Libro | El hombre en busca de sentido

«El hombre en busca de sentido”, es un libro escrito por el psiquiatra austriaco Viktor Emil Frankl, publicado en Alemania en 1946. El hombre en busca de sentido relata las vivencias personales del autor en los campos de concentración.


Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*


E l libro se divide en dos partes, en la primera el autor presenta el internamiento en el campo, la vida en el campo y después de la liberación. En la segunda parte, el autor plantea conceptos básicos de la logoterapia.

Internamiento en el campo

Empieza contando lo que ocurría cuando se hablaba de traslados a otro campo de concentración. Todos sabían que el destino era la cámara de gas, por lo que no había tiempo para consideraciones morales o éticas. No se dudaba ni un momento en arreglar las cosas para que otro prisionero ocupara su puesto. Se empleaba la fuerza bruta, el robo, la traición o lo que fuera con tal de sobrevivir. Lo que caracteriza esta primera fase es el shock, un horror al que paso a paso los prisioneros se iban acostumbrando. La primera selección era para poner a los prisioneros en la fila de la izquierda o en la de la derecha, lo que significaba la muerte o los trabajos forzados. Los seleccionados a trabajos forzados tenían que desnudarse totalmente. Las reacciones más comunes eran una extraña clase de humor, un tanto macabro y la curiosidad. Lo desesperado de la situación hacía pensar en lanzarse contra la alambrada eléctrica a la mayoría.

La vida en el campo

Se experimentaba una añoranza por la casa y por la familia, seguida de una repugnancia por toda la fealdad que les rodeaba: hielo, fango y excrementos. Los sentimientos quedaban embotados. Asco, piedad y horror eran emociones que los prisioneros no podían sentir, era el necesario mecanismo de defensa frente al dolor, la injusticia, la crueldad y la irracionalidad. Padecían un alto grado de desnutrición, se comía una sola vez un pequeño trozo de pan y un agua de sopa, por lo que el deseo de conseguir alimento era el instinto más primitivo. Tenían que realizar trabajos durísimos y el deseo sexual brillaba por su ausencia. Había prisioneros que sentían una profunda inquietud religiosa. Estas personas resistieron mejor el campo de concentración, al aislarse del entorno y remontarse a su vida anterior, a su riqueza intelectual y a su libertad espiritual. Otros prisioneros se aferraban a la imagen de sus mujeres, de un hijo, de la persona que más amasen. Frankl considera que el amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre. Había vida interior en los prisioneros, a veces muy intensa, que les hacía apreciar la belleza del arte o de la naturaleza como nunca. En el campo de concentración también había cierto sentido del humor. En el campo de concentración era posible practicar el arte de vivir, aunque el sufrimiento estuviera omnipresente. Se añoraba de una manera muy intensa la intimidad.

Otro sentimiento muy frecuente en el campo era la irritabilidad. La experiencia de la vida en un campo de concentración demuestra que, el hombre tiene capacidad de elección. Aun, en un campo de concentración, puede conservarse la dignidad humana. Es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido. El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el destino o la muerte. El modo en que el hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que este conlleva, añade a su vida un sentido más profundo. Muchas veces es precisamente una situación externa excepcionalmente difícil la que da al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo. El prisionero que perdía la fe en el futuro estaba condenado, se abandonaba y desfallecía.

Había algunos guardias del campo de concentración sádicos, eran los individuos más brutales y egoístas. Los sentimientos de la mayoría de los guardias se hallaban embotados por años de métodos brutales. Se habían endurecido hasta límites insospechados, aunque había algunos que sentían lástima de los prisioneros. Frankl considera que el hombre es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero, asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.

Después de la liberación.

Los prisioneros se arrastraron hasta las puertas del campo, diciéndose sin creérselo aún, que eran libres. Vieron los alrededores del campo, los prados cubiertos de flores, pero no despertaron en ellos ningún sentimiento. Por la noche, ya de vuelta en los barracones, un hombre le preguntó a otro ¿estuviste hoy contento? A lo que el otro respondió para ser franco, no. Lo que les ocurría a los prisioneros liberados era una “despersonalización”. Todo parecía irreal, improbable, como un sueño y temían que al despertar les llegase la dura realidad. Muchos de los prisioneros que habían experimentado en carne propia la brutalidad solo querían reproducirla. Solo muy lentamente se podía volver a la verdad de que nadie tiene derecho a obrar mal, aunque a él le hubieran hecho daño. Otras dos experiencias mentales que podían dañar el carácter del prisionero liberado eran la amargura y la desilusión que sentía al volver a su antigua vida. Amargura ante la reacción de indiferencia de los otros ante su sufrimiento y la terrible experiencia y desilusión hacia su propio destino. El hombre que durante años había creído alcanzar el límite absoluto del sufrimiento se encontraba ahora con que el sufrimiento no tenía límites y todavía podía sufrir más y más intensamente. No estaban preparados para sobrellevar su experiencia. El aprendizaje final, para el hombre que retorna a su hogar es, la maravillosa sensación de que, después de todo lo que ha sufrido, ya no hay nada a lo que tenga que temer, excepto a su dios.

Conceptos básicos de logoterapia.

La logoterapia, se centra en el significado de la existencia humana. La primera fuerza motivante del hombre es la voluntad de sentido. Es decir, encontrarle un sentido a su propia vida. La logoterapia habla que, la frustración existencial puede volverse una neurosis. La neurosis noógena, es el termino acuñado por la logoterapia. Tiene su origen en la existencia humana, la cual nace de los conflictos morales o problemas espirituales.

El sufrimiento puede ser un logro humano, sobre todo, cuando nace de la frustración existencial. La desesperación por lo que la vida tenga de valiosa es una angustia espiritual, no es en modo alguno una enfermedad mental. La logoterapia considera ayudar al paciente a encontrar el sentido de la vida. Por tanto, el hombre necesita esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena. Lo que el hombre necesita es la noodinámica, la dinámica espiritual dentro de un campo de tensión bipolar: un polo representado por el significado que debe cumplir y el otro, por el hombre que debe cumplirlo. El vació existencial se manifiesta enmascarado por diversas caretas y disfraces. La frustración de la voluntad de sentido se compensa con voluntad de poder, voluntad de tener dinero y voluntad de placer.

A cada hombre se le pregunta por la vida y únicamente puede responder a la vida respondiendo por su propia vida. La logoterapia considera que, la esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser responsable. El verdadero sentido de la vida, debe encontrarse en el mundo y no dentro del ser humano o de su propia psique. Solo en la misma medida en que el hombre se compromete al cumplimiento del sentido de su vida, en esa misma medida se autorrealiza. En logoterapia, el amor es un fenómeno tan primario como puede ser el sexo (sentido del amor). Igualmente, cuando uno se encuentra con una situación dolorosa, lo que importa es la actitud que tomamos hacía el sufrimiento (sentido del sufrimiento). El hombre está dispuesto a sufrir a condición de que ese sufrimiento tenga sentido.

Lo que se le pide al hombre no es que soporte la insensatez de la vida, sino, que asuma racionalmente su capacidad para aprehender toda la sensatez incondicional de esa vida. Todo depende de que nosotros comprendamos que las posibilidades son esencialmente transitorias. En todo momento el hombre debe decidir, para bien o para mal, cuál será el momento de su existencia. En el temor neurótico, el miedo hace que suceda lo que uno teme. En la hiperintentención, la intención excesiva hace imposible lo que uno desea. En logoterapia, la atención e intención excesivas se hacen de-reflexivas. La logoterapia, con su técnica de la “Intención Paradójica”, invita al paciente a que intente hacer aquello que teme, aunque sea sólo por un momento. La concepción de que el hombre es el resultado de sus condiciones biológicas, sociológicas y psicológicas, asimismo, que es producto de la herencia y del medio ambiente, son un peligro de enseñanza. Pues el hombre no esta totalmente condicionado o determinado. El hombre determina si ha de entregarse a las situaciones o hacerle frente. El hombre se determina a sí mismo.

*Psicólogo salvadoreño

 

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