El amor y el hambre

Maquiavelo dudaba de la factibilidad de que un príncipe pudiera ser amado y temido al mismo tiempo.


Por: Miguel Blandino


E s que en su tiempo no existían los medios de propaganda con los que cuenta bukele y su equipo de psicólogos sociales y los expertos en medición de las tendencias principales de la opinión pública ni las granjas de troles.

El equipo que dirige a bukele y que lo saca del sarcófago solamente cuando es necesario, es el mismo que ejecuta la refinada política de represión despiadada que tan buenos resultados le ha proporcionado.

Entre un refinado acto permanente de prestidigitación y fusiles apuntando al pecho, la gente común mantiene una sonrisa de sorpresa aterrorizada que finge ser de felicidad.

Desde el principio, el pacto con las pandillas criminales le permitió al gobierno pro oligarquico de bukele presentar un efecto de pacificación inmediata del país tras su toma de posesión del cargo presidencial y, de ese modo, ganarse el amor de los pobladores de las comunidades pobres asediadas por las bandas terroristas, que durante décadas vivieron agobiadas por esas agrupaciones de vecinos asesinos despiadados. Mágicamente, sin un solo enfrentamiento y sin realizar detenciones de los asesinos sanguinarios, en los primeros seis meses de su mandato, los homicidios desaparecieron (aunque aumentaron las desapariciones forzadas en la misma proporción).

Luego la pandemia le regaló la oportunidad de ejercer la brutalidad en su máxima medida y sin perder un segundo estableció por primera vez la ley marcial, prohibiendo la circulación y encarcelando en sus casas hasta matar de hambre a todos los pobres.

“¡Ahora ya saben quién es el que manda!”, resonaba en la mente de todos, recordando las palabras que el tirano dijo el 9 de febrero de 2020 al sentarse en el presidium del congreso el día que hizo su primer amago de eliminación de los poderes del Estado.

Al año siguiente impuso su moneda oscura a costa de los millones de un préstamo que había sido negociado para la pequeña y mediana empresa que estaban agonizando por el encierro pandémico del oportunista.

Cuando se le cayó la farsa del bitcoin, medio año después, desató una matanza para tener el pretexto de poder militarizar todos los rincones del país y apresar a mansalva a los inocentes y reafirmarles que está dispuesto a castigar a todo el que proteste.

Las torturas hasta provocar la muerte son desde entonces el pan de cada día para los presos, y sus cadáveres-en los casos cuando son entregados a los familiares- muestran invariablemente signos de asfixia por inmersión, por ahorcamiento, huesos rotos, perforaciones, etc.

Todo el mundo sabe que la única forma segura de no ir a una prisión es siendo rico o del círculo íntimo de bukele.

Los pobres en su totalidad viven sumidos en el miedo y la autocensura, porque cualquier día alguien puede hacer una llamada para acusarlo de cualquier cosa y los soldados van a tirarle la puerta a media noche para arrastrarlo a un destino dantesco.

Ahí tiene Nicolás Maquiavelo la combinación deseada.

Cualquiera sabe que un comentario puede ser fatal. Mejor no opinar. Y si te preguntan en la calle, lo mejor es decir que está feliz con el gobierno.

Sin embargo, el primero de junio, durante su acto de coronación como dictador, bukele hizo que todos los asistentes levantaran la mano y juraran que no se van a quejar. Está seguro de que un pueblo supersticioso, fanático e ignorante, no va a protestar por temor a Dios. Sabe  ese pueblo que jurar falsamente en nombre de dios es pecado y ese miedo al infierno le cierra la boca y le hace tener la foto del tirano en el lugar de la pared donde tenía la mejor foto de la familia.

Posiblemente ya las mediciones de encuestas que hacen sus expertos le están diciendo que toda su popularidad va en caída libre y que el amor ha decaído y el miedo a la cárcel es menor que el miedo al hambre.

Estoy casi seguro que eso fue lo que motivó que hiciera que sus súbditos hicieran el juramento de fidelidad absoluta al que ejecuta el látigo sobre el lomo de los pobres.

Ya han pasado cuarenta y tantos días de aquel juramento y parece que solo por temor al castigo divino la gente todavía no protesta.

Pero el tiempo avanza de modo inexorable. Y el hambre acogota hasta el más fiel de los supersticiosos que creen en ese Dios cruel que castiga feroz en el fuego eterno a los infieles.

Pero los viejos que saben mucho más que el diablo dicen que cuando el hambre entra por la puerta el amor sale por la ventana.

La historia no perdona y la lucha de clases sigue siendo su partera.

Souvenez-vous de Louis XVI.

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