La evolución de una ideología antihumanista
El transhumanismo es una ideología evolucionista que considera a la tecnología como el medio que permitirá al ser humano transformarse en más que humano, superando las limitaciones de nuestra especie: la enfermedad, el sufrimiento, la debilidad, el envejecimiento e incluso la muerte. Esa ideología tiene una conexión muy transparente con la eugenesia.
Según la teoría darwinista de la evolución, todas las especies del reino vegetal y animal (incluso la especie humana) evolucionan principalmente por medio de la selección natural, un proceso gradual de acumulación de pequeñas variaciones aleatorias y hereditarias a lo largo de millones de años.
El movimiento eugenésico de fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX procuró acelerar la evolución de la especie humana, asumiendo el control de su propio proceso evolutivo y aplicando a nuestra especie técnicas de reproducción semejantes a las utilizadas en la cría de animales domésticos y de ganado. Dicho movimiento se originó en Inglaterra y se extendió muy pronto a otros países. En Alemania la eugenesia fue uno de los componentes fundamentales del nacional-socialismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, el prestigio de la eugenesia sufrió un profundo eclipse debido a la difusión de las atrocidades cometidas por los nazis en pos de la pureza y la mejora de la “raza aria”, considerada por ellos como la raza superior.
El transhumanismo se asemeja a la eugenesia en cuanto busca mejorar la especie humana por medios científicos y tecnológicos, aunque procura utilizar tecnologías más avanzadas: fecundación in vitro, clonación, ingeniería genética, interfaces cerebro-computadora, robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, etc. Por otra parte, a diferencia de la eugenesia nazi, racista y colectivista, el transhumanismo tiende más a bien a una búsqueda individualista de la súper-inteligencia, la súper-longevidad y el súper-bienestar.
Esa tendencia individualista se puede apreciar en las tres leyes del transhumanismo propuestas por el filósofo estadounidense Zoltan Istvan: 1) Un transhumanista debe salvaguardar la propia existencia por encima de todo. 2) Un transhumanista debe esforzarse por lograr la omnipotencia lo más rápidamente posible, siempre que las acciones de uno no entren en conflicto con la Primera Ley. 3) Un transhumanista debe salvaguardar el valor en el universo, siempre que las acciones de uno no entren en conflicto con la Primera o la Segunda Ley1.
Las conexiones entre el darwinismo, la eugenesia y el transhumanismo se manifestaron claramente en la vida del biólogo inglés Julian Huxley (1887-1975), nieto de Thomas Huxley, el principal difusor del darwinismo en Inglaterra, y hermano del escritor Aldous Huxley, autor de la famosa novela distópica Un mundo feliz. Julian Huxley, darwinista y ateo, primer Director General de la UNESCO (1946-1948), Presidente de la Sociedad Eugenésica Británica (1959-1962) y primer Presidente de la Asociación Humanista Británica (1963-1965), acuñó el término “transhumanismo” en 1957, con el significado indicado más arriba.
Aunque no haya dos transhumanistas que piensen exactamente igual, se puede identificar la tendencia general del pensamiento transhumanista. Citaré un texto muy ilustrativo al respecto:
“Los transhumanistas exaltan la tecnología como el poder supremo… Quieren sondear nuestros cerebros, digitalizar la mente humana y leer nuestros pensamientos. Quieren perforar nuestros cráneos, insertar cables finísimos y poner nuestras almas en comunión plena con la inteligencia artificial. Quieren llegar a nuestras células y reescribir nuestro ADN. Quieren engendrar bebés con OGM [organismos genéticamente modificados] en úteros artificiales. Quieren crear especies completamente nuevas de plantas, animales y hongos. Quieren controlar el mismo clima. Están listos para crear el cielo en la tierra, aunque parezca el infierno para la mayoría de nosotros. En algunas versiones, una élite cíborg disfrutará de poderes divinos sobre la población y reorganizará el orden natural… Controlarán las interacciones sociales –nuestro trabajo y nuestro juego– como si fuéramos meras células de un solo cuerpo y ellos fueran el cerebro… Quieren crear una inteligencia artificial… que se convertirá en un dios Súper Computadora. Quieren que suprimamos nuestra natural repugnancia y nos inclinemos ante nuestras creaciones. Quieren que fusionemos nuestras mentes con la Máquina: por nuestro propio bien. Y ésa es la versión generosa. Algunos esperan cablearse a sí mismos y librarse del resto de nosotros2.”
Hay dos corrientes principales dentro del transhumanismo: el tecnohumanismo y el dataísmo. El tecnohumanismo es un transhumanismo que de algún modo pretende mantenerse dentro del ámbito del humanismo. Busca transformar el Homo sapiens en un ser muy superior (el Homo deus), pero manteniendo algunas características humanas esenciales. En cambio el dataísmo es un posthumanismo: habiendo cumplido su función de engendrar al dios Computadora, el ser humano puede irse en paz. El presupuesto materialista del transhumanismo lo conduce inexorablemente desde su “humanismo” hasta el más espantoso antihumanismo.
Notas.
1) Esas tres leyes están inspiradas en las famosas tres leyes de la robótica del escritor de ciencia ficción Isaac Asimov (aunque en realidad representan una inversión con respecto al antropocentrismo de estas últimas): 1) Un robot no puede dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daños. 2) Un robot debe obedecer las órdenes que le den los seres humanos, excepto cuando tales órdenes entren en conflicto con la Primera Ley. 3) Un robot debe proteger su propia existencia siempre que dicha protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
2) Joe Allen, Dark Aeon: Transhumanism and the War against Humanity, War Room Books, Skyhorse Publishing, New York 2023, pp. 6-7.