La vergüenza eterna

Había decidido no abundar en la ridícula ceremonia de inauguración del 1º de Junio de 2024, en la cual quedaron públicamente expuestos el dictador y sus cómplices que tantos daños han causado a la sociedad entera no dominante que habita el territorio antes llamado República de El Salvador.


Por: Toño Nerio


D esde los primeros días del mandato presidencial legítimo, legal y constitucional que el pueblo le dio a bukele advertí en mis artículos que se había abierto una caja de Pandora. Es que al buscar lo mejor, los votantes entregaron su alma al diablo empujados por una burda pero invasiva propaganda de mentiras acerca de un cambio radical y una ola de descalificaciones contra toda la política y todos los políticos.

Ya en el cargo, el joven presidente pronunció la única verdad en relación a la duración de su mandato al decir “necesito por lo menos cuarenta años para realizar los cambios que requiere este país”. Esa declaración encerraba la intención de destruir la Constitución y, con ella, la República.

Hecha esa confesión quedaban relevadas todas las pruebas. En efecto, desde entonces, todas sus acciones han sido una cadena de transgresiones a la ley que se dirigen hacia un mismo objetivo: acumulación de dinero y de concentración de poder militar y político.

Sus seguidores, enceguecidos por la propaganda, buscan toda clase de excusas para explicar todas las transgresiones, aunque sean evidentes fechorías propias de un frío y cruel criminal voraz, de un enemigo vengativo y de un ambicioso sin límites morales.

“Es que es disruptivo”, decían unos; “es que tiene que actuar contra las instituciones y las leyes porque no cuenta con apoyo legislativo ni en el poder judicial”, decían otros; “bueno, si todos los de antes ya robaron, déjenlo que robe”, decían los negligentes.

Cuando la caja de Pandora ha sido abierta y todos los males que contenía ya se han dispersado causándole daño al que se pone a su alcance, en el interior solo queda el espíritu de Elpis, la esperanza.

Pero cualquiera que haya tenido los ojos abiertos y suficiente tiempo para aprender de la vida sabe que ese espíritu es el más malo de todos, simplemente porque la esperanza es la prolongación de todos los suplicios. Esa es una idea nietzcheana, o sea del filósofo, poeta y loco alemán. Y el refrán dice que los niños y los locos siempre dicen la verdad.

Sin embargo, la propaganda producida y diseminada a través de las millonarias maquinarias de alienación bukelista ha producido el efecto deseado al convencer a sus seguidores de que la miseria en que se van hundiendo sus vidas es producto de la pandemia, de la guerra de Ucrania, de la crisis cíclica del capitalismo mundial, del alza del petróleo, etc. O sea, que el desempleo galopante, el empobrecimiento general y la falta de comida en los platos es un fenómeno mundial. Por lo tanto, hay que aguantar porque el mesías local un día va a hacer el milagro de los peces y los panes.

Aparte de que todas esas no son más que una sarta de desfachatadas mentiras, vienen a confirmar una vez más la infalible sabiduría de los abuelos que nos decían con el índice apuntando al cielo “mal de muchos, consuelo de tontos”.

Por eso es que no me sorprendió el penoso, vergonzoso, espectáculo del primero de junio en la plaza frente al Palacio Nacional de San Salvador. Por eso y por la dosis de miedo inoculada sistemáticamente por los hombres armados que se llevan preso a los que disienten y por la estupidización que provocan las predicas de los pastores religiosos que –aunque ni Ripley lo crea- han convencido a sus fieles ovejas y borregos de que bukele es la reencarnación del mismísimo Jesucristo.

Ni un reproche para esa gente acarreada desde todos los puntos del país. Ni una sola recriminación para los dueños de los buses. Ni siquiera una censura los profesores que recibieron la orden emitida por el Ministerio de Educación -que les retransmitió a sus teléfonos celulares el pobre director de todas las escuelas- en la que les conminaban a llevar a los niños a la concentración obligatoria. Ni una crítica para los pobres empleados públicos que sabían que sus jefes estarían lista en mano tomando nota de la asistencia obligatoria. No puedo alimentar en mi alma el desprecio por los que se sienten derrotados por el miedo. Ellos no son los culpables, son las víctimas.

Para todos ellos solo guardo mi tristeza y comprensión. Entiendo de cabo a rabo los motivos del miedo. Aunque no tengo ni una mínima brizna tierna de solidaridad, pues no puedo adherirme a la conducta del que se deja hacer sin resistencia.

La admiración, ternura y gratitud eternas las guardo exclusivamente para los valientes, los héroes que someten su miedo y levantan la mano para resistir al tirano, como mi viejo camarada de los primeros días de la organización universitaria en la que aprendimos a ser felices haciendo la Guerra Popular Prolongada, el economista Atilio Montalvo, el  “Comandante Chamba Guerra”

Atilio fue capturado en la cama de convaleciente, durante la noche del 29 al 30 de mayo, a unas horas de la fantochada bukelista. Lo acusaron de conspiración para cometer atentados terroristas el día de la coronación del que se cree emperador.

Hace cincuenta años, por supuesto que hicimos lo que teníamos que hacer los  jóvenes estudiantes  y formamos la organización del pueblo para enfrentar a la tiranía militar fascistoide. Pero, hoy, a nuestra edad, ya el cuerpo no nos ayuda. Aunque rechazamos a bukele desde lo más hondo y deseamos que pague todos sus crímenes.

Atilio ya no puede. A sus setenta y dos años de edad su cuerpo ha dejado en el camino lo mejor de sus energías entregadas a lo largo de cinco décadas de lucha inclaudicables con amor a nuestra Patria. Hace pocos meses sufrió un infarto, después un accidente cerebro vascular, y es un hombre diabético que requiere tratamiento diario para conservar un poco de la calidad de vida que merece todo ser humano.

Con Atilio, otros ex combatientes también fueron apresados aquella misma noche de redadas inverosímiles. Pronto, sin ninguna clase de miramientos por su edad ni su condición física, aquel grupo de veteranos de la guerra civil de liberación nacional fue aventado al interior de las mazmorras de bukele. Macabro desfile de víctimas del odio de clase de la oligarquía vengativa que actúa mediante las manos de bukele.

En otro tiempo Ravensbrück, Dachau y Buchelwald también contemplaron aquel desfile de humanidad desvalida, derrotada.

Hace medio siglo anduve en aquellos campos del infierno, sobrecogido, derramando unas lágrimas que me arrasaban buscando salirse de los ojos para librarme del dolor al mirar aquellos patios gélidos, las cercas de espinos, los cadalsos, imaginando los ríos de cuerpos sin esperanza ni alma, caminando por segundos hacia su muerte.

Y, sin embargo, tocando las paredes de las barracas, las tablas de los camastros, mirando los patios sin una flor, de repente me inundaron con toda su calidez los recuerdos de los heroicos resistentes que, en medio de aquellas torres de vigilancia, con sus reflectores y ametralladoras, centinelas, soldados antimotines y perros feroces, nunca dejaron de organizarse, planear, pelear y vencer al enemigo.

Porque el espíritu de la libertad es invencible y nada puede aplastarlo. Aquellos cadalsos que vieron mis ojos en Alemania son la mejor de las pruebas.

En ellos los nazis asesinaban sin piedad frente a todos los prisioneros a los gigantes que nunca agacharon la frente. Necesitaban los sicarios de la dictadura fascista demostrar toda la fiereza de una fuerza que no tenían y que sustituían con fusiles a falta de coraje verdadero.

El amor a la libertad es irrefrenable. Los mares de dolor y de sangre, el hambre y la pobreza, no hacen más que alimentar el deseo de exterminar la causa de todo ese mal, de sacarse de encima la opresión del dictador tiránico. Como la de Hitler, la tiranía de bukele también llegará a su destino de vergüenza eterna. ¡El Salvador Vencerá!

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