El concepto y la definición de parlamento derivan de la expresión “parlar” o lo que es lo mismo, hablar. Esa es lo que en su esencia caracteriza o debería caracterizar a todas las instituciones legislativas.
Por: Toño Nerio
Si en una cámara legislativa, cámara de representantes, cámara de senadores o asamblea legislativa no se habla y no se discute, eso no puede ser considerado desde ningún punto de vista un parlamento.
Si en un parlamento no hay parlamento, entonces eso no es un parlamento. Simplemente es una manada de borregos y vacas que balan y mugen, respectivamente, por un poco de pienso, por un manojo de zacate.
Con la escasísima excepción de los pocos representantes del pueblo salvadoreño que puedo contar, y hasta en exceso, con los dedos de una mano, el resto de los llamados diputados que integraron la legislatura que ha terminado el 30 de Abril de 2024, en su inmensa mayoría no valen ni el sueldo que cobran. Son, solamente, una majada.
Por la totalidad de los integrantes de esa majada –no en su concepto bíblico, ni en el que comúnmente es entendido en El Salvador, sino el otro, del diccionario- votó a ciegas, literalmente, una inmensa cantidad de ciudadanos. No por cada uno, sino en montón .
La razón fue bien simple. Ninguna de las personas que aparecieron en los listados de candidatos hizo promoción de sus candidaturas ni de sus programas y plataformas de trabajo legislativo. Solo hicieron una promesa: “Mi único compromiso es ser estrictamente obediente y cumplir sus órdenes al Presidente de la República.”
Constitucional y legalmente, pero sobre todo, de manera absolutamente legítima, esas personas se convirtieron en la primera mayoría legislativa del Congreso para el periodo 2021-2024. Juntos reunían la mitad más uno de los votos para la aprobación de todas las iniciativas de ley que para ser aprobadas solo requieren esa proporción. Para las leyes que como condición legal de su proceso de formación necesitan de una cantidad superior –la llamada mayoría “calificada”- estaban los dudosamente “honorables” diputados de los partidos pre-pago, satélites, sumisos, socios y cómplices del Presidente de la República. No había ningún problema con la aritmética legislativa.
La promesa que le ofrecieron a los votantes cuando eran candidatos a lo largo del tiempo que duró la campaña proselitista, por primera vez le fue cumplida al pueblo en el salón de reuniones del Palacio Legislativo. Ni una sola de las órdenes del presidente de la República fue jamás analizada, discutida ni – ¡por dios! – rechazada, todas recibieron los votos de aquella manada.
Y no desde otro día. El mismo 1º de Mayo de 2021 entraron a una frenética aprobadera de decretos elaborados en Casa Presidencial por el cuerpo de abogados protectores de los intereses de la familia presidencial.
Sobra decir que aprobaron por unanimidad el Decreto No 1, que dice que habiéndose reunido el número de diputados establecidos en la ley para instalar la legislatura quedaba abierto el periodo de sesiones que finalizaría el 30 de abril de 2024.
Lo importante, fundamental, histórico, decisivo para la Nación, fue lo que vino desde el siguiente minuto: el Decreto No 2, de la misma fecha, que contiene solamente tres artículos: destituyó de sus cargos a todos los magistrados propietarios, artículo 1º, y magistrados suplentes, artículo 2º, de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. El artículo 3º señala que el decreto entra en vigor a partir de su publicación.
El Decreto No 3 declaró “elegidos” y “designados”, a los magistrados propietarios y suplentes, así como al que sería presidente de la Corte Suprema de Justicia, todos en sustitución de los destituidos mediante el Decreto No 2. La única misión de estos usurpadores era la de declarar “constitucional” la reelección presidencial de bukele.
En el Decreto No 4, del mismo día y fecha que los anteriores, y con la misma premura, se destituyó al Fiscal General de la República.
De la misma forma, en el Decreto No 5, se dio a conocer el nombre del nuevo Fiscal General de la República, cuya única función sería la de no perseguir a los usurpadores de la Corte Suprema de Justicia y sí dirigir la persecución contra todos los que pusieran en duda la rectitud de los fallos del máximo tribunal usurpador de lo constitucional.
En una sola sentada, con los votos de todos los partidos de la ultraderecha se produjo el golpe palaciego legislativo que le dio el control absoluto de los tres poderes del Estado a la sola persona del Presidente de la República.
Al final de los tres años de la más oscura legislatura, la majada se despacha con una última acción de traición a la Patria: aprueba la reforma constitucional que les ordenó bukele para atornillarse para siempre en la silla de Capo. La siguiente legislatura solo tiene que ratificarla y ya estarán cumplidos los sueños de poder absoluto para el tirano.
La característica de todos estos decretos, es que marcaron la pauta de lo que sería el comportamiento de la majada bukelista y de sus comparsas a lo largo de los siguientes años: el pase al salón del pleno, sin ningún trámite, de los papeles que mandan los abogados desde Casa Presidencial, sin lectura ni estudio del contenido, la obligatoria votación a favor, la aprobación instantánea y su legalización como decreto al publicarla.
A partir del 1º de Mayo de 2021, las comisiones legislativas pasaron a formar parte de la larga lista de las desapariciones forzadas, junto a otras más –como las del dinero-, que ocurren cada día en El Salvador, desde que bukele asumió la presidencia.
Hasta que tomaron posesión de sus cargos los diputados de bukele, muy excepcionalmente y solamente por su carácter de verdadera extrema urgencia, una pieza de correspondencia podía saltarse todas las etapas del proceso de ingreso al pleno, mediante la llamada “dispensa de trámites”. Pero solo hasta ahí, porque luego se leía, se analizaba y se discutía, antes de votar para aprobar o desechar el asunto.
Pero la falta de parlamentarismo no se queda en esas marranadas. Toda la prepotencia y vulgaridad de la legislatura del régimen quedó de manifiesto cuando el presidente bukelista del Congreso le dijo babeando su desprecio a la única diputada del Partido Vamos, Claudia Ortiz, “nada que venga de usted va a pasar a esta plenaria”.
Cuando veo a esos legisladores de los salvadoreños, que no míos, recuerdo la escena de la entrada de la memorable película con la que dio inicio la excelente serie de El Padrino.
Buona sera, el enterrador honrado, llega a casa de Don Corleone para pedir un favor. Le cuenta como a su hija le destrozaron el rostro su novio y un amigo que quisieron abusar de ella. El Padrino le recrimina porque aunque se conocen desde hace mucho tiempo, el empresario nunca lo invita a su casa a tomar una taza de café. El mafioso le dice “y eso que mi esposa y yo llevamos a la pila bautismal a tu única hija.”
Obviamente, a Buona sera le repugna y asquea la vida criminal del mafioso, pero en su deseo de venganza, porque la justicia xenófoba de los estadunidenses liberó a los que le arruinaron el rostro a su hija y se burlaron de él y de su familia de inmigrantes, va en busca de El Padrino, el Capo de la Mafia, y le pregunta cuanto tiene que pagarle para que mate a los agresores impunes.
Don Corleone está muy enojado porque lo ha atendido aunque para ello tuvo que salirse de la boda de su hija. Pero más aún porque el dueño de la funeraria lo ha ofendido ofreciéndole dinero. Nunca me has llamado Padrino, le dice, y tiende su mano para que Buona sera la bese, reconociendo su autoridad; luego lo despide, satisfecho el hombre se va. Pero sabe que un día va a tener que pagar con su lealtad al criminal.
Así están los salvadoreños que fueron agredidos por las pandillas y vivieron décadas de miedo bajo su férula. Hoy se arrodillan y besan la mano del padrino rogando por su venganza y agradeciendo que castigue a cualquiera, aunque no sean culpables.
No les importa que viole todas las leyes, destruya la Constitución y acabe con la República. Que robe y mate, no importa, solo que les satisfaga su deseo de venganza.