Viganó y las mujeres de Belorado

El análisis del cisma proyectado por las hoy llamadas exmonjas clarisas ahora vinculadas al arzobispo -en este momento rebelde- Carlo Maria Viganò tiene muchas aristas. Entre ellas las razones eclesiológicas del cisma, la acusación de hereje al Papa y las interpretaciones de la catolicidad.


Por: Jesús Arturo Navarro Ramos, ITESO – México


M ucho extraña que el Papa Francisco, no se haya pronunciado sobre el asunto cuando sería el primer interesado en solucionarlo, pero ya ha señalado el 10 de septiembre de 2019 que ante la crítica hay que hacer inmediatamente una autocrítica.

Las monjas de Belorado han realizado una crítica, redactada en setenta cuartillas y firmada cada una enfrentando a la jerarquía. Para el Papa “el cisma surge de la tensión entre ideas fijas que no reconocen otras interpretaciones que las propias, el cisma es una línea de lectura de la historia de la iglesia, y la decisión de romper con la iglesia siempre es una opción que Dios respeta al creyente que decide hacerlo” (Boletín Año 4 núm. 187).

Hasta el momento, el Papa; el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica están en silencio; y en el caso de Viganò, la Doctrina de la Fe y el Dicasterio de los Obispos.

Entre líneas, la única alusión ocurre el domingo 23 de junio al comentar la muerte de un fraile “Anteayer falleció, el padre Manuel Blanco franciscano que vivió durante cuarenta y cuatro años en la iglesia Santi Quaranta Martiri de San Pasquale Baylon de Roma.

Fue superior, confesor y hombre de consejo. Al recordarlo, quisiera hacer memoria de tantos hermanos franciscanos, confesores, predicadores, que honraron y honran a la Iglesia de Roma. ¡Gracias a todos ellos!”. La actitud ha sido la invisibilidad de las mujeres, su causa y su crítica; oponiendo la figura de los franciscanos fieles a la iglesia y a su profesión. No así con el arzobispo.
El cisma en el caso de las mujeres de Belorado parece atípico, porque surge en una congregación religiosa femenina fiel al Papa y a la Iglesia retrocediendo a argumentos previos al Concilio.
Pocos pensamos en este escenario donde las mujeres parecen llevar la iniciativa. La posición eclesial señalando que las mujeres de Belorado son exreligiosas y no tienen derecho a habitar en el monasterio, junto con el pronunciamiento de la propiedad del monasterio corresponde a la persona jurídica “Comunidad de Religiosas Clarisas de Belorado” y no de las clarisas a título personal, no parece surtir efectos.

Como puede observarse, no existe ánimo de diálogo y menos condiciones para el mismo por lo que es previsible el siguiente escenario: una iglesia que opta por la via legal frente a la caridad cristiana; unas exmonjas que se perciben como monjas expulsadas; y una iglesia en silencio que quiere acabar en cuarenta días con el problema antes de que se extienda.
En el caso de Viganò, se sigue una lógica distinta debido a que se trata de un miembro de la jerarquía. El trato y la deferencia con Viganò ha durado seis años desde sus primeras declaraciones en 2018. Esto sucede porque el sacramento del Orden sacerdotal imprime carácter, es decir, una especie de sello indeleble; por lo que declarar cismático a Viganó es una especie de poda, pues el arzobispo podrá seguir ordenando sacerdotes y obispos con lo que la ruptura se ahonda.

En el caso de las monjas clarisas, el cisma se acota a ellas mismas y a sus posibles seguidoras. Además se corre el riesgo de que la excomunión de Viganò atraiga a otros clérigos ya declarados antiFrancisco como los cardenales Sarah, Burke, Müller y otros tradicionalistas con amplia influencia en los círculos fundamentalistas y fieles al modelo previo al Vaticano II. El agrupamiento de estos clérigos ocurre de hecho sin necesidad de ahondar en las diferencias y buscará su intervención en el Cónclave.
En este contexto Viganò -que no es ni siquiera cardenal- no es importante por lo que se convierte en una figura sacrificable del grupo tradicionalista, que permite medir las fuerzas de este sector en su oposición a Francisco, y los alcances de la reacción de Francisco.

En mi opinión, el Papa Francisco poco hará con Viganò y esperará a que cumpla su amenaza de ser reordenado sub conditione por Richard Williamson obispo tradicionalista expulsado del lefrevbrismo, y ahora fundador de la Sociedad Sacerdotal San Marcel. Este hecho marcaría por sí mismo su exclusión de la iglesia católica romana por lo que la excomunión sería ipso facto, al entrar en la categoría de latae sententiae. Con este hecho, la responsabilidad no cae en la iglesia sino en la persona de Viganò.

La diferencia en ambos casos es notable, la cuestión es similar pero la acción es diferente. En el asunto de las clarisas se les desconoce con prisa su consagración para ser ahora sólo “las mujeres de Belorado”; en tanto que al arzobispo rebelde se le espera el tiempo necesario. La Iglesia no parece esperar el cambio de actitud de Viganò pero no quiere profundizar la división con una acción que multiplicaría el cisma. Se trata de un problema que aun no ve el ocaso, pero que pone de manifiesto que la Iglesia no dialoga con los cismáticos o sus argumentos; al mismo tiempo deja claro que las tensiones y conflictos entre dos visiones de Iglesia se amplían. En el futuro se acentuarán, sobre todo ahora que las monjas de Belorado y Viganò han establecido contactos para tener un guía espiritual con lo que el cisma se profundiza. Este acercamiento podría acelerar ahora sí, la reacción del Vaticano contra Viganò, pero es sólo una hipótesis. Al tiempo.

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