La privatización del campo

El régimen nos ha compartido que resolverá los problemas de uno de nuestros sectores clave: el agro. La solución que nos ofrecen es tan creativa como simple. Los agricultores recibirán un bono por $75.00. Ahí está, poesía pura.


Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*


De acuerdo a los funcionarios estatales, con este recurso económico se resolverá el tema del abono, la semilla mejorada, sustratos y fertilizantes, esquejes, púas y planchas de injerto, etcétera. Una verdadera ganga para todos por casi nada.

Ahora y en serio, esa cantidad de dinero no resuelve la problemática del campo, donde las desacertadas políticas adelantadas han fracasado intencionadamente en la tarea de recuperarlo.

Y es que desde la implementación de las primeras medidas de ajuste adelantadas por el FMI cuando iniciaran los procesos privatizadores impulsados en el decenio de los 90´s del siglo pasado, toda política dirigida a asegurar cualquiera producción estuvo vetada de la planificación económica.

Solo puede rescatarse el caso de la generación de algunas semillas de factura completamente salvadoreñas, entre las que podemos citar la Sorgo CENTA RCV, o el arroz CENTA Nutremas.
Por otro lado, desde los pobres logros cosechados cuando se procuró implementar la reforma agraria, como por extensión la cada vez menor asignación de recursos técnicos y financieros al tema de la investigación y desarrollo de tecnologías nativas agrícolas, como la menor asignación en general de recursos financieros al rublo de la agricultura, todos están diseñadas para no resolver nada.

Y es que la visión impuesta por el mercado para nuestra agricultura es la de volvernos dependientes del exterior para satisfacer nuestras necesidades alimentarias.

El argumento dominante gira en torno al supuesto de que la producción agrícola extranjera es más variada, más asequible y de mejor calidad, lo que solo es cierto en el caso de la variedad y en razón del clima tórrido imperante en el territorio.

En cuanto a lo tocante a la calidad, depende por entero de los insumos involucrados, como de la educación que en torno a nuevas tecnologías agrícolas se implemente entre los agricultores, lo que sencillamente no ocurre en el país.

En lo concerniente a los costos, toda gira en torno a un mercado completamente desregulado, que con los dados cargados favorece solo a los intermediarios, elementos partidarios por regla general, en detrimento de los productores agrícolas, que tienen que afrontar un mercado voraz, donde los insumos por un lado y la producción por otro, es altamente controlado por estos individuos y el estado solo está para favorecerlos.

En tal escenario y sin la protección del estado de la que gozan los productores agrícolas en otras latitudes, por supuesto el productor producirá menos, y más caro.

Por otro lado, lo que no contempla el mercado es el escenario al que la pandemia nos expuso: la amenaza de absoluta carencia que solo pudo superarse gracias a los organismos multilaterales que hasta ahora nos siguen apoyando, que hiciera posible controlar en alguna medida los precios.

¿Será posible superar otro escenario parecido sin haber logrado la soberanía alimentaria?

*Educador salvadoreño

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