Taylor Swift y la religión: de la invocación demoníaca a la misa dominical

En Homo Deus: breve historia del mañana, su autor Yuval Noah Harari define de manera aventurada, a mi entender, a los artistas, deportistas y figuras públicas como los nuevos dioses en nuestra postmodernidad.


Por: Fabian Acosta Rico


Si nos atenemos a esta afirmación, podríamos decir que los creyentes en esta modernidad líquida están adoptando nuevas prácticas religiosas acordes con la cultura y el esoterismo de masas, en las que imitan la rigurosidad y solemnidad religiosas sólo en lo superficial.

Ante el debilitamiento, casi famélico, de la religión en el entendido que pocos creyentes siguen los preceptos de su fe con el rigor debido, algo tiene que llenar la necesidad de lo sagrado, lo trascendente, lo espiritual que de forma natural tenemos los seres humanos. El caso de Taylor Swift es sumamente significativo. Ella es toda una líder de opinión, mueve conciencias y marca tendencias. Sus seguidores más fervorosos la veneran, tal como lo describe Noah Harari, se saben cada detalle de su vida, asisten a sus conciertos con el outfit sugerido, por no decir dictado, por su estrella y en ellos experimentan verdaderos paroxismos emocionales colectivos.  Colgándose de la fama de esta cantante pop, la iglesia protestante Heiliggeistkirche, de la ciudad alemana de Heidelberg, ofreció dos servicios religiosos el 12 de mayo, cuya particularidad fue que se tocó música en vivo. Pero no se trataron de cánticos religiosos de alabanza, como es común, sino que el repertorio completo consistió precisamente en canciones de Taylor Swift.

Inicialmente, se ofrecieron boletos para un primer servicio religioso con tanto éxito que se vendieron 423 entradas desde el principio; ante esta buena respuesta, los organizadores decidieron organizar otro. El pastor a cargo de los eventos, Vicenzo Petracca, declaró en su momento que no se lo esperaba y señaló que su intención con estos oficios era llegar a otros públicos más jóvenes. Las seis canciones de Swift en estas modernas misas fueron interpretadas por la cantante alemana Tine Wiechmann. Sin embargo, estas misas amenizadas con música pop no fueron un experimento o innovación en esta Iglesia, ya antes la feligresía de Heiliggeistkirche, para ser exactos, desde el 2015, ha escuchado en sus misas canciones de artistas como The Beatles, Queen, Madonna y Leonard Cohen.

El tema de la religión parece perseguir a Taylor Swift; mientras en Alemania no ven mal utilizar su música para acompañar un servicio religioso, durante su gira, un obispo, el padre Dan Reehil, advirtió que una de las actuaciones de su concierto, en la que interpreta su éxito «Willow», estaba montada de tal manera que las vestimentas, la coreografía y la letra de la canción, todo en conjunto: las capas negras, los bailes alrededor de orbes valía y operaba, quizás involuntariamente, como un acto de brujería, una invocación de fuerzas demoníacas.

Reehil instó a los seguidores a no asistir a los conciertos de la cantante, ya que, desde su perspectiva y conocimientos, veía un peligro latente de naturaleza espiritual en estas invocaciones que bien podrían ser, como ya se dijo, involuntarias, pero no por ello menos eficaces: la cantante podría estar atrayendo a muchos demonios a sus conciertos, al menos así lo consideraba nuestro obispo, quien también es un reconocido exorcista. Le preocupaba que entre los fanáticos de la cantante hubiera niños, adolescentes y muchas jovencitas que desconocían los peligros de estos montajes brujeriles.

El padre Reehil, que oficia y reside en Nashville, Estados Unidos, advirtió en su momento: «Ahí es donde puede estar el problema, porque entonces tienes a estas niñas que literalmente adoran a Taylor Swift, que ahora se están poniendo en una posición en la que podrían ser atacadas por fuerzas demoníacas».

¿Cómo interpretar la ambigüedad del trabajo musical de una cantante pop como Taylor Swift? Por un lado, un pastor protestante no encuentra impropio utilizarlo, incluso para sus oficios religiosos, pero, por otro lado, tenemos a un reconocido exorcista sugiriendo al fandom de la cantante que se abstengan de asistir a sus conciertos ante el riesgo de terminar bajo la influencia de alguna entidad demoníaca.

¿A quién creerle, al pastor o al exorcista? ¿Quién tendrá la razón? Lo que, en cierto, es que en esta era de la postsecularización es fácil que lo sagrado reaparezca en una versión espuria y parodiado por un esoterismo de masas que, paulatinamente, está haciendo mella o labor de zapa en la religiosidad tradicional. ¿A cuántos fanáticos de Taylor Swift no les entusiasmó positivamente las advertencias del exorcista? Vamos y con suerte se nos aparece el demonio. O de los asistentes a las misas organizadas por Petracca muy probablemente la mayoría no encontró irreverente o sacrílego escuchar su sermón amenizado con música pop.

*Universidad de Guadalajara – México

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