Por: MIGUEL BLANDINO
Hace tiempo vengo notando una inclinación de la represión preferencial en contra del Cartel de Sinaloa o del Pacífico, del que sus máximos representantes han sido Joaquín Guzman Loera (El Chapo) e Ismael Zambada García (El Mayo o El jefe de jefes) y, últimamente, Joaquín Guzmán López ya fueron arrestados.
Esto me hace recordar la persecución contra el Cartel de Medellín de hace treinta y tantos años. Después de que mataron al líder, Pablo Escobar Gaviria, Colombia puso un manto de silencio encima del crimen organizado y pudo llevar a la presidencia a Álvaro Uribe Vélez, el hijo de un narcotraficante llamado Alberto Uribe Sierra, que murió asesinado hace cuarenta y un años por conflictos entre criminales.
Algo huele mal.
Trump habló y, así, de la noche a la mañana, caen los líderes del Cartel de Sinaloa.
Caen y caen los campesinos que se dedican a trabajar en la producción y el transporte hasta el mercado gringo, pero no caen jamás los que lavan y meten el dinero al circuito de la gran economía en Wall Street, los señores de las grandes corporaciones como Black Rock.
Caen los peones, los gatos.
Las cabezas siguen en su puesto.
EL CARTEL DE SINALOA
