Paty Silva: «Lo que enfermó colectivamente, debe sanar colectivamente». Ignacio Martín Baró

Paty Silva tiene muchas facetas, pero en principio es psicóloga comunitaria. Durante cuarenta años, que atraviesan dos grandes períodos de violencia en el país, ha recorrido diferentes comunidades y proyectos de reconstrucción del tejido social comunitario, y de lo que ella llama la «devolución de la dignidad de las personas» en diferentes formas.


Por: Laura Flores*


L as manos de Paty saben de crear. Es cantautora, artesana, fotógrafa, pintora y además naturópata diplomada. Pero, sobre todo, ha sido una mujer que sueña y que camina. En esta entrevista, cuenta experiencias valiosas de trabajo en comunidades, lecciones aprendidas, y su mirada sobre el contexto actual en el que el país debe reconstruirse después de un largo período de violencia.

Esta conversación debe escucharse al ritmo de Yo vengo a ofrecer mi corazón, la canción con la que Paty identifica todo su trabajo en comunidades. No será tan fácil, ya sé que pasa. No será tan simple como pensaba. Como abrir el pecho y sacar el alma. Una cuchillada del amor, dice Páez, en su letra.

El camino de Paty inicia en 1985, en plena guerra civil salvadoreña, trabajando con comunidades repobladas de Chalatenango y en mercados municipales de San Salvador. Era un momento de muchos cambios, de movimiento poblacional y de violencia. Junto a su trabajo como psicóloga, tuvo también una participación cultural importante en diferentes espacios y fue directiva de la Asociación Salvadoreña de Trabajadores del Arte y la Cultura (ASTAC) de 1983-1993.

Actualmente, sigue en lo que siempre ha hecho: trabajar en comunidades. Para esta conversación, nos vimos una tarde, poco antes de que cayera un aguacero. Estuvo encantada de recordar, y en su mirada, había mucha satisfacción, la de alguien que ya sembró y recogió la cosecha más de una vez.

Espacio Revista: Si usted tuviera que resumir el trabajo comunitario en una palabra, ¿cuál sería?

Paty: Yo diría bienestar. Lo que busqué era realizar los sueños de las personas. Cuando usted llega a una comunidad que está unida, aunque estamos hablando de una comunidad, a veces hay rivalidad y todo, pero lo que ellos tienen es un sueño. Por ejemplo, yo he tenido reuniones en un lugar de Suchitoto que era de bambú con ramada. Ahí nos reunimos con una junta directiva y ellos querían un sistema de agua. Cuando se logró ese sueño, no solo había una carretera pavimentada, sino que había un sistema de bombeo, con un muralito pintado, la comunidad cobrando su agua, cada uno con una mecha en su hogar. Entonces, imagínense, el agua en manos de la gente, ese fue el sueño realizado.


«Son post periodos de violencia en los cuales lo que se destruye es la red social y destruyen a la persona humana para que se vuelva sumisa». Paty Silva


En las comunidades pasa que, por ejemplo, les dan casitas a las personas, pero resulta que la gente no quiere esas casitas, sino que quiere su casita de tierra. Cuando usted me dice la palabra bienestar, ¿cómo ha manejado el llevar el bienestar que uno cree en lugar de lo que la gente realmente sueña?

Sí, lo que pasa es que en la comunidad siempre está esa crítica hacia el proyecto de escritorio. Este es como lo pensó la institución, como lo piensa el cooperante. Así lo ven los técnicos, pero el propio beneficiario de la casa lo ve diferente. La cosa es que acá se ha usado el proceso al revés, hecho desde arriba, por dinero, por pisto. Eso son las instituciones, las oenegés o el Estado. Yo siempre partía de qué es lo que la gente quiere. Y yo preguntaba.

Tuve suerte con algunos cooperantes que sí buscaban eso. Entonces, partíamos de lo que se les preguntaba. Además, depende de qué comunidad sea. Si es una comunidad organizada fuerte, no dejan que usted haga lo que ellos no quieren. Ellos le corrigen y no les importa, prefieren perder la oportunidad. Entonces, es eso: desde donde parte usted con su propuesta, si desde arriba o parte realmente de la comunidad. Allí es donde está la verdad. Yo aprendí de ellos.

Hubo un proyecto donde sobró un material, ladrillos y eso. Ellos querían su iglesia católica, que se las terminaran de reparar. Para mí eso no era importante, pero para ellos era un elemento que aglutina a su comunidad y aprobaron eso. Estaban tan felices, ya que tenían su proyecto de agua, pero tenían un elemento cultural cohesionador para cada domingo. Eso fue simbólico porque se los destruyeron con una bomba, entonces para ellos era un elemento de cohesión.

Estamos en un período donde hay muchas preguntas de cómo responder a esta etapa que le ha seguido a la violencia de las pandillas. Y se parece, en parte, al proceso de reconstrucción después de la guerra. ¿Cuáles serían los aprendizajes que usted guarda de ese momento y que ahora deberíamos recordar?

Son post periodos de violencia en los cuales lo que se destruye es la red social y destruyen a la persona humana para que se vuelva sumisa. Entonces, claro que una cosa clave es reconstruir la red. Por eso, lo que fue clave durante la guerra y en la posguerra fue ese valor de comunidad.

No en sí la comunidad como espacio geográfico, sino el grupo humano como una sola familia, porque, a veces, los sobrevivientes: una amiga, un vecino, un niño huérfano y una abuela, reconstruían una familia, desde un sentimiento fraternal y solidario, al mismo tiempo pudieron reconstruir su comunidad, y como la vida sigue, hubo nuevas oportunidades o proyectos y esto les permitió reconstruir sus vidas.


«Entonces, es necesario reconstruir ya no solo una comunidad hecha añicos, sino también personas hechas añicos». Paty Silva


Pero no siempre fue así, pues en los tiempos de la guerra o de las maras o pandillas, los bandos agresores y de poder buscaban destruir a la persona. Entonces, es necesario reconstruir ya no solo una comunidad hecha añicos, sino también personas hechas añicos que tienen dolor, sufrimiento, ataques directos, heridas físicas, violación, otro tipo de violencia como pérdida de hijos, padres, parejas.

El objetivo cuando hay procesos de guerra en los que hay dos bandos en conflicto es destruir al otro. Para mí, aunque hubo participación de mujeres y hasta niños, las guerras desde la antropología masculina, buscan la destrucción física del otro. La manera de resolver el conflicto es a costa de la destrucción física del oponente, pero al no poderlo destruir físicamente se le destruye como humano, lo fracciono para que esté «muerto en vida», para darle una lección de no alzarse en armas o de no protestar.

Esa reconstrucción, ¿desde dónde debería venir, desde adentro de la comunidad, desde fuera, es un proceso natural o es un proceso en el que tienen que intervenir?

Pienso que, en este momento, sí es importante una intervención, pero no es cualquier tipo, tiene que ser con la misma visión humana respetuosa, en la cual vaya haciéndose preguntas o generando reflexión y cuestionamiento en la misma gente con la que está trabajando, no importa qué tipo de gente sea, pueden ser mujeres, también jóvenes, niños incluso, para partir de un esquema, pero no cerrado, tiene que preguntar, tiene que ser participativo, verlos como sujetos de su vida y su historia, no como objetos pasivos, lo que se llama muchas veces «beneficiarios».

Venimos de una fase en donde había un salvador. Un partido salvador, una opción ideológica, una iglesia salvadora. Todo salvador es externo. Yo pienso que ahora la opción de trabajo comunitario es que quien llegue, tiene que respetar a la comunidad y preguntarle: «pero vos, ¿qué querés?». Entonces cuando alguien dice: «quiero esto», y lo que ofrece la institución u organización no es lo que se ajusta a su necesidad, y a pesar de que usted ha realizado procesos formativos para desarrollar su pensamiento crítico, sus habilidades, su sentido de agencia, finalmente rechazan su ayuda y buscan otras opciones.

Entonces usted sabe que hizo bien su trabajo, porque se convierten en sujetos de su vida y de su historia, empiezan a sentir la vida en sus manos, ya sea que tengan 15, 16 o 18 años, o que sean personas adultas. Pienso pues, que hay que ser más genuino, partir siempre de la base, eso se ve muy discursivo, pero siempre hay que pensar qué es lo que quiere el grupo, por chiquito que sea el grupo o por jóvenes que seas sus integrantes.

¿Cómo ve las redes comunitarias en este contexto?

Yo siento cierre de espacios laborales, sociales, organizativos, también ahora con el Régimen de Excepción, hay restricciones, como en el tiempo de la guerra. En eso es muy similar a la guerra, en la parte de no permitir la organización y no permitir grupos formados y en el cómo se etiqueta un delito de tal o cual forma. Todos sabemos que actualmente existe la delincuencia, pero hay algunos que no lo son y pagan justos por pecadores. Así era, en los tiempos de la guerra, había gente organizada, guerrilla, pero al capturarlos no se hacía un juicio justo, sino que eran asesinados o desaparecidos, incluyendo a veces familias o comunidades enteras.

Actualmente yo percibo que debido a que hay que realizar un nuevo diagnóstico de la comunidad, hay muchas personas adultas, tercera edad, niñas y niños, muy pocos jóvenes. Por otro lado, hay cierre de espacios, hay miedo, cautela y escepticismo para que la población se incorpore al trabajo comunitario, hay pocos liderazgos genuinos y con credibilidad. También hay más individualismo, mucho consumismo; mucha gente piensa más en migrar al exterior, irse del país, para buscar en otro lado un proyecto humano con calidad de vida, de sentirte feliz, de sentirte realizado, de poder alimentarse, nutrirse adecuadamente, tener servicios en el cual pueda estar limpio, tener vestido, una casa digna, una familia amorosa, y tener una comunidad que construye unida, que tienen proyectos juntos. Vemos que han estado en los Estados Unidos, España, Italia, primero migraron algunos hermanos o vecinos y con el paso de los años (una o dos décadas) se han llevado a casi todo el pueblo o municipio.


«La prioridad era dar a cada comunidad agua, luz, vivienda digna, escuela. Yo estuve en el tema del agua. Fueron en total 13 asociaciones rurales de agua que yo formé». Paty Silva


Entonces, a nivel nacional la reconstrucción de redes tan destruidas y ya no se diga de un proyecto social, hay que repensarlo desde nuevas formas organizativas, bajo nuevas reglas del juego para lograr reconstruirlo.

He visto opciones novedosas, por ejemplo, agricultura orgánica y sostenible en comunidades de mujeres realizando intercambio de semillas, recuperar prácticas ancestrales de cultivo y comercializar cooperativamente sus productos. He visto también proyectos de manejo de cuencas y sistemas de agua comunitarios. En estos casos se está logrando, a partir de lo básico: la alimentación y el agua que es vida.

Entonces, yo pienso que en este momento están muy resquebrajadas las estructuras sociales y que es más importante focalizarse en eso, reconstruirlas. Pero yo no tengo la respuesta, no debo tenerla, hay que construirla juntos, con quienes quieran empujar la carreta, saber desde dónde se quiere partir, y hacia dónde queremos ir.

De todas las experiencias que usted ha tenido en trabajo comunitario, ¿ha habido alguna que guarde, así, muy particularmente, que la haya marcado?

Tuve la experiencia de todos los sistemas rurales de agua en Suchitoto. Cuando fueron las primeras elecciones en que participó el Frente en el 94, por supuesto, se perdió la presidencia, pero se ganaron espacios en la Asamblea Legislativa y como cinco municipios, uno de ellos Tecoluca algunos de Chalate, y otro fue Suchitoto.

Llegó un alcalde que se llamaba Isaías Sandoval, todavía está vivo, y él estuvo cuatro periodos. Suchitoto tenía ciertas características especiales. Tenía muchas repoblaciones de gente que retornó de refugios, pero además hubo un programa de transferencia de tierras para excombatientes desmovilizados y ambas poblaciones se mezclaron en las comunidades.

En ese tiempo la prioridad era dar a cada comunidad agua, luz, vivienda digna, escuela. Yo estuve en el tema del agua. Fueron en total 13 asociaciones rurales de agua que yo formé. Y de 90 comunidades de Suchitoto, se organizaron los sistemas de agua y se le dio agua como a 78 comunidades. Primero me tocó hacer estatutos, luego votación transparente, así con urna, voto secreto y todo para la elección de Juntas de Agua Rurales… Fue una experiencia bien interesante que duró más de una década, igualmente se construyeron los accesos al pueblo: carreteras pavimentadas lindas, que les dio mucha conectividad.


«Me decían “la Señora del Agua”, y la señora del agua en las culturas ancestrales es Chalchiutikwe “la Señora con faldas de jade”». Paty Silva


Fue muy divertido, porque yo ya había hecho otras elecciones comunitarias y ADESCOS en base a estatutos, pero el día que eran las asambleas del agua, al que primero elegían, no era al presidente, sino que era al tesorero. Pues resulta que una vez, en la comunidad El Barío, cerca de La Mora, el día de la asamblea de elección no llegó la compañera que la comunidad quería como tesorera. Era una mujer bien linda y tenía una tienda, pues todos detuvieron la asamblea y nos quedamos esperando allí sin hacer nada, y han mandado a unos cipotes que la traían agarrada, uno de cada mano, ella bien asustada, y dijeron: «es que ella no estaba, pero ella es, a ella la queremos como tesorera».

A esas 13 asociaciones rurales de agua las formé en contabilidad, las formé en fontanería, cómo cobrar, porque eran ellos mismos que manejaron todo el recurso. Fue un proyecto soñado, más que hablar de liberación desde la teoría o la ideología. Allí usted toca polo a tierra, porque fueron 12 años que trabajé ahí. También trabajé con las aguas urbanas, en el propio casco urbano, donde había empresarios y gente que era de otros partidos, incluso de derecha, pero a ese alcalde lo querían porque era un líder nato, que consensuaba, y se logró también manejar las aguas urbanas en una empresa integrada entre la alcaldía y los ciudadanos que se llamó EMASA, Empresa Municipal de Agua y Saneamiento, ya que de los 13 municipios que botan sus aguas residuales al Lago Suchitlán, solo Suchitoto tiene planta de tratamiento y es el único que no contamina el lago.

Finalmente hubo una cantidad de comunidades que pudieron experimentar qué es tener luz, agua, unidad de salud, escuela, instituto nacional, con proyectos agrícolas y agropecuarios, huertos caseros, pues con el agua se incrementó la producción y el turismo. Entonces es cuando usted dice «sí se puede realizar». Claro que un municipio es un espacio pequeño, con un líder natural y un consejo municipal plural, que es una persona del lugar, con gente de la zona, con comunidades organizadas con capacidad de negociar sus diferencias, con capacidad de gestión y de aportar una contraparte.

Usted ahora tiene proyectos bien bonitos ahí con identidad cultural y recuperación de la memoria histórica, porque todos sabemos que Suchitoto fue la primera capital de San Salvador, pero desde entonces, ese pueblo es bien rebelde, echó a los primeros conquistadores españoles. Volvieron, pero tuvieron que mover la capital, si no ahí hubiera sido la Universidad de El Salvador, ahí hubiera estado Casa Presidencial y Metrocentro.

Entonces, la experiencia fue bien bonita. Me decían «la Señora del Agua», y la señora del agua en las culturas ancestrales es Chalchiutikwe la «Señora con faldas de jade», «la Señora de las Aguas Dulces». A cualquier comunidad que vaya recibo abrazos, o sea, es una cosa hermosa; todavía hay hijos, y a veces nietos que me escriben por redes sociales y me preguntan cómo era que trabajábamos.

Y me dicen qué diferente es ahora, que ya la gente no confía, que ya no están estos líderes, pues algunos han muerto. Ha cambiado, el liderazgo municipal ya no es igual, entonces, claro, yo tuve una gran oportunidad de verles realizados socialmente.

La otra experiencia quizá fue la de las mujeres de El Mozote, eso en el 2016, después de 36 años, no habían tenido una atención de salud mental adecuada. Salió una consultoría, porque yo realmente no estuve fija en instituciones, sino que era consultora o trabajadora por cuenta propia.  Entonces resultó que solicitaban un diseño de una metodología de atención psicosocial y de memoria histórica. Y yo dije «tanto año Morazán, tanto dinero que ha pasado, millones que han pasado por aquí, ya han de haber hecho esto».


«Un año después me las encontré y me dice bien contenta la hija: «Fíjese que mi mamá ya no toma». Paty Silva


Ya habían avanzado, porque habían hecho un libro, un vídeo, pero resulta, cuando me pasaron la información, es que una de las sobrevivientes de El Mozote se había suicidado. Ahí me cayó el 20. «Queremos ver qué es lo que hemos hecho mal», me dijeron. Eran mujeres profesionales jóvenes, técnicas y abogadas.

Entonces, empecé a diseñar la metodología, validada y hecha con ellas, y ahí me empecé a dar cuenta cómo se revictimiza a las mujeres cuando han sido violentadas, en cualquier tipo de violencia. Tuve dos grupos de 25 mujeres, y fue reconstruir la red de ellas como mujeres, su integridad y dignidad humana.

Eran 10 sesiones, y allá en 2018 llega un joven, como a la sesión ocho, ya habíamos terminado y llegó a traer a su mamá, pero él quería conocer a las psicólogas. Y nos dice: «es que fíjense que hoy, mi mamá ya se ríe».

Otro caso que vivimos es que habían llegado dos mujeres, la madre y la hija. La madre muy deprimida, muy juzgada, ella era alcohólica, y su hija muy enojada con ella y con mucha rabia sobre los hechos que se dieron en El Mozote cuando ella era una niña. Allí participaron en el proceso de atención psicosocial, el cual concluimos. Y un año después me las encontré y me dice bien contenta la hija: «fíjese que mi mamá ya no toma».

Y otra dice que un día llegó un compañero y le dijo, en confianza pero muy alterado: «Yo me quiero suicidar, ahorita vengo a comprar el lazo para ahorcarme».  Entonces, claro, como habíamos trabajado el proceso con ellas, ella lo convenció. El hombre al final no se suicidó, y la mujer sobreviviente de El Mozote estaba bien satisfecha de lo que había logrado, porque logró convencerlo de que no se matara.

Imagínese cómo son las experiencias en las comunidades, yo llegué allí a diseñar una metodología porque una mujer se había suicidado, y yo ahí estaba devolviendo la vida que les habían robado a todas ellas, pero yo no lo hice, lo hicieron ellas. La metodología la han seguido usando, y cinco o seis años después yo le puedo dar 10 ejemplos de logros de esas mujeres. Una de ellas escribió un libro Verónica decide vivir y nos invitó al equipo de consultoras que trabajamos con ellas.

Entonces, sí es posible construir desde ellas, dar bienestar, que se sientan dignas, como se sintieron dignos con el agua. Esto es bien lindo, pero no son cosas de un rato. De eso ya llevo 8 años, desde el 2016, pero yo en ese tema llevo 20 años trabajando con sobrevivientes de violencia en contexto de conflictos armados para mujeres.


«El político usa el tema del agua para campaña, pero no a todos les interesa el agua y a veces no le dan el tratamiento adecuado a un tema tan complejo y conflictivo…». Paty Silva


¿Hay alguna frase o pensamiento que le haya dado sentido a su trabajo?

Para mí un referente es mi profesor de Psicología Social y Ética Profesional, Ignacio Martín Baró. Él decía, sobre el trauma psicosocial, desde la Psicología de la Liberación: «Lo que enfermó colectivamente, debe sanar colectivamente». Eso le ha dado sentido a mi acción profesional, de por qué la comunidad es tan importante para reconstruir vidas, familias, reconstruir poblados, desarrollo local. Porque gente que sufrió, gente que es solidaria entre ellos, gente que pasó por cosas terribles, ha logrado sanar.

Aquí son como gradas. Uno, es decir «somos víctimas», y eso también es bien usado políticamente. Luego de eso, que es como nosotras tratamos a las mujeres de El Mozote «somos sobrevivientes», pero ahí no se queda, porque usted debe lograr que ellas se sientan «estamos vivas», solo así usted logra construir futuro.

¿Cómo ha sido para usted la relación entre el trabajo en las comunidades y la política?

Por ejemplo, con el tema del agua, en San Julián, trabajé 12 años también. Cada período electoral de 3 años cambiaron de partido, pero la situación de campaña es aquí (señala encima de su cabeza) pasa sobre nuestras cabezas, el político usa el tema del agua para campaña, pero no a todos les interesa el agua y a veces no le dan el tratamiento adecuado a un tema tan complejo y conflictivo, que es además el tema de la vida. Entonces yo trabajaba desde los barrios y colonias, en las asambleas, en la calle, allí sacaban su silla los usuarios. No importó el partido que estuvo, los cuatro partidos me eché. Por suerte, el administrador de los sistemas en la alcaldía se mantuvo los 12 años y trabajábamos de manera sistemática y constante.

Las dinámicas políticas son tan ocasionales. Ya con los años de trabajo me doy cuenta que esa dinámica sucede arriba, allí se mueven las negociaciones y acuerdos de poder, pero muchas veces eso no incide en cómo la gente vive y las cosas que realizan, y se puede seguir trabajando. No le niego que sí hay momentos en que facilita u obstaculiza, o incluso usted puede no llegar a realizar algo porque no es favorable, por una decisión política, pero que el principio primero es y será trabajar desde, con y para la gente. Eso es lo que he aprendido en mi trabajo como psicóloga comunitaria y como artista.

¿Qué le ha dado el trabajo comunitario a usted?

Trabajar con la comunidad no solo ha sido una vocación para mí, que decidí a los 25 años, sino que le ha dado un sentido a mi vida, es una entrega que disfruto cada día. Pienso que es muy importante amar lo que una hace para ser feliz, no se siente que es un trabajo, sino que ha sido mi razón de existir…. a la comunidad le he dado tanto, pero, de la misma forma, así he recibido en reciprocidad.

* Periodista salvadoreña

Tomada de espaciorevista.com

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