Tal vez la versión original del refrán “le está lloviendo en la milpita” significaba tan solo que a alguien le estaba yendo muy bien. Que iba a cosechar bastantes y buenas mazorcas.
Por: Miguel Blandino
S í. Pero, dicho con sorna, y dependiendo del contexto, puede más bien significar todo lo contrario.
Y, en el caso de la tiranía actual de El Salvador, puede afirmarse que el mencionado refrán en este momento cobra los dos significados.
Nunca como hoy los tiranos han vivido una orgiástica época de veloz enriquecimiento junto con su círculo íntimo y el de sus servidores cercanos.
Jamás una jauría fue tan hambrienta y voraz como la actual.
Comprobar mi aseveración será cosa de los estudiosos que harán la comparación a lo largo de la historia, pero mi hipótesis se basa en el hecho de que las anteriores tiranías fueron encabezadas por soldados que tenían claro su papel de subordinados frente al poder oligárquico y que no pretendían sustituirlo, pero que aprovechaban los márgenes de enriquecimiento que les permitían al alto mando y a los comandantes de campo o a los ministros y funcionarios del alto mando de las instituciones de los tres poderes del Estado y las autónomas.
Robaban, sí, pero dentro de ciertos límites. Hacían negocios que son ilícitos, aprovechando su posición y el tráfico de influencias, sí, pero dentro de ciertos límites. Desviaban recursos del Estado para sus cuentas de ahorro, sí, sin duda.
Todo ese robadera era el pago por servirle bien a la oligarquía y facilitarle la explotación de las riquezas naturales del país y, sobre todo, mantener oprimida a la población para que no pudiera causarles problemas ni exigiera cambios que afectaran el clima de inversión.
El tirano actual tiene clara su intención de no ser solo un empleado de la oligarquía sino llegar a ser todo un señor integrante del grupo oligárquico, junto con toda su familia, socios y cómplices. Y no lo niegan ni pueden ocultar que esa es su intención.
Pero están partiendo desde una base ínfima de recursos propios. Ninguno era millonario personalmente ni como grupo antes de llegar al gobierno, hace poco más de diez años, cuando bukele era alcalde de uno de los municipios más pequeños del país y de baja recaudación de tasas municipales.
Todos eran hijos de casa a los que sus papás les pagaban la escuela y les daban su domingo.
Ninguno trabajaba como asalariado ni ocupaba altos cargos en el gobierno o la dirección de consorcios nacionales o internacionales.
Legalmente, ninguno poseía fortunas.
No es que no las pudiesen tener, como producto de sus actividades en el bajo mundo como servidores del crimen organizado internacional.
Es muy probable que ya fueran muy ricos, como el Chapo Guzmán o Juan Orlando Hernández. Pero esas fortunas no las podían declarar y nunca lo hicieron.
Por eso ninguno hizo la declaración de sus posesiones, que es un requisito para poder aspirar y ocupar un cargo público del nivel que ocuparon.
No podían explicar su riqueza y, por lo tanto, hoy, si no tenían nada para declarar al principio, no tienen forma de explicar las fortunas que poseen desde que están en el poder.
El caso es que la jauría ha despedazado la riqueza nacional y ha tomado préstamos a granel -endeudando al pueblo por las siguientes dos o tres generaciones- para repartírselos y asegurar la lealtad de civiles y militares que forman el círculo de poder, el núcleo duro. Se trata de unos pocos miles de personas, civiles y militares, que hoy mágicamente tienen mansiones, pisos de lujos, carros de alta gama, aviones, helicópteros, yates, y una vida de derroche incomparable.
No dejan un centavo por donde pasan. Son como el caballo de Atila que donde pisaba no volvía a nacer la hierba.
Les ha llovido muy bien en su milpita.
Para el pueblo, por el contrario, esa época de jolgorio bukelista ha sido una tempestad peor que las siete plagas de Egipto.
Literalmente, desde la plaga de langostas que arrasó los cultivos, al inicio del gobierno y que bukele combatió mandando a los soldados a capturarlas; pasando por la COVID-19 que mató a decenas de miles que bukele negó, y todos los miles de millones de dólares de préstamos que desaparecieron en el contexto de la pandemia; las inundaciones y deslaves que anualmente han dejado muerte y destrucción en todo el país; la vuelta de enfermedades que ya habían sido erradicadas y las que podían prevenirse con una simple vacunación en la niñez; la fuga de capitales salvadoreños hacia países vecinos en donde los industriales se han llevado sus fábricas por la persecución bukelista, y el desempleo resultante; la retirada paulatina y sistemática de la inversión extranjera, y el desempleo resultante; las sequías y las inundaciones que arruinan a los agricultores y la política sistemática y sostenida de abandono de la agricultura para favorecer a los importadores, socios de bukele, etc.
En fin, el gobierno ha sido el propiciador de que al pueblo le esté lloviendo de mala manera en la milpita, y bien recio.
Pero si así ha sido durante el gobierno legal de bukele, peor ha sido desde que decidió reelegirse por la fuerza y en contra de la ley electoral y de la Constitución.
Al asesinar a la República, la voracidad de bukele ha desencadenado la caída de la lluvia en su propia milpita -la lluvia destructiva-, por su ambición desbordada.
Todo comenzó con un video que se reprodujo de forma relámpago en cuestión de horas, cuando una señora molesta denunció que en la cooperativa de ahorro y préstamo donde guardaba su capital a plazos fijos, no le querían dar el dinero de sus utilidades. Eso provocó que otros que estaban en la misma situación hicieran sus propias denuncias públicas. Entonces, otros ahorrantes de otras cooperativas similares acudieron a sus respectivas oficinas y las cajeras les dijeron lo mismo y se encontraron con la misma situación.
Ese descubrimiento llevó a buscar las causas: todas habían prestado dinero a las alcaldías a las que bukele les quitó el dinero que recaudaban y les negó la transferencia del presupuesto general que recibían anualmente. Pero, además, esas cooperativas le financiaban a bukele la contratación semanal de artistas internacionales para que dieran conciertos a muy bajo precio, a fin de darle circo a los pobres y crear la imagen de país rico.
Las alcaldías y el partido de bukele debían tanto dinero a las cooperativas y se negaron a pagar. Eso las llevó a la quiebra y a ser incapaces de devolverle su dinero a los ahorrantes.
La “solución” salomónica bukelista ha sido que esta semana la Asamblea Legislativa estudie la ley de disolución del Instituto Salvadoreño de Fomento Cooperativo (INSAFOCOOP) que es el ente regulador de las cooperativas de ahorro y crédito. De ese modo, “muerto el perro, se acabó la rabia”. Ya no hay cooperativas ni ente regulador, el partido de bukele y sus alcaldes ya no tienen a quien pagar, y colorín colorado, asunto resuelto legalmente.
El problema de los particulares, piensa bukele, no es un asunto del gobierno, sino de los particulares.
Luego vinieron las coronaciones del rey y su reina consorte.
Para ello tenía que acondicionarse un palacio de verdad, el Palacio Nacional.
Entonces las bestias lo arrasaron brutalmente para “modernizarlo”, causándole un daño irreparable a un monumento histórico.
Solo para satisfacer el capricho narcisista de un enfermo mental destruyeron una manzana de edificios del Centro Histórico, del primer cuadro de la capital. Quería construir una versión bayunca de Versalles, la hermosa e inmensa jardinería que tardaron décadas en diseñar y desarrollar los artistas franceses de los siglos XVII y XVIII, del tiempo anterior a Luis XVI y su reina consorte, los que por cierto, fueron decapitados por el pueblo hambriento.
Pero no solo esa destrucción física provocó un daño que es irreparable en lo material, lo peor fue la persecución contra miles de comerciantes formales e informales a los que expulsó bukele de los alrededores del Palacio Nacional, simplemente porque le dan asco los pobres.
Pero, después de su coronación, misteriosamente, bukele desapareció. No se sabe si fue como consecuencia de la plática que tuvo en su reunión privada en el Lago de Coatepeque con Donald Trump Jr., o solamente porque anduvo repartiendo en diferentes bancos sus depósitos de Andorra, o si fue a comprar y a arreglar la casita donde va a irse a vivir con su familia en resto de su vida clandestina.
No sé por qué, pero todo el mes de junio no hizo ninguna aparición por ningún medio.
Y eso que el país se estaba cayendo a pedazos por las torrenciales lluvias que dejaron un saldo de muerte y destrucción que fue incomparablemente superior a la que sufrieron los pueblos en todos los países del área que sí recibieron de modo directo los embates del tifón.
Pero bukele en todo ese mes no dijo ni pío. Estaba ausente.
Algunas mentes llegaron a pensar que estuvo fuera del país después de haberse coronado, ¿sí, no? Vaya usted a saber.
Apareció hasta que el precio de los alimentos cotidianos de los hogares alcanzara niveles nunca antes sufridos.
Entonces lo hizo muy a su estilo, amenazando a las vendedoras de los canastos con cadena perpetua si no vendían 15 tomates por un dólar en lugar de cuatro que es el precio de mercado, y así por el estilo.
Miles de vendedoras ya no pueden vender con pérdidas y se han retirado del negocio.
Rápidamente bukele como gran oportunista ha creado sus propios mercadillos con dinero sustraído del presupuesto general para sustituir a las vendedoras y, mientras construye los centros de abastos en instalaciones del Estado y con fondos del Estado para entregárselos a una “sociedad anónima” de su propiedad.
Luego vino la epidemia imparable de dengue que el ministerio de salud de bukele provocó al aceptar ser el laboratorio mundial de experimentación de unos zancudos transmisores genéticamente modificados que dos laboratorios gringos, uno caribeño y otro californiano, querían probar en poblaciones humanas vivas de modo masivo para conocer su eficacia. Supuestamente esos zancudos liberados en Julio de 2023 iban a eliminar a los normales y de ese modo el dengue dejaría de ser transmitido.
Pero ya en octubre del año pasado era evidente que los zancudos naturales habían vencido a los artificiales y el dengue ya comenzaba a extenderse no solo en El Salvador sino en Guatemala, en Honduras y hasta en Nicaragua.
La orden de bukele a mediados de diciembre fue ocultar los reportes epidemiológicos semanales del Ministerio de Salud. Pero se les olvidó ordenar eso mismo al Instituto Salvadoreño del Seguro Social y que la Oficina Panamericana de la Salud también los tiene porque el gobierno no puede dejar de enviárselos y ahí se publican para todos los organismos de las Naciones Unidas.
Hoy ya hay seis millones de casos reportados en toda América Latina y el Caribe. Gracias al negocio de bukele que vendió a la población del occidente del país para que las empresas biotecnológicas probaran sus esperpentos.
Luego apareció Trump diciéndole a bukele que es un estúpido mentiroso, que para bajar los homicidios en El Salvador está liberando de las cárceles y mandando criminales terroristas al territorio de los Estados Unidos.
Y, para ponerle la cereza al pastel, un grupo de ciber delincuentes se ha infiltrado en las bases de datos del gobierno de bukele para sacar a la luz la lista de los criminales que bukele ha contratado en la Asamblea Legislativa y las actas de constitución de las empresas creadas con fondos públicos y que hoy son propiedad de la familia bukele, con la representación de la Juana, la que fue presidenta provisional mientras bukele estaba esperando coronarse el 1o de Junio, y los contratos de las empresas falsas que usan sólo para lavar dinero.
Los ciber atacantes, no sé por qué razón tienen el olorcito característico de las oficinas de la embassy.
No sé qué me hace pensar en la Fuerza de Tarea Vulcano que se creo en 2019 y encabeza el Departamento del Tesoro, y está formado por una decena de oficinas federales de los Estados Unidos, la CIA, la DEA y otras agencias de seguridad gringas.
Me huele a que le va a seguir lloviendo en su milpita al tirano de turno con ansias de oligarca.
A propósito: El 11 de septiembre canta en una corte federal de Nueva York el Crook, el que bukele sacó de la cárcel, lo alojó en una suit de lujo de la Colonia Escalón, le dio armas y dinero y lo mandó a Guatemala bajo la protección oficial del gobierno y la custodia del criminal encargado como Director de la Oficina de Tejido Social de la Presidencia de la República, apodado Slipton, o sea, Carlos Amilcar Marroquín Chica, o simplemente Carlos Marroquín, el que reveló que el seudónimo de bukele en la mara salvatrucha es Batman.
Comienza el concierto. Sube el telón.