“No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”, Juddu Krishnamurti
Por: Igor Iván Villalta Sorto*
Desde que llegó a la presidencia Nayib Bukele ha trabajado denodadamente en hacer que los salvadoreños regresemos a las nefastas practicas del pasado, en donde era normal que se desapareciera a personas que expresaban ideas que no correspondían al discurso de la dictadura, era normal que la guardia nacional tomara a un ciudadano y en presencia de todo mundo y a plena luz del día, le propinara una vapuleada, lo dejara en la calle recogiendo sus pertenencias y manando sangre de su rostro.
Era normal que los temidos y odiados Escuadrones de la muerte, financiados por los oligarcas y en connivencia con los mal llamados cuerpos de seguridad, que más bien deberían de haberles llamado “cuerpos del terror” además de ser entrenados por Generales argentinos, llegaran una noche cualquiera a retirar de su vivienda a cualquier joven y que ya nunca lo volvieras a ver.
Era normal que en plena ciudad aparecieran grandes cantidades de cadáveres con visibles señales de tortura, algunos sin cabeza y con un rótulo lapidario en donde explicaban el causal de su muerte: “por traidores”, “por comunista”. Esa simple frase normalizaba el hecho, no había que hacer nada más que recoger el cuerpo en la morgue y enterrarlos en silencio.
Esta escalofriante realidad que podría parecer el cuento de un país horriblemente enfermo, de una sociedad que se debatía entre la insensibilidad de quienes como un mecanismo de defensa de vida, adoptaban una posición estoica y aconsejaban a sus hijos, “no te metas en líos” “calladito te ves más bonito”. Otros no tuvieron más remedio que huir del país y buscar en otros horizontes para prosperar venciendo las rudezas del exilio y el abandono. Tuvieron que adaptarse a vivir por algún tiempo como arrimados a sus familiares, como parias en tierras extrañas y adaptarse a una nueva cultura.
A los que nos quedamos no nos quedó otro camino que luchar, al darnos cuenta que nadie estaba vacunado contra la barbarie promovida por una élite anacrónica que nadada en la abundancia y el despilfarro, mientras que el pueblo pobre y oprimido nadaba en la angustia, hambre y miseria.
Un hermano de una mujer muy rica, me comentó en una oportunidad, que un oligarca en una visita a Francia pagó por desalojar un restaurante exclusivo de la capital parisina ya que cumpliría una fantasía de bailar con una artista famosa de la época.
En un exabrupto el Obispo de San Vicente, Pedro Arnoldo Aparicio y Quintanilla, gran defensor de la oligarquía y opositor a la predica de Monseñor Romero, además de ser autor de un atropellamiento de un niño, que llevó a la muerte del infante en la ciudad de San Sebastián. Denunció internacionalmente que en nuestro país vivían mejor lo caballos de los ricos, que la gente pobre.
Es normal la pobreza, la miseria, el abandono. Es normal que los niños acudan a las escuelas y no aprendan a pensar, es normal que los jóvenes universitarios cursen toda una carrera universitaria y no aprendan a pensar, que reduzcan su acción a copiar recetas que les da su profesor y no puedan leer la realidad, a que reduzcan su accionar a ser unos simples técnicos, aunque ostenten títulos de Doctor.
Es normal el fraude en todos los niveles, es normal la corrupción en una sociedad condenada a la postración sumisa ante el que manda, el que decide los destinos de una masa de personas que no saben a dónde se dirigen y que siguen al líder ciegamente y no analizan, no reflexionan de las consecuencias de sus acciones y actos.
Todos los espeluznantes actos descritos al inicio del artículo tienen una finalidad. Paralizar la sociedad utilizando el miedo y el terror. Cuando gobernaba ARENA aparecían cabezas en sacos en las plazas públicas, como si se tratase de la obra Luz Negra de Álbaro Ménen Desleal. Las autoridades nunca ofrecieron explicación de quienes eran los autores de estos crímenes. Podríamos pensar que se trataba de las pandillas. Pero la exhibición cefálica de un individuo abandonada estratégicamente en un banco de un parque ¿no guardaba una intencionalidad política?
Pensemos un poco si todo esto no tiene similitudes con el caso de Alejandro Muyshondt, muerto en custodia del estado, amigo de infancia de Bukele, fundador de Nuevas Ideas, que lamentablemente cayó en desgracia por develar casos de tráfico de drogas entre los diputados de Nuevas Ideas.
En una conversación con mi hermana me comentaba que en los Estados Unidos los ciudadanos de origen salvadoreño incitan a sus amigos para que visiten El Salvador, que ahora la cosa está tranquila, que se puede disfrutar del país sin miedo a que le vaya a suceder algo malo, que eso no será igual cuando Bukele ya no esté en el poder.
Esto es sabiduría popular: en primer lugar las personas ya ven en el horizonte político que a Bukele se le está terminando el tiempo, el crecimiento de los partidos de oposición, tomando en cuenta las actas y olvidándonos del fraude, envían un mensaje lapidario al régimen de Bukele. Que la paz lograda hasta este momento es ficticia y la contraofensiva será brutal.
La era pos Bukele encontrará al país en bancarrota, no sólo económica, también en bancarrota moral, con una sociedad con más desconfianza y escepticismo.
*Biólogo investigador