Decía Mao que si no hay claridad en la ideología, no hay claridad en la organización. Parafraseando al dirigente chino, podríamos decir que, si no hay claridad en el proyecto de país, no hay claridad en la vida política.
La política española está a un tris de lograr que, otra vez, la ciudadanía la mande a paseo. Ni siquiera las carcajadas de Pedro Sánchez en la cara de Feijóo son señales claras de ganador. El riesgo es que esa pelea solo interese a los que están en el ajo de la política, esto es, a periodistas y políticos.
Se dice que dos no se pelean si uno no quiere. Aunque no sé si este dicho también es mentira. El PP anda nervioso desde que vio que, otra vez, se le escapaba el gobierno de las manos. Es lo que tiene creerse dueños del cortijo. No debemos dejar de recordar el comunicado oficial que leyó en 1973 el entonces Vicepresidente Torcuato Fernández Miranda, a raíz de la ejecución de Carrero Blanco por ETA: «Hemos olvidado la Guerra Civil, pero no olvidamos ni olvidaremos la victoria». La derecha española, cada vez que se acuerdan de la victoria, no entienden cómo pueden estar fuera del gobierno.
El PSOE debiera gozar de mayor sosiego. Pero nada de nada. Ha terminado cayendo también en la cacofonía. Tanto, que han creído que la mejor manera para que reboten los dardos del PP es elegir un ariete que, después de Ábalos, debe de ser la persona a la que menos le molesta en el PSOE mentarle la madre a quien sea menester. Nombrar a Óscar Puente como azote de herejes es un salto cualitativo que ni en los mejores tiempos de Alfonso Guerra. Como Óscar Puente no es un cancerbero del socialismo sino del Partido Socialista, la venganza está más encarnada. Porque no se trata de defender tanto principios como el castillo.
Por eso es un buen aviso a los navegantes ebrios de impunidad del PP y de Vox -o ebrios a secas-, sabiendo que, si se salen del tiesto, la probabilidad de que reciban una revolcada sin mayores envoltorios es muy alta. Tan es así que Sumar ha anunciado que va a subir más el tono, después de haber concentrado su distancia con Podemos precisamente en lo que llamaban «ruido». El «ruido» de Podemos eran discusiones dentro del gobierno, siempre sobre la base de políticas progresistas que el PSOE era remiso a aceptar. Los bofetones con guante de hierro del Ministro de Transportes -que hacen de aquel ruido susurros de enamorados- siempre forman parte de ajustes de cuentas entre las dos patas del bipartidismo, a mayor disfrute de los militantes de ambos partidos pero que quedan lejos de los intereses de la ciudadanía. No molestaba el «ruido» de Podemos. Molestaba que el ruido ensanchaba la política hacia la izquierda.
El PP parece haber entendido que si Sánchez le recuerda las fotos de Feijóo con el narco Marcial Dorado, ellos tienen derecho a propalar sospechas sobre la mujer del presidente del Gobierno, aunque no tengan pruebas que sostengan su amenaza. Al PP se le da de miedo sembrar mierda. ¿No llevan décadas haciendo eso sus periodistas favoritos? Pero tanta mierda termina dejando mal olor en las moquetas de las instituciones.
La polarización política sin polarización social solo sirve a la derecha, que va minando la credibilidad en la política, sabedora de que a quien más le afecta siempre la desmovilización es a la izquierda. Por eso no van a parar. El problema es que los principales actores políticos están dando claras señales de desesperación. Y la trifulca política es un espejo de esa desesperación.
Pedro Sánchez no es un hombre de ideas, no tiene lecturas ni maestros para tener un proyecto de España propio y vivió el PSOE como una institución desde la que hacer un proyecto político profesional. La crisis que sufrió el PSOE con el 15M desbarató su estructura interna -que estaba carcomida- y lo sumió en una montaña rusa en donde cualquier cosa era posible. Por un lado, el viejo PSOE; por otro, la improvisación. (Por eso Sánchez pudo ir a quejarse con Évole de la conspiración contra él de los poderosos y luego darle exclusivas a Ferreras).
Sánchez es rehén en exclusiva de su baraka, esto es, de su suerte, que le permite hacer jugadas imprevisibles que descolocan a sus adversarios. Movimientos que le otorgarían el adjetivo de «loco» en el caso de fracaso, pero le entregan el marchamo de «brillante» mientras la fortuna le ha venido acompañando.
¿Se le ha acabado a Sánchez la baraka? El adelanto de las elecciones en Cataluña y el fracaso, por vez primera tras tres presupuestos, de las cuentas que iban a aprobarse este año, pueden ser señales en esa dirección. El informe de la Comisión de Venecia y la aprobación de la amnistía podría ser una señal en la dirección contraria, pero la imagen de chantaje que le acompaña y la insistencia de Junts de decirnos que no han aprendido nada, dan alas a las críticas a este perdón político que necesitaría menos desesperación política para ser virtuoso. Que la cuenta en X de Mr. Handsome, que expresaba un supuesto glamour surgido de la sociedad civil, sea una cuenta llevada por alguien contratado por el PSOE, alimenta igualmente, desde la anécdota, esa sensación de fin de fiesta. En el PSOE hay mucha gente esperando a Sánchez en la bajadita. No deja, ni mucho menos, un partido ordenado y pacificado.
Feijóo lo tiene aún peor. Lo que desgasta no es el poder, sino no tenerlo. El escándalo del novio de Ayuso -que ha devuelto a Pablo Casado una mirada más amable que la que le brindaron cuando fue defenestrado- le da a Feijóo más respiro que la victoria en Galicia. Porque si bien una derrota en su feudo hubiera significado prácticamente su salida, la victoria no era un salvoconducto. Con el escándalo del novio ATS millonario de Ayuso, no solo enriquecido durante la pandemia con una comisión de 2 millones de euros vendiendo mascarillas, sino imputado por usar decenas de empresas falsas para crear facturas por trabajos no realizados y defraudar presuntamente a hacienda, se completa un círculo donde están también el padre de Ayuso, su madre, su hermano y su antiguo novio, todos envueltos en tejemanejes económicos ilegítimos y ya se verá si ilegales. Otros que están en política para forrarse. La gente que vota a Ayuso ¿lo hará porque en su caso obrarían de la misma manera?
Vox pierde constantemente votos a favor del PP -aunque el bloque de la derecha no varía- y por eso Santiago Abascal, que no ha trabajado en su vida, anda manejando su partido con el látigo, no vaya a ser que a su edad le pase como al príncipe Carlos y tenga que empezar a dar el callo ya talludito. La desesperación de Vox está en que si los medios de comunicación le quitan el apoyo, se disuelven como un azucarillo en un carajillo español.
Yolanda Díaz protagonizó estos días una imagen equívoca, permaneciendo sentada en su escaño de la bancada azul, con gesto contrariado, mientras los demás miembros del gobierno celebraban exultantes. El revés en su feudo gallego, donde no sacó representación, la falta de control sobre los Comunes -que han obligado al adelanto electoral en Cataluña-, la salida de Podemos al grupo mixto – que ha enfadado a Sánchez con Sumar- y el más que previsible mal resultado del partido de Díaz en las elecciones en el País Vasco son realidades que llevan a la desesperación a la líder de una fuerza política que, a día de hoy, solo ha servido para devolverle a Íñigo Errejón -con un único escaño- la portavocía que perdió cuando abandonó la fuerza morada. Dentro de Sumar, también hay desesperación en Izquierda Unida y, dentro de Izquierda Unida, en el PCE, que ha visto cómo sus juventudes se marchan, cómo una federación tan importante como Madrid se aleja de la dirección y que está sujeta a un proceso interno tensionado y de enorme confrontación. Todo en un contexto donde las bases de IU y del PCE no entienden la falta de propuestas en Sumar diferentes a las del PSOE.
Podemos, tras sus muchas cuitas, sigue jugándoselo todo a las europeas y a la figura de Irene Montero. Su paso al grupo mixto le ha devuelto una visibilidad que no tenían. Además, los errores de Sumar -políticos y estéticos- han devuelto a Podemos parte de su razón de ser, aunque el espacio sigue sumido en el pasado, el desencuentro y el enfado. Las europeas no van a disipar la desesperación. Un escaño en la eurocámara no puede compensar la pérdida de cinco millones de votos ni regresar el papel esencial que ha desempeñado Podemos en los últimos diez años. Y no será porque no es urgente que ese espacio se recupere.
Anda desesperado el PNV por no perder su condición hegemónica, mientras que Bildu es de las pocas fuerzas que tiene la desesperación bajo control, al menos hasta que lleguen las elecciones y tenga que volver a satisfacer a sus sectores independentistas más duros. La desesperación de ERC es Junts y la desesperación de Junts es ERC. Y ambos saben que el procés es agua pasada y la sobrerrepresentación a la que se obligan mutuamente es bastante probable que solo sirva a otras fuerzas políticas. En conclusión, no hay muchos líderes políticos ahora mismo en España que estén sosegados.
Y lo están por una mala situación que les amenaza personalmente, no por asuntos vinculados a la marcha del país. Como ejemplo máximo de esto, pensemos que Sánchez podía estar en contra de la amnistía (como dijo tantas veces), y Feijóo, a favor (como le dijo a Junts cuando se reunió con ellos). ¿Quién puede enamorarse de esta manera de hacer política? Al final, la firmeza ideológica solo parece mantenerla Podemos, aunque parece evidente que eso no basta. Como venimos diciendo, hasta las elecciones europeas no habrá verdaderos movimientos.
La corrupción en el PSOE y en el PP debiera servir para volver a levantar la bandera de la regeneración, alimentada por el contraste entre quien no puede pagar un alquiler y el dueño de Mercadona, y afianzada por la indignación que produce la situación internacional. A los jóvenes ya les va tocando montar su 15M. Y que se desesperen de verdad los que malbaratan la desesperación.
Fuente: Público