En mi adolescencia, asistía asiduamente al grupo juvenil de la iglesia católica en Taulabé. Se metió en mi ser un versículo que, a menudo, iluminaba nuestras reflexiones: “sí alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos” (Marcos 9:35). Este texto me acompaña siempre.
Por: Melvin Martínez*
L a reflexión teológica de los Padres: Ángel Castro, Germán Calix, Francisco Lapierre, Chema Tojeira, Tito Méndez, Raúl Amaya, Sor Luz Arellano y Sor Crucita, entre otros, nos mandaba a ser servidores.
La mayoría de los jóvenes que, en aquel tiempo nos formamos, orientados por la teología de la liberación, fuimos integrándonos en diversas organizaciones con la idea de servir preferencialmente a los más pobres. Algunos formamos el movimiento hondureño de estudiantes católicos y seguimos descubriendo que la vida cristiana nos exige servir a los demás.
La promoción de la virtud de servir hace sentir una necesidad de buscar espacios para la praxis de lo reflexionado y aprehendido, en la perspectiva de la diaconía (llamado a servir) que la vida exige.
Hace falta en los espacios organizacionales de la sociedad y en los organismos políticos la promoción del don de servir, para alejar la corrupción y el oportunismo de las instancias que deben ser para realizarse como servidores de los demás.
Los procesos revolucionarios exigen un sustento teórico que fortalezca el don hermoso de servir.
Es imposible no identificar la ausencia de la virtud de servir en la mayoría de gobernantes que hemos tenido, incluidos los gobiernos militares. De aquí la necesidad de fortalecer la formación ciudadana, desde los centros educativos, para despertar la vocación de servicio a los demás como fundamento de la construcción de una nueva sociedad en la que el consumismo, la avaricia, el egoísmo sean superados por la solidaridad y la virtud de servir.
*Educador hondureño
