Estado o mafia | El absolutismo despótico

Vieja receta amarga de dictadores

  • Según el historiador Paul Veyne, el Imperio romano tenía la estructura de una gran mafia, en la cual no existían restricciones para la ley del más fuerte y solo el clientelismo permitía la supervivencia de los débiles, pobres o pequeños. El fraude, la estafa, el robo y la violencia, incluyendo las violaciones, no eran considerados delitos criminales (penales) sino privados (civiles) y, al no existir la policía, cada ciudadano debía tomarse la justicia por mano propia. Los jueces se dedicaban únicamente a dirigir el proceso para que un jurado decidiera la inocencia o culpabilidad pero la búsqueda del culpable así como la ejecución de la sentencia corría por cuenta de la víctima.
  • No existía un poder público que pudiera poner un límite a una venganza personal. No existía un Estado como lo conocemos ahora, el imperio estaba dominado por clanes. Todos estaban bajo la protección de otro jefe más fuerte. El derecho romano era una acumulación de jurisprudencias, muy diferentes en cada región del imperio. Lo único invariable era el proceso. Por eso el derecho penal era arbitrario. (Veyne, Paul. El Imperio romano era una mafia. L’Histoire, número especial «Le Crime. Juges et assasins depuis 5000 ans», julio de 1993, número 168, pp. 84-85).

Por: Miguel A. Saavedra


En los últimos tiempos, hemos visto un aumento en la promoción de ideologías autoritarias, donde se celebra la obediencia ciega y la represión de la disidencia. Estas narrativas pueden parecer convincentes para algunos en el presente, pero su burbuja está destinada a estallar con el tiempo, para bien o para mal. Exploraremos los peligros de estas narrativas y la importancia de respetar la autonomía de los poderes en la construcción de una nueva república.

La narrativa actual de despotismo absoluto y obediencia ciega se ha impuesto en la sociedad durante demasiado tiempo. Es una narrativa que promueve la idea de una verdad única y sofoca cualquier forma de disidencia.

Es una narrativa que crea una burbuja, protegiendo a los individuos de cuestionar la autoridad y aceptar el statu quo sin dudarlo. Pero, ¿cuáles son las consecuencias de vivir en una burbuja así?

En El Salvador hemos probado ya esa receta amarga en el pasado: un deseo desmesurado de poder, represión como respuesta a cualquier forma de disenso e incluso derramamiento de sangre. Resulta evidente que el sistema actual tiene defectos. La concentración de poder en los poderes judicial y legislativo, controlados desde el ejecutivo y por aquellos en el poder, dificulta la posibilidad de lograr un cambio real.

Y las nuevas generaciones deben saber que de esa medicina amarga prescrita en los antiguos romanos y en los manuales del dictador, el general Maximiliano Martínez, hace 90 años, ya hemos tenido suficiente harto. Pero hasta qué punto estarán dispuestos a repetirla y un pueblo a soportarla?

Las consecuencias de seguir ciegamente una sola narrativa:

El disenso es un aspecto esencial de una sociedad que funciona. Permite que se escuchen y consideren diferentes perspectivas, lo que permite el progreso y el crecimiento. Sin embargo, la narrativa del despotismo absoluto y la obediencia ciega suprime este elemento vital. En esta burbuja, cualquier forma de disidencia se considera rebelde y se enfrenta a la represión y el castigo. Esto puede conducir a una sociedad de mente estrecha que es incapaz de pensar críticamente por sí misma y aceptar todo lo que se le dice sin cuestionarla.

La importancia de cuestionar la autoridad:

Aceptar ciegamente una sola narrativa no solo obstaculiza el progreso, sino que también crea un peligroso nivel de obediencia. Este nivel de obediencia incondicional puede ser fácilmente manipulado por quienes están en el poder, lo que lleva a abusos y violaciones de los derechos humanos. Cuestionar la autoridad no es un signo de rebelión, sino más bien una herramienta necesaria para responsabilizar a quienes están en el poder y asegurarse de que están actuando en el mejor interés de la sociedad.

La necesidad de una nueva república:

Para romper esta ilusión de despotismo absoluto, es necesaria una nueva república que respete la autonomía de los poderes. Es crucial contar con un sistema que permita los controles y equilibrios de poder, evitando la concentración de poder en manos de unos pocos. Esta nueva república también debe promover una cultura de pensamiento crítico y alentar a las personas a cuestionar la autoridad.

Los defectos del sistema actual:

Está claro que el modelo actual tiene muchos defectos. La concentración de poder en los poderes judicial y legislativo, controlados por quienes están en el poder, dificulta que se produzca un cambio real. La ilusión de un despotismo absoluto es mantenida por los que están en el poder, utilizando esta concentración de poder en su beneficio. Esto crea un sistema en el que la disidencia se enfrenta a la represión, y los que están en el poder siguen teniendo el control sin rendir cuentas.

Resulta evidente que el sistema actual tiene defectos. La concentración de poder en los poderes judicial y legislativo, controlados desde el ejecutivo y por aquellos en el poder, dificulta la posibilidad de lograr un cambio real. La ilusión de un despotismo absoluto es mantenida por quienes ostentan el poder, aprovechándose de esa concentración de poder en su propio beneficio. Esto crea un sistema en el que la disidencia se enfrenta a la represión, y aquellos en el poder siguen manteniendo el control sin rendir cuentas.

Es hora de reventar la burbuja y crear una sociedad en la que se adopte el pensamiento crítico y el disenso. Trabajemos por una sociedad en la que la obediencia ciega ya no sea la norma, sino una sociedad que aliente a los individuos a pensar por sí mismos y a responsabilizar a los que están en el poder.

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