María Jesús López Latorre, doctora en psicología y profesora de la Universidad de Valencia, España, en su obra “Psicología de la Delincuencia”, publicada en el dos mil siete, nos presenta su génesis, desarrollo, formas de prevenirla y programas para contrarrestarla.
Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*
La obra está estructurada en nueve capítulos. En cuatro de ellos es autora. En el capítulo dos le colabora José Luis Alba Robles, en el tres y cuatro Ana D´Ocon y en el quinto Vicente Garrido. El capítulo nueve es explicados por Vicente Garrido Genovés.
En el primer capítulo “Definición de la conducta social y delictiva”, López Latorre afirma que la personalidad antisocial crece en la infancia y persiste en la vida adulta. Características familiares de niños antisociales son: psicopatología de sus padres, malas prácticas disciplinarias, relaciones conflictivas padres-hijos y relaciones conflictivas entre los padres. Siendo los factores ambientales: familias numerosas, hacinamiento, alojamiento inadecuado, nula educación de los padres, desventajas socioeconómicas y ambientes escolares desfavorables.
En el capítulo dos, “Predicción de la conducta delictiva: vulnerabilidad y resistencia”, López Latorre y José Luis Alba Robles consideran que, el predictor más importante de la delincuencia es el comportamiento antisocial desde la infancia. Esto debido a una falla estructural y funcional de la familia. Y como variable socio ambiental, un ámbito escolar donde predominan los castigos y la escasa atención a los problemas de los alumnos.
En el tercer capítulo “Aspectos psicológicos del delincuente: procesos cognitivos y conducta delictiva”, López Latorre y Ana D´Ocon consideran que hay una fuerte carga genética en el perfil del sujeto delincuente. Sus rasgos psicopáticos y antecedentes de violencia se deben a la reducida lateralización del hemisferio izquierdo, que explica la incapacidad para auto regular su conducta a través de los diálogos internos. La conducta antisocial es una ruptura de procesamiento cognitivo secuencial que media entre el estimulo y la respuesta, las conductas coercitivas hacen que el sujeto interprete los estímulos neutros como amenazantes y esta errónea interpretación arroja una respuesta agresiva. Un niño víctima de una disciplina abusiva, tendrá mayor probabilidad de tener patrones de codificación inadecuados.
En el cuarto capítulo “Aspecto sociales del delincuente”, López Latorre y D´Ocon expresan que los padres de jóvenes delincuentes tienden a ser inconsistentes en sus prácticas disciplinarias. Estos, los padres de niños antisociales, son menos propensos a controlarlos. La mala aplicación de técnicas de crianza se traduce en comportamientos problemáticos en el hogar y en otros contextos como la escuela. La familia disgregada es determinante en la delincuencia infanto-juvenil, pero, es más relevante la calidad de las interacciones de los padres, estén separados o no. Los padres de delincuentes presentan escasa solvencia económica y poca cultura. Contrariamente, el éxito escolar tiende a aislar el desarrollo de conductas ilegales, en cambio, los malos resultados escolares propician delincuencia futura. En los centros escolares la presencia de castigos, malas condiciones, escasa atención y pocos elogios facilitan la conducta antisocial. La Teoría de la Tensión o Frustración dice que, los chicos con menos oportunidades de éxito académico, compensan su frustración con delitos. Y la Teoría del Desarrollo Social expresa que, si hay oportunidades para implicarse en la escuela y son reforzados por su desempeño, va a darse una relación positiva con su medio escolar.
En el capítulo cinco titulado “Integración: persona, conducta y ambiente”, López Latorre y Vicente Garrido dicen que la Teoría Multifactorial subraya factores situacionales y ambientales en la conducta delictiva. La Teoría de los Rasgos Latentes expresa características personales de riesgo en el comportamiento delictivo. Y la Teoría de las Etapas Vitales una propensión individual estable para la conducta delictiva. Teorías de Corte Psicológico, como la de Ferrington, opina que la toma de decisión para cometer delito depende de la oportunidad y la probabilidad en una situación concreta. El Modelo de Andrews y Bonta platea la existencia de determinantes de la acción en situaciones particulares que se centran en principios del condicionamiento clásico y operante. Y el Modelo de Walters afirma la existencia de un “Estilo de Vida Criminal”, donde hay una continua violación de reglas y leyes sociales.
En el capítulo seis “La Prevención de la Conducta Delictiva”, López Latorre explica los tipos de prevención. La Prevención Primaria evita que se produzcan nuevos delincuentes. La Prevención Secundaria rompe el progreso de conductas problemáticas todavía insignificantes. Y la prevención terciaria trata un desorden ya establecido en sujetos contactados con el sistema penal. La estrategia más señalada en prevención es enseñar a los padres técnicas de crianza basadas en la comprensión empática y el razonamiento. La escuela es un lugar destacado para promocionar la competencia social, es decir, promover un patrón de adaptación efectivo caracterizado por autoconsciencia, asertividad y empatía.
En el séptimo capítulo titulado “El Tratamiento de la Conducta Delictiva”, López Latorre indica como medida alternativa al internamiento, la reparación extra judicial. Es hacer efectiva la justicia reparadora: si alguien perjudica a otro ha de responsabilizarse de tal hecho, pedir disculpas y restituir el daño. Los programas penitenciarios intentan cambiar la conducta antisocial modificando aspectos concretos del delincuente. La intervención moderada se ofrece a delincuentes de bajo riesgo y el tratamiento intensivo a delincuentes de alto riesgo. Programas eficaces son el Programa de Competencia Psicosocial, dirigido a formar actitudes y conductas pro sociales. Y la Terapia Multisistémica, enfoque terapéutico personalizado en la familia y en la comunidad, dirigido a jóvenes agresores violentos y crónicos.
En el capítulo octavo titulado “La Delincuencia Violenta”, López Latorre define agresión a una conducta que pretende herir física o psicológicamente a alguien o a algo. En ella participan factores ambientales, cognitivos y sociales, orgánicos y de personalidad. Para disminuir las tasas de agresividad hay que reducir la desigualdad social, eliminar el contenido violento de programas televisivos y fomentar conductas pro sociales en el ámbito escolar.
Y en el capitulo noveno titulado “Psicopatía y delincuencia”, Vicente Garrido define al psicópata como un depredador de su propia especie, para lo cual emplea su encanto personal, manipulación, intimidación y violencia. Los psicópatas no solo se hallan en prisiones, sino, en toda la sociedad. Para Robert Hare, psicólogo canadiense, su atributo esencial es una disfunción afectiva en la esfera interpersonal. A través de técnicas de neuro imagen aplicadas a delincuentes violentos y psicópatas, Adrian Raine, psicólogo británico, encontró una baja actividad de la corteza pre frontal que predispone a la violencia y una destrucción de la amígdala que se traduce en carencia de miedo y reducción de la excitación autónoma. Los delincuentes psicópatas, tanto adultos como jóvenes, reinciden. Friedrich Lösel, psicólogo alemán, prescribe un tratamiento intensivo en un ambiente estructurado y positivo, para neutralizar las redes antisociales de apoyo y enfatizar la prevención temprana antes que se consolide la personalidad psicopática.
*Psicólogo salvadoreño