Las preguntas que detonaron la respuesta del Papa Francisco “Rezo para que no haya cismas, pero no tengo miedo” fueron planteadas a propósito de las críticas de los obispos norteamericanos e italianos: “¿Hay algo que los críticos no entienden de su pontificado? ¿Le teme a un cisma en la Iglesia Americana?” (Entrevista 10 de septiembre de 2019).
Por: Jesús Arturo Navarro Ramos*
En la respuesta Francisco establece cuatro parámetros para explicar lo que llama la dinámica de la crítica encaminada al cisma: primero “cuando se recibe una crítica hay que hacer inmediatamente una autocrítica”, segundo: “las críticas no son sólo de los norteamericanos, sino de todas partes, incluso de la Curia”, tercero: las críticas se hacen de frente, sin simulaciones”, y cuatro: realizar una crítica sin querer escuchar la respuesta es “ir detrás de una idea fija: cambiar al Papa o hacer un cisma”.
Una vez señalada la relación entre crítica sin escucha e ideas fijas y cisma, Francisco pasa a plantear la dinámica del cisma señalando ahora tres puntos: ante todo, que el cisma siempre es una situación presente en la historia de la Iglesia, “la historia de la Iglesia muestra la existencia de muchos cismas”. Es la historia que se tensa entre unidad y división, de manera que no es novedad. En segundo término, el Papa reconoce que el cisma siempre es una opción para quienes forman parte de la Iglesia, y en este mismo punto, establece que el cisma “es una de las opciones que el Señor siempre deja a la libertad humana”. En suma, se puede señalar que el cisma surge de la tensión entre ideas fijas que no reconocen otras interpretaciones que las propias, que el cisma es una línea de lectura de la historia de la iglesia, y que la decisión de romper con la iglesia siempre es una opción que Dios respeta al creyente que decide hacerlo.
La posición de Francisco ante esto ha sido clara y directa: “No le temo a los cismas. Rezo para que no haya ninguno [pues] el camino del cisma no es cristiano”. Esta expresión -planteada el 10 de septiembre de 2019- muestra que la posibilidad de un cisma ha sido contemplada y analizada por Francisco, y que guarda un lugar en su horizonte de comprensión. Se trata de una opción no deseada pero siempre presente. A partir de lo anterior, se puede señalar que no existe ingenuidad ante el asunto, pues al momento de exponer estas ideas han pasado seis años desde aquel lejano 2013 de su elección.
Los años posteriores a esta declaración no han impedido a Francisco continuar con los ajustes en la Iglesia. Si bien los documentos anteriores a septiembre de 2019 ya abrían la posibilidad de un cisma, una revisión de los distintos documentos posteriores a esta declaración periodística, permiten conjeturar las razones de un posible cisma. Hagamos un recuento breve -a reserva de que el lector revise los documentos-. El 3 de octubre de 2020 presenta la encíclica Fratelli tutti y el 19 de marzo de 2022 la Constitución apostólica Praedicate evangelium sobre la reforma de la curia romana y su servicio a la iglesia en el mundo. Ambos documentos causan una serie de críticas a la reforma eclesial. A esto se añaden dos documentos en forma de Exhortación apostólica: Querida Amazonia (2 de febrero de 2020) y Laudate Deum sobre el cambio climático (4 de octubre 2023).
Pero si bien estos documentos generan resistencias en algunos sectores de la jerarquía eclesiástica, serán los Motu proprio (1), los que marquen claramente las distancias de los sectores críticos con el Papa. Se trata de documentos que emite el Papa con carácter legislativo -para normar un asunto que le interesa- por lo que tiene fuerza de ley y por tanto de aplicación directa. No se trata de documentos doctrinarios o espirituales sino de textos para operar de manera directa la reforma. A mi juicio aquí se encuentra la clave de un posible cisma. En el periodo 2019-2024, el papa ha emitido varios documentos con este carácter que apuntalan la reforma eclesial. Los asuntos que los Motu proprio han abordado son los siguientes: la organización de la estructura mediante el cargo de decano en el colegio cardenalicio, la modificación del sistema judicial vaticano, los contratos públicos de la Santa Sede, sobre la autenticidad de los carismas de la vida religiosa con lo que se controla la creación de nuevas congregaciones religiosas, el documento que señala las competencias en materia económica-financiera, el texto que reconoce el acceso de las mujeres al ministerio del lectorado y acolitado, nuevas modificaciones en materia de justicia, la carta apostólica sobre la contención de gastos para el personal de la Santa Sede e instituciones vinculadas, una nueva disposición para la transparencia de la gestión de las finanzas vaticanas, nuevas modificaciones en las competencias de justicia, la institución del ministerio del catequista, la carta apostólica Traditionis custodes sobre el uso de la liturgia anterior a la reforma litúrgica postconciliar de 1970, la carta apostólica sobre la anulación del matrimonio y la carta Ad charisma tuendum sobre el Opus Dei, finalmente el Motu proprio sobre las bendiciones.
En síntesis, la intervención del Papa Francisco a través de estas nuevas leyes y disposiciones conocidas como Motu proprio son en los siguientes ámbitos de acuerdo al número de decretos: las operaciones financieras (4), la justicia vaticana (3), la vida de las congregaciones religiosas (2), los ministerios no ordenados (2) y con un solo documento la estructura organizativa del vaticano, los sacramentos y la liturgia, y en estos últimos días el de las bendiciones parejas que viven de manera irregular y parejas del mismo sexo. Con estos textos Francisco interviene para operar la reforma eclesial perfilada de manera inspiracional en las encíclicas y otros textos mayores. Aparentemente se trata de documentos menores pero que en la práctica impactan de manera relevante por su carácter legal y el objeto a modificar implicado.
Como ser cismático por un Motu proprio no da relevancia, los cardenales buscan simular que se trata de un conflicto doctrinal. No aparecen grandes declaraciones sobre estos documentos por parte de los cardenales, sin embargo, es posible reconocer que el impacto ha sido muy fuerte y la incomodidad generada mayor. Así acusar al Papa de hereje parece ser la carta de los opositores para desdibujar a Francisco y al menos allanar el camino a un cisma, que discursivamente se presente como defensor de la ortodoxia y la tradición del Magisterio. La cuestión es que Francisco, aunque reza para que no haya cisma, lo contempla como una opción de libertad para los que no están de acuerdo en regresar a una iglesia distinta.
*ITESO – México