Crisis migratoria, realidad oculta

“Semos trashumantes” Así resume Pedro Geoffroy Rivas, en su obra “Los Nietos del Jaguar”, al hecho de que somos un pueblo que está signado por razones socioeconómicas a la trashumancia.


Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*


R oque Dalton es más prosaico con su poema de amor, donde nos refiere con crudeza. La cuestión es que somos un pueblo al que se le ha negado todo: memoria, salud, educación, espacio, dignidad, existencia propia. Porque la parcela sobre la cual nacemos es reclamada por otros, que se lo han apropiado todo mediante la fuerza, como sucede ahora mismo, ahí en oriente y en la costa.

En las grandes ciudades a donde, bajo la excusa de impedir accidentes, se les ordena a los vendedores retirarse, mientras junto a los privados las autoridades, adelantan sendos proyectos habitacionales y comerciales, donde no caben los primeros, beneficiando a esos privados.

Ello está reseñado por separado por OXFAM, como por la banca multilateral [BCIE, BM, BID, FMI], donde acusa como el régimen ha generado condiciones de prosperidad, ¡solo a 160 familias!, el 0,00002% de la población, sustentándose en sendos informes a los que cualquiera puede para confirmarlo, acceder en red.

El hecho es que incluso los profesionistas graduados de nuestro sistema universitario, tienen en su mayoría problemas para incorporarse al servicio activo en su respectiva especialidad, que depende de sus relaciones interpersonales, dejando solo a los mejor conectados con las mejores opciones.

Tal realidad patente en esos informes sobre el tema laboral del país, añade además el hecho de que no existe una política laboral sostenible ni sustentable, que para colmo tiene al frente ministerial laboral, a un demagogo que encubre dicha realidad y matiza los señalamientos que, por las faltas e infracciones cometidas por el régimen, tiene al país bajo la lupa de diferentes organismos multilaterales en materia laboral.

Esto, sumado a la violencia desatada por el régimen contra los sectores populares, se corresponde con una política dirigida a expulsar a la población del país, para que sean los desheredados, quienes mantengan al fracasado modelo que representa y defiende el régimen.

Es decir; si bien por ahora el número de inmigrantes ilegales que parten del país se mantiene por debajo de las mil partidas diarias, lo cierto es que las autoridades migratorias mexicanas señalan como el número se agita entre los 400 y las 700 salidas ilegales diarias, por razones económicas o de seguridad.

Con casi 3 millones de salvadoreños fuera del país, tenemos fuera virtualmente a la mitad de la población. La apuesta en cambio es atraer a los jubilados de la diáspora, pero, ¿vendrán? Las condiciones ofrecidas son superadas ampliamente por otros países, que lindan con el Atlántico que les es favorable, por lo que muy seguramente fallará.

¿Qué queda? Queda un abordaje objetivo y multidisciplinario del empleo como tal, para volverlo viable y sustentable, lo que supone acabar con los privilegios de clase que conforman el cáncer que nos ha roído desde siempre. Ello depende del compromiso del régimen, que solo tiene para con las élites.

*Educador salvadoreño

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