La narcocultura se reinventa. Si ayer se glorificaba a los capos de la droga en narcocorridos que los describían como si fueran los bandidos sociales de Eric Hobsbawm, hoy son plataformas como TikTok o Instagram las armas propagandísticas de los cárteles del crimen organizado. Ya sea en los montes de Sinaloa, en las selvas de Colombia o en las costas de Cádiz, la estrategia es similar: alardear del estilo de vida narco para atraer a sus filas a jóvenes sin futuro, desafiar a las autoridades, amedrentar a bandas rivales con escenas violentas o, simplemente, exhibir una provocadora demostración de poder.

El estado de Sinaloa es la cuna del narcotráfico en México. Ubicado en el noroeste del país, en sus sierras se ha plantado amapola y marihuana desde hace décadas. Allí nacieron los jefes más legendarios del crimen organizado: Ismael El Mayo Zambada, Joaquín El Chapo Guzmán, Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero, Amado Carrillo Fuentes… La mayoría de esos capos están en prisión o muertos. La denominada Generación Z del narcotráfico ha tomado el relevo en la cúpula de los cárteles. Y lo ha hecho adaptándose a los tiempos que corren.

Los cachorros del narco utilizan sus cuentas (reales o falsas) en TikTok, Instagram o Facebook para mostrar sin pudor mansiones de lujo, coches de alta gama, relojes y joyas de oro, gruesos fajos de billetes, animales exóticos, pistolas, fusiles de asalto… Las redes son herramientas de marketing para captar la atención de muchos jóvenes que ven en el negocio de la droga la única vía de escape a la pobreza. Pero el componente lúdico también está presente en esa forma de exposición pública. Algunos sicarios usan las redes para acumular likes y seguidores, tal y como lo haría cualquier influencer sin relación con el hampa.

Entre los influencers del narco mexicano sobresale la figura de un joven sicario conocido como El Plaga (identificado por la Policía como Cristian Alexis Mendoza Guillén). A sus 24 años es ya un curtido soldado del cártel de Sinaloa. Una cuenta de Instagram a su nombre ha llegado a superar los 60.000 seguidores. Y ya tiene hasta un corrido tumbado compuesto expresamente para él: «Traigo veneno, traigo plomo, traigo balas, soy muy tóxico si me agarran de malas». El Plaga nació en Sinaloa y se unió al cártel con apenas 13 años. Desde entonces presta sus sanguinarios servicios (lo apodan El Plaga porque no deja supervivientes) a Los Rusos, una milicia a las órdenes del Mayo Zambada (el único de los viejos capos todavía en libertad) que le disputa el control del territorio a Los Chapitos (los hijos del Chapo Guzmán, exlíder del cártel de Sinaloa y hoy preso en una cárcel de Estados Unidos).

En una entrevista publicada en la web crashoutmedia, especializada en narcotráfico, El Plaga confesó que a él también le atrajo en su día la estética y el modo de vida de los pandilleros: «Yo entré por los corridos que les hacían a Los Ántrax«. Los cárteles han precisado siempre de una infantería de jóvenes dispuestos a morir en primera línea. El reclutamiento no cesa. Y la pérdida de vidas es brutal. Los que sobreviven, como El Plaga, se convierten en una suerte de héroes, un reclamo magnético para otros desheredados que mantienen bien aceitado el engranaje del crimen organizado.

El desembarco del hampa en las redes sociales ha sido progresivo desde finales de la década de los 2000. Al principio, publicaban vídeos de ejecuciones, torturas e interrogatorios en YouTube. Como recuerda un reciente informe del International Crisis Group, ya en 2007 apareció un vídeo que mostraba la decapitación de un integrante de Los Zetas, un grupo fundado por exmilitares de élite. Y el cártel de Sinaloa emitió un vídeo en 2010 en el que unos sicarios golpeaban salvajemente al hermano de una fiscal.

La creciente influencia de las redes sociales en todos los aspectos de la vida es un fenómeno global. El mundo del hampa lo ha entendido a la perfección y ha puesto el ojo en las principales plataformas y aplicaciones. Según InSight Crime, un think tank especializado en el crimen organizado en América Latina, las imágenes relacionadas con el narcotráfico publicadas en TikTok son frecuentes entre las bandas delictivas de México, Colombia o Bolivia.

A este lado del Atlántico, las costas de Cádiz y el Estrecho de Gibraltar se han convertido desde hace unos años en el lugar preferido de los narcos para introducir en Europa la droga procedente del norte de África. El auge del narcotráfico en la zona ha llevado a muchos jóvenes a integrarse en ese negocio ilícito, atraídos por las promesas de dinero fácil. La proliferación de vídeos en TikTok en los que delincuentes, generalmente encapuchados o con caretas que les cubren el rostro, desafían a la Policía o muestran sus pingües ganancias, ha influido notablemente en el reclutamiento de esos jóvenes, según ha constatado la Policía. Los narcos han llegado a grabarse en sus lanchas junto a los fardos de hachís, o burlándose de los agentes de la Guardia Civil que los persiguen en sus patrulleras. Esa sensación de impunidad provoca episodios como el ocurrido el nueve de febrero, cuando dos guardias civiles murieron después de que una narcolancha embistiera su pequeña zódiac en el puerto de Barbate.

Pero la ostentación sin límites también entraña riesgos. Francisco Tejón Isco fue detenido en octubre de 2018 después de que apareciera en un vídeo del rapero Clase A. Tejón estaba en busca y captura y su participación en el videoclip fue clave para su caída. Su grupo, el Clan de los Castañas, introducía el 80% del hachís que se vende y consume en Europa. El caso de Tejón es atípico. La exposición pública en vídeos y la divulgación de imágenes en las redes suelen ser obra de aquellos que pertenecen al escalafón más bajo del clan.

Redes y drogas

Los cárteles también se valen de las plataformas tecnológicas para expandir su negocio. Así lo han hecho las dos organizaciones criminales más poderosas de México, el cártel de Sinaloa y el cártel Jalisco Nueva Generación, en su estrategia para introducir fentanilo y metanfetamina en Estados Unidos, según ha detectado la DEA, la agencia antidrogas estadounidenses.

La operación Last Mile, llevada a cabo entre mayo de 2022 y mayo de 2023, determinó que los cárteles «usan aplicaciones como Facebook, Instagram, TikTok y Snapchat, y plataformas encriptadas, como WhatsApp, Telegram, Signal, Wire y Wickr, para coordinar y comunicarse con las víctimas». Según la DEA, el 77% de las investigaciones realizadas tuvieron relación con el uso de las redes sociales. La agencia antidrogas comprobó que los cárteles logran, a través de esas plataformas y aplicaciones, entrar en contacto con clientes y consumidores para la entrega de las drogas sintéticas.

El uso de las redes sociales debería servir de prueba de cargo contra los narcotraficantes. Sin embargo, como señala el International Crisis Group, los delincuentes van con frecuencia varios pasos por delante de quienes deben regular sus actividades online: «La descentralización, el uso de múltiples cuentas y la capacidad de trabajar a través de miembros y simpatizantes -concluye el informe- dificultan el seguimiento de las publicaciones de los grupos criminales». La narcocultura, ay, puede con cualquier algoritmo.

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