Mensajes después de la excomunión

La excomunión de las clarisas y ahora del arzobispo Viganò es en lenguaje futbolero dejar “fuera de la jugada” a los implicados. Al mismo tiempo ofrece un mensaje a los críticos de la reforma de la Iglesia.


Por: Jesús Arturo Navarro Ramos, ITESO – México


A l finalizar el Concilio se desbordan los conflictos en una estructura anquilosada por la tradición que se fija después de Trento, y que algunos consideran inamovible. El Ministro General de los franciscanos señalaba tres elementos que están a la base de los cismas del postconcilio: “una lectura distorsionada y gravemente engañosa de los últimos setenta años de vida de la Iglesia” y que “aún están presentes algunas variantes nostálgicas y tradicionalistas, así como otras de distinto tipo”.

El lenguaje religioso es sumamente complejo pues recurre a mitos, símbolos, narraciones de hierofanías y analogías que requieren de interpretaciones donde se juega el poder y la capacidad de dirigir, a partir del reconocimiento de que quien emite algún mensaje es una voz autorizada para hablar o un intérprete calificado de la institución religiosa. El problema se vuelve más grave dado que en los planteamientos religiosos no se recurre a datos científicos y los datos históricos en algunas ocasiones son difusos y se sostiene en la circularidad. Así podemos preguntarnos ante lo difuso de la expresión “aún están presentes algunas variantes nostálgicas y tradicionalistas, así como otras de distinto tipo” ¿cuáles son esas variantes de distinto tipo que originan los conflictos? ¿por qué estas variantes son generadoras de conflicto? ¿a quiénes afectan estas variantes? ¿a quién favorece las acciones y decisiones que se toman en cada grupo enfrentado? ¿qué visión religiosa proponen?

Resolver el asunto no es sencillo. Más aun cuando se trata de Viganò que es considerado el representante visible y más combativo del sector ultraconservador de los vestigios del catolicismo tridentino. Su contribución al cisma no se aleja de lo ya conocido: desacreditación del Concilio Vaticano II, acusaciones de herejía al Papa, retorno al rito tradicional de la misa en latín. Sin embargo, conviene ir más allá. Lo que está detrás de esta posición es la conservación de un modelo de Iglesia de la contrarreforma que se opone a los cambios y diálogo que trajo la modernidad y la posmodernidad.

En este modelo tridentino, las iglesias de Europa y Estados Unidos llevaban la conducción, en tanto que las iglesias africanas organizadas desde la colonización europea que formaban a sus cuadros en Roma no supieron desligarse de este modelo y acabaron reproduciéndolo. Un ejemplo claro es el cardenal Sarah que en su discurso no dista del que planteaba el arzobispo Marcel Lefebvre. El retorno de la misa tridentina es más un recurso para aparentar vínculos con la Tradición, aunque lo que parece estar detrás es la conservación del poder político, de la burocracia europea y norteamericana, y la vigencia de una acción pastoral que siga la línea más conservadora. Dos papas moderadamente tradicionalistas no vieron conflicto en la convivencia entre los dos modelos de Iglesia, sin embargo, el Papa Francisco al decidir la aplicación del Concilio Vaticano II y la reforma de la Curia ha optado por reconocer las consecuencias de tal decisión, de modo que hace ya unos años señalaba no temer al cisma pues es siempre una opción dentro de la Iglesia.

En una entrega anterior criticaba que el Papa no se pronunciara directamente sobre el conflicto de Belorado y Viganò. Señalé también que no lo haría, sin embargo, quiero dejar sentado dos últimos hechos que pueden interpretarse como señales directas en torno al conflicto. El primero ha sido el nombramiento del arzobispo Georg Gänswein como nuncio en Letonia, Lituania y Estonia. Este arzobispo, secretario de Benedicto XVI alentó la existencia del conflicto y la disensión en el grupo de cardenales más conservadores. Fue enviado a Alemania sin cargo alguno y muchos meses después es promovido como nuncio. En una de las primeras entrevistas ha señalado la ruptura con el grupo conservador al señalar que «El Papa Francisco es el sucesor de Pedro, a quien debo reverencia y obediencia». Aquí el primer hecho y la primera ruptura. La segunda ocurre unos días después: la declaración de excomunión latae sententiae de Viganò.

Tenemos así tres casos en menos de quince días que siguen la lógica siguiente: excomunión latae sententiaede las monjas clarisas de Belorado (22 de junio), nombramiento de Gänswein como Nuncio de los Países Bálticos (24 de junio), pronunciamiento de sentencia de excomunión latae sententiae a Viganò (5 de julio). Al mismo tiempo en el Angelus del 7 de julio sin hablar directamente de ellos casos, el Papa Francisco señala (ante el problema de la migración, pero puede ser también el conflicto de la excomunión) que “en esta situación, el desafío para la comunidad eclesial y para aquella civil es el saber conjugar la apertura y la estabilidad, la acogida y la identidad. Y entonces puedo decirles: ¡tienen todos los “papeles en regla”. ¡Gracias! ¡Tienen los papeles en regla para encarar este desafío! Como cristianos tenemos el Evangelio, que da sentido y esperanza a nuestra vida; y como ciudadanos tienen la Constitución, “brújula” confiable para el camino de la democracia”.

En mi interpretación -esperando no extender demasiado los límites de ésta- con ello el Papa plantea lo que interpreto como mensaje al sector opositor a Francisco: el desafío para los opositores es conjugar apertura con estabilidad y acogida de la pluralidad con conservación de la identidad. Los papeles en regla para enfrentar el desafío del cisma están en la Tradición que se ajusta a la realidad y no al revés, como lo muestran los documentos del Concilio Vaticano II. La decisión de los cismáticos depende de cómo se asuman: como creyentes católicos o sólo como ciudadanos. Para ello se tiene el Evangelio y la Constitución. Asumiéndose como creyentes la mano está extendida a partir del elemento común del Evangelio como sucedió con Gänswein. Asumiéndose sólo como ciudadanos que se enfrentan a la Iglesia será la Constitución la que zanjará el conflicto, pues los cismáticos por su propio derecho han decidido separarse de la Iglesia por ello, la excomunión latae sententiae implica que la decisión de salir queda en el terreno de los inconformes. La institución solamente reconoce que están fuera por su propio derecho. Con esta decisión, lo que debe ser leído por los cardenales opositores es la metáfora futbolera, “el balón está en la parte de la cancha del equipo contario”, es decir, en ellos, pues Francisco no detendrá el cisma.

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