Los bukele son una especie de viajeros del tiempo que hicieron una incursión a las épocas en las que imperaban las lacras del racismo, clasismo, intolerancia, exclusión, aporofobia, gerontofobia, misoginia, represión, centralización, abuso de autoridad, latrocinio, corrupción, oscurantismo, falsedad, tortura, homicidios, terrorismo de Estado y más crímenes de lesa patria que en El Salvador se creían superados o que desde hace treinta años estaban en proceso de superación. Viajaron a épocas pretéritas a aprender todas esas modalidades de criminalidad y exclusión aplicables en el ejercicio del poder y trajeron consigo a nuestro tiempo lo peor que pudieron atesorar.

Por: Miguel Blandino

Han hecho de la mentira una religión y diseminan su doctrina por todos los medios de propaganda que poseen y aquellos que pueden pagar con los fondos públicos extraídos del exiguo presupuesto general de la Nación.

Acostumbrados los salvadoreños ya a vivir bajo el imperio de la ley, cualquiera se pregunta, sin que sea candidez, ignorancia, estupidez, sino sinceramente ¿cómo es posible que en pleno siglo XXI los gobernantes estén actuando de esa manera?

Es que después de una guerra civil en la que la organización popular impuso la democracia en una sociedad aplastada por el poder omnipresente de la oligarquía criolla nadie concebía un retroceso a tiempos de mucho dolor y sangre de hermanos.

No obstante, una de las cuestiones sobre las que se pone muy poca atención cuando se observa y analiza el retardatario programa de gobierno bukelista es el inusitado crecimiento de sus fuerzas armadas, en sus tres modalidades, el discurso de corte sionista en el que se define como enemigo a todo el que no obedece, y la propaganda expansionista, propia de los regímenes fascistas de la primera mitad del siglo XX en Alemania e Italia, principalmente.

De forma paralela, el incremento del gasto militar incluye la militarización de la Policía Nacional Civil (PNC), que fue una institución que había nacido precisamente para superar las lacras y vicios de las antiguas fuerzas policiales violadoras permanentes de los Derechos Humanos.

La doctrina policial que fue creada explícitamente para formar agentes profesionales imbuidos del espíritu de servicio a la sociedad ha sido sustituida por una doctrina inspirada por las viejas doctrinas de seguridad nacional de las dictaduras militares de la década de 1970 en América Latina. La doctrina del Plan Cóndor y la de la Guerra de Baja Intensidad, desempolvadas y actualizadas.

Una de las primeras y más llamativas medidas que en materia de militarización  implementaron los hermanos bukele fue la de la contratación masiva de miembros de pandillas -Mara Salvatrucha y Pandilla 18- como soldados de las fuerzas armadas.

La meta señalada por bukele era la de, por lo menos, duplicar el número de hombres en armas que los Acuerdos de Chapultepec habían establecido al desmovilizarse a los combatientes de los dos bandos del conflicto armado. Sin embargo, muy poca atención le pone a ese asunto el grupito de famosos sesudos analistas y casi todos se centran en el comentario sobre cuestiones legales e institucionales o de presupuesto social. ¿Interés o miedo?, quien sabe, pero ese tema es tabú.

Al parecer no hay científicos sociales ni analistas políticos que se interesen por la cuestión medular de la Política: el problema del poder y el papel político de las fuerzas armadas y la palabra decisiva que se emite por la boca del fusil. Al parecer todos han ignorado o no han querido escuchar la frase “tiene la palabra el camarada máuser” emitida hace un siglo por Mayakowski y retomada por Roa.

No obstante, todo el meollo de la política de bukele ha estado señalado de modo patente y ostensible en derredor de su fuerza militar. ¿Quién puede cerrar los ojos ante su asalto militar al congreso? ¿Quién se atreve a negar los cercos militares alrededor de ciudades pacíficas e inermes con la participación de decenas de miles de soldados en La Libertad o Soyapango o Cabañas?

Un dato curioso, si se quiere, tremendamente atinado para llamar la atención de cualquiera que tenga ojos y oídos funcionales: en dos años de estado de excepción en los que las capturas alcanzan la cifra de casi cien mil “pandilleros” no se ha suscitado ni un solo enfrentamiento con los integrantes de esas peligrosísimas bandas armadas calificadas como terroristas.

Entonces, ¿Qué es lo que ha pasado? Simple, los pandilleros han sido incorporados al presupuesto. Ahora son soldados. Los presos son en su mayoría civiles inocentes.

Las imágenes de los centenares de hombres en calzoncillos blancos sin zapatos ni camisa, totalmente tatuados de cada centímetro de la piel, son de los presos que fueron capturados bajo los regímenes de “mano dura” y “mano super dura” de los gobiernos de Francisco Flores (1999-2004) y Antonio Saca (2004-2009), cuando los pandilleros se tatuaban los símbolos de sus pandillas.

Al meter al presupuesto a los pandilleros -que ya no se tatuaban desde 2009- bukele consiguió “calmarlos” dándoles un sueldo para que dejaran de matarse por los beneficios económicos de la extorsión. Esa medida explica la súbita disminución de los homicidios a partir de que el presidente dijo que ese era el objetivo de su plan de control territorial… pero el plan no se ha escrito todavía a cuatro años de gobierno.

De esa manera bukele pretendía lograr dos objetivos: la primera, incrementar la tropa disponible para un enfrentamiento contra la población a la que su gobierno iba a golpear con las medidas económicas orientadas hacia el único propósito de favorecer al gran capital. Y, la segunda, disminuir el número de pandilleros en las calles cometiendo fechorías por conseguir alimentos para sus familias viviendo en la miseria y, en cambio, asegurarles un salario como parte del presupuesto del Ministerio de Defensa.

Actualmente, bukele ya cuenta con una cifra de efectivos en activo y reservistas que supera a cualquiera de los ejércitos del área de Centroamérica.

La compra de equipo militar, armamento de todo tipo y calibre, munición para ese armamento, transporte para todo uso: aéreo, terrestre y naval, equipo para espionaje cibernético, contingentes civiles equipados con tecnología para la propaganda y guerra psicológica permanentes, las 24 horas del día todos los días del año.

La carrera armamentística de bukele ya ha despertado la alarma de los jefes militares de los países vecinos, sobre todo por los discursos seudo unionistas del presidente del país más pequeño de la región que, desde el inicio de esta administración, ha mostrado de manera explícita, sistemática y amenazante sus claras pretensiones expansionistas.

Sin embargo, es Nicaragua la más preocupada por el afán guerrerista del salvadoreño que cuenta con el apoyo de los Estados Unidos y está dispuesto a servirle de ariete para deshacerse del retrechero antimperialista régimen de Daniel Ortega. En especial, la preocupación sandinista reside en el volumen de naves aéreas modernas y la disparidad de transporte de tropas y vehículos blindados con que cuenta bukele.

El ablandamiento mediante la propaganda y la guerra psicológica, el espionaje permanente y el apoyo con inteligencia militar de los servicios estadounidenses no hacen sino aumentar la preocupación nicaragüense. Esa acechanza es la que explica el nivel de aparente desquiciamiento de Ortega, que lo tiene viendo enemigos internos en cada hoja que se mueve.

La cuenta regresiva para el asalto bukelista ya ha empezado. Primero, por el interés de los estadounidenses de deshacerse de un enemigo en su área de influencia. Segundo, porque ante su pérdida de popularidad a bukele le urge una guerra que le permita dar un golpe de nacionalismo al estilo Netanyahu: todas las guerras galvanizan a los pueblos, los polarizan para descabezar al enemigo interno y sirven como la mayor cortina de humo para todos los abusos de la corrupción de sus dirigentes.

Nadie compra armas ni contrata soldados si no enfrenta ninguna amenaza. En América Central no existe ni una mente calenturienta ávida de derramar sangre porque todos los pueblos han sufrido recientes cruentas guerras civiles. Solo el expansionista bukele.

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