Quisiera que estas líneas pudiesen ser comprendidas por los salvadoreños que se regocijaron al ver a bukele con el traje de rey chiita –el mismo que usaba el Sha de Irán, Mohamed Reza Pahlavi-, pero sé muy bien que eso no va a ocurrir.
Por: Toño Nerio
M e gustaría que mis palabras encontraran oídos receptivos y mentes abiertas capaces de preguntarse qué cosa significa para la vida de las personas la orden de obediencia ciega que les dio el 1º de Junio de 2024 el nuevo monarca al coronarse. Pero no creo en conjuros ni en oraciones milagrosas que puedan cambiar esa realidad.
No tengo otro deseo que ver al pueblo convertido en una fiera capaz de destrozar al que lo acusa de ser su enemigo y de traición a la patria por el “grave delito” de no someterse al dictado de un cínico opresor ni permite una crítica. Pero no soy iluso, porque sé perfectamente que todavía es nonato el sujeto político que va a movilizar al pueblo para su liberación hasta conseguir rescatar la soberanía arrebatada.
La esperanza es una llama que debe vivir en el corazón de los que luchan por sacudirse la opresión, pero ella sola no basta sin una organización que reúna todas las fuerzas en un solo puño.
Sin embargo, cuando vuelvo la mirada a nuestra historia, de nuestro continente y del reino del que a nuestro pesar fuimos parte, encuentro que no es esta la primera vez que el pueblo bendice a su verdugo y besa el látigo que le arranca la piel y lo desangra.
Es entonces cuando puedo comprender lo que ahora pasa frente a mi mirada. Ya el 16 de abril de 1814, al final de la Guerra de Independencia de España, al regreso de Fernando VII, desde su prisión en Francia, algunos analfabetas políticos, junto a bastantes oportunistas y, especialmente, todos los cortesanos lambiscones de ese rey cobarde y bestial salieron a las calles al paso de la carroza real, desengancharon los caballos y jalaron el carruaje mientras cantaban “vivan las cadenas y mueran los negros” –a los liberales les apodaban negros los muy racistas siervos de la monarquía-.
Y comprendo semejante comportamiento de las masas porque eran muy pocas las personas que en España conocían la verdadera conducta torcida del traidor, vil y rastrero avieso monarca -y el de su no menos cobarde padre, Carlos IV- ante el agresor, invasor, ladrón y criminal asesino, Napoleón Bonaparte.
La plebe que se unía a la algazara repetía como perica “viva el rey absoluto” cuando los encargados de la propaganda deslizaban esa frase con la intención de ir instalando en la mente de las masas el rechazo a la “Pepa”, para volver a la opresión contra los más pobres, que eran el noventa por ciento de la población de un reino que abarcaba ambos lados de la “mar océano”.
La llamaban “la Pepa”, por haber sido aprobada el Día de San José -el 19 de marzo de 1812-, aquella primera Constitución liberal, verdaderamente española, de todos los confines, escrita en el puerto de Cádiz bajo el inclemente asedio del bombardeo bonapartista; como era la costumbre católica la bautizaron cariñosamente así, sin caer en la cuenta que de ese modo la convertían en tocaya de José (Pepe) Bonaparte, el usurpador, hermano del Emperador Napoleón I, que cumplía años ese mismo día.
La Guerra de Independencia había comenzado el 2 de mayo de 1808, cuando los madrileños, hombro a hombro con Manuela Malasaña y Clara del Rey, se levantaron armados de tijeras y cuchillos, palos y agua hirviendo, enfrentaron y derrotaron a las tropas francesas en defensa de su tierra y su soberanía. Pero los refuerzos franceses que llegaron al día siguiente -simbólicamente el propio Día de la Cruz- vencieron a los patriotas, los capturaron y fusilaron. Francisco de Goya nos dejó plasmadas esas escenas en dos de sus cuadros más famosos.
El ardor del levantamiento heroico de 1808 y la valentía de los representantes de las Juntas de todas las provincias que se reunieron en 1812 en la Junta Suprema en Cádiz fueron borradas de las mentes de la plebe para instalar en ellas la idea del “Rey Deseado”, sin pensar que estaban aupando al que los llevaría al desarrollo del tiempo abominable del gobierno despótico y cruel y que terminarían apodándole “el rey Felón”.
Como todo tirano, Fernando VII y sus propagandistas tenían prisa por borrar la historia de heroísmo del pueblo que reclamaba su soberanía a costa de su vida. Como todos los ególatras, pretendía ser el omega de la historia.
El rey macrofalosómico no solo actuó de la manera más estúpida, dejándose influir por sus cortesanos del círculo íntimo, sino que debido a sus propias perversiones desconfiaba de todo no permitiéndose escuchar a los que le pedían cambiar sus decisiones porque estaba socavando las bases de su reino. Al final, sobrevino el declive de España y la pérdida completa de sus posesiones de ultramar. La ambición ciega llevó a la desaparición del que por siglos fue el reino más extenso del planeta.
Los representantes de las juntas regresaron a sus provincias cargados de los ideales del liberalismo y se pusieron a la cabeza de los movimientos de liberación nacional, que conocimos como movimiento de independencia. Pero, eso, es otra historia.
Lo que hasta aquí he tratado de poner en negro sobre blanco es la enorme similitud que existe entre aquella monarquía despótica y cruel y lo que ya se advertía que estaba naciendo también desde hace bastante tiempo en El Salvador, pero que la ambición ilimitada de los que metieron a bukele al FMLN no vieron o no quisieron ver.
El advenimiento del rey felón tropical, incluyendo las poses, discursos y vestimenta no distan nada del cobarde farsante ibérico que llamó querido amigo y le entregó la corona al jefe del imperio invasor, al asesino de su pueblo, a cambio de que le permitiera ser el esposo de una de sus hermanas imperiales. Cobarde y sucio, felón de pacotilla: quería salvar su pellejo a cambio de convertirse en cuñado de su carcelero. Bribón, pero no conocía el tamaño de la inteligencia de Napoleón que no quería traidores en su casa.
Igual este, que hoy quiere una silla en la mesa de los oligarcas, pero que difícilmente se lo van a permitir porque todos le conocen perfectamente su vocación e historial de traidor, que en su ambición de poder y codicia de riquezas no perdona ni a sus mejores amigos. Remember Alejandro Muyshondt. Felón.
Cierto que lo han dejado saquear las arcas del Estado, porque ese daño no les afecta y va a ser reparado con los impuestos que pagan los pobres.
Cierto que lo han dejado romper toda la legalidad y destruir toda la institucionalidad de la República que les ha servido de ropaje para presentarse ante la comunidad de las naciones como un Estado moderno. Pero eso es únicamente porque, para ellos, los oligarcas, ni las leyes ni las instituciones ni la República han existido nunca en sus dominios feudales.
Al igual que en el pasado utilizaron a una dictadura encabezada por un torturador y vil asesino militar profesional, hoy pueden utilizar con la misma frescura de una lechuga a una dictadura civil para ejecutar los mismos crímenes por medio de los mismos hombres uniformados. Ni en uno ni en otro caso las cortes penales internacionales ni las cortes interamericanas de derechos humanos van a sentar en el banquillo a los perfumados señores de la oligarquía, sino a los gobernantes y militares.
Si los oligarcas tuvieran una pizca de ingenuos o un minuto de despiste no habrían estado en el centro de mando de la sociedad salvadoreña; como dios, son el gobierno real pero invisible que lo decide todo, en cualquier momento, desde que terminaron las guerras de rapiña que arrasaron nuestras pequeñas provincias de la América Central.
Para los oligarcas, o sea, esas familias de origen europeo que llevan tatuada en su alma el racismo y el clasismo milenarios, los bukele siguen siendo los mismos beduinos que hace apenas un siglo se arrimaron a las costas del continente, aunque sin camellos, pero con la misma costumbre de ir de pueblo en pueblo y casa por casa con sus mercancías baratas a plazos infinitos y sus contrabandos y estafas eternas.
Para esos blancos de ojos verdes y cabellos rubios, los beduinos no caben en su genética. Apenas hace un siglo en el diccionario de la lengua francesa los definían como ladrones, violadores, analfabetas. Conceptos racistas. Es su ideología en todas partes de nuestro continente. Los bukele solo son guardianes absolutos, nada más.