POR: TOÑO NERIO,
¡Porque el color de la sangre jamás se olvida, los masacrados serán vengados!, es el juramento que a gritos desgarrados y entre lágrimas le hicimos a nuestros hermanos estudiantes que fueron cruel y despiadadamente acribillados en la 25ª Avenida Norte y 7ª Calle Poniente, en la esquina del Seguro Social y sobre el paso a desnivel, aquella tarde del 30 de Julio de 1975, tarde que comenzamos con gran entusiasmo y alegría y terminamos con rabia y dolor.
¡Por esos muertos, nuestros muertos, juramos vencer!, dijimos entonces, y nos fuimos a la guerra para derrotar a la tiranía.
Como decía mi mamá, “se acabó la vida buena”, dejamos de ser hijitos de casa y nos echamos la Patria al hombro. Ese día se multiplicó la guerrilla. Todos comprendimos que luchar alzando los puños y gritando consignas mientras caminábamos armados de pancartas por las calles de San Salvador bajo la lluvia inclemente de las balas del ejército y las fuerzas policiales del enemigo no era suficiente. De esa manera podíamos conseguir enervar a las personas conscientes a costa de nuestra sangre, nuestra libertad y nuestras vidas, pero dejándonos matar de esa manera también acobardaba a los demás, a la gran mayoría, víctima del terror oficial.
Teníamos que organizarnos todo lo más a la izquierda que fuera posible y, desde ahí, ayudar a organizarse primero a los que se acercaran. Después, salir al encuentro del pueblo no organizado y explicarle las razones de la lucha.
No era nada del otro mundo lo que les decíamos, nunca les prometimos “astralidades”, les contamos las pocas verdades de las que disponíamos: en esta organización solamente te podemos ofrecer peligro, sacrificio, sangre, sudor y lágrimas. Eso sí, sin poses de héroes ni pretensiones de mártires. Pero con la alegría y el entusiasmo del que tiene el espíritu rebosante de mística y convicción de la justeza de la lucha. Nos volvimos alegremente serios y responsables. Todo por aquellos muertos, nuestros muertos, a los que les juramos que su sangre no se había derramado en vano.
Y regresamos a nuestra universidad, a las secundarias y a los bachilleratos a lamernos las heridas y a acerar nuestras conciencias.
La Universidad de El Salvador (UES) se convirtió, como nunca antes, en un hervidero de ideas políticas, en una incubadora de organización, en la capital de todo el movimiento revolucionario salvadoreño, en la catedral del pensamiento de izquierda.
La lucha ideológica entre las diversas corrientes dentro del campus de nuestra gran universidad y en cada una de las escuelas secundarias, institutos, colegios y liceos de bachilleres, tenían su referente en cada una de las organizaciones populares, urbanas y campesinas, pero todas coincidían en una única meta: el derrocamiento del gobierno enemigo, la desarticulación de sus instituciones armadas, la aniquilación del poder de la oligarquía, la instalación de un régimen socialista y la independencia y no alineación del Estado salvadoreño en las relaciones internacionales. En eso coincidíamos.
La diversidad era evidente en las formas de lucha para la toma del poder y, sobre todo, en la caracterización de la sociedad, de los aliados y del enemigo y, por lo tanto, en la caracterización del periodo y, derivado de este, en la definición de las tareas.
Unos planteaban la creación de un ejército revolucionario del pueblo que golpeara de manera contundente al ejército enemigo, con el fin de conseguir provocar una insurrección masiva. Otros, la coordinación de las organizaciones populares, aglutinadas bajo la forma de un frente amplio de resistencia nacional anti fascista, incluyente, que fuera capaz de nutrir una guerrilla. Mientras que otros más, establecían la necesidad de trabajar simultáneamente en los dos carriles, el carril de la coordinación de organizaciones populares y el carril de la creación de las fuerzas armadas populares sobre la base de una fuerza guerrillera.
La caracterización de las fuerzas populares era fundamental, al igual que la definición del enemigo inmediato y del enemigo o de los enemigos estratégicos. El tipo de régimen también, porque no es lo mismo luchar contra un enemigo autosuficiente que hacerlo contra uno que es dependiente de un poder superior externo.
De igual manera, la visión de los acontecimientos del área internacional y la influencia de estos en el escenario nacional, era una necesidad esencial, porque El Salvador no se encuentra aislado del mundo. Los movimientos regionales e internacionales influyen dentro tanto como los cambios internos afectan a la región y al mundo.
El imperialismo estadounidense estaba siendo vapuleado en el sudeste asiático y en el Oriente cercano y medio, y los movimientos de liberación nacional en África, aunados al trabajo coordinado de organizaciones internacionales como la OPEP y la lucha común de los países integrantes de la Organización de Países No Alineados, eran elementos que debían tenerse en cuenta.
Pero también la consolidación y la coordinación de regímenes dictatoriales a lo largo y ancho de toda América Latina eran cuestiones desfavorables en la lista de los pros y los contras que las organizaciones políticas revolucionarias salvadoreñas debían sopesar. Especialmente en el desarrollo de las alianzas militares estratégicas regionales.
Desde la segunda mitad de 1975 hasta la primera mitad de 1979, transcurrieron cuatro años entre los que hubo en 1977 unas elecciones presidenciales en las que el fraude y la brutal represión le quitaron a todo el mundo la ilusión de poder alcanzar transformaciones mediante la lucha parlamentaria civilizada.
En 1977 había comenzado también un movimiento revolucionario en Irán, que finalizó con la salida del rey y el inicio del proceso revolucionario en febrero de 1979.
También en 1977, pero en septiembre, un aldabonazo de nacionalismo recorrió a todo lo largo al continente latinoamericano, cuando Torrijos y Carter firmaron el tratado que lleva sus nombres y Panamá quedó unificada al ponerle fin al enclave imperialista que ofendía al pueblo panameño y partía en dos su territorio.
Mientras, el 13 de marzo de 1979, Maurice Bishop encabezó un movimiento armado que provocó la insurrección popular para derrocar al tirano Eric Gairy que había ensangrentado a Granada. El Movimiento de la Nueva Joya (New Jewel), compuesto por nacionalistas, izquierdistas, populistas y marxistas, estableció un Gobierno Popular Revolucionario marxista leninista en aquella minúscula nación del Caribe anglófono.
Cada una de las tres vertientes revolucionarias salvadoreñas antes mencionadas había estado desarrollando la estrategia diseñada para el periodo. Unas más, otras menos, veían a El Salvador en el marco de una guerra mundial en desarrollo, la Guerra Fría.
En ese contexto ocurrió un evento que actuó como un diapasón que vino a estimular todas las energías acumuladas: la victoria de la insurrección popular sandinista. De un momento al siguiente las fuerzas populares, animadas por la evidencia de que era posible derrotar no solo a la tiranía, sino a la oligarquía y al imperialismo, se lanzaron a la búsqueda de una coordinación para llevar adelante su propia revolución.
El 11 de enero de 1980, el auditorio de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de El Salvador fue el seno del que nació la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM) que fue la agrupación en la que se aliaron todos los movimientos populares marxistas del país, Ligas Populares 28 de Febrero, Bloque Popular Revolucionario, Frente de Acción Popular Unificado y Unión Democrática Nacionalista.
El 22 de enero a las 10 de la mañana salieron a las calles todas las organizaciones populares bajo la bandera unitaria de la CRM. Horas después, cuarenta mil personas se reunieron en la Universidad, llevando diez cadáveres de miembros del Bloque y de las Ligas que habían sido asesinados por las fuerzas uniformadas del régimen.
El 13 de junio las fuerzas militares ocuparon los campus occidental y oriental de la UES, ubicados en las ciudades de Santa Ana y San Miguel, respectivamente. Y el jueves 26 de junio las tropas del gobierno entraron a la sede de la Universidad en San Salvador, dejando un saldo de más de 15 asesinados, decenas de heridos, un número indeterminado de detenidos y desaparecidos. Las puertas de los tres campus de la Universidad de El Salvador permanecieron cuatro años cerradas.
Con bukele han estado cerradas desde el 11 de marzo de 2020 y las actividades han sido irregulares, con diversos pretextos. Desde concursos de belleza, lluvias, deportes, elecciones presidenciales, cualquier cosa le ha servido para mantenerla cerrada.
El miedo de bukele a que los estudiantes universitarios se junten, conversen y puedan organizarse es la causa verdadera. Pero ya la presión es grande y no podrán mantener las puertas cerradas.
El 16 de febrero de este año se celebraron 183 desde su fundación con el lema puntual “La Universidad se niega a morir”. Pero el lema de toda nuestra historia como universidad vibrante es “Hacia la libertad por la cultura”. Pronto volveremos a escuchar la frase inspiradora del presidente chileno heroico que dijo “Sepan que se abrirán de nuevo las grandes alamedas, por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Así será.