El ascenso de las drogas sintéticas está generando una nueva preocupación en América Latina. Aunque el fentanilo ha acaparado la mayor parte de la atención, otras sustancias psicoactivas no solo están redefiniendo el panorama de las adicciones y las sobredosis, sino que representan una seria amenaza para la salud pública y la seguridad en la región.
Por: Henry M. Rodríguez
E n los últimos años, Estados Unidos ha enfrentado un preocupante aumento en la prevalencia y diversidad de drogas sintéticas. Según un informe reciente de la Administración para el Control de Drogas (DEA), este fenómeno no solo constituye un desafío significativo para la salud pública en el país, sino también para su marco legal y regulatorio.
Aunque América Latina aún no ha abordado rigurosamente esta problemática, se encuentra en una encrucijada. La proliferación de laboratorios clandestinos y la falta de regulación en la industria farmacéutica han contribuido al paulatino surgimiento de nuevas drogas sintéticas en la región. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), “la oferta de drogas ilícitas —que sigue registrando cifras sin precedentes— y las redes de traficantes —cada vez más ágiles— agravan las crisis mundiales convergentes y suponen un reto para los servicios de salud y las respuestas policiales”.
El informe de la DEA también ilumina el creciente fenómeno del policonsumo, es decir, el uso simultáneo de múltiples sustancias, una situación que complica aún más el tratamiento de las adicciones. Esta tendencia hacia el consumo de combinaciones de drogas sintéticas agrava los riesgos para la salud y presenta retos significativos para los proveedores de salud en la identificación y tratamiento de sobredosis y adicciones. El policonsumo refleja la complejidad de la adicción moderna y destaca la necesidad de enfoques holísticos y multifacéticos en la prevención, educación y tratamiento.
El fenómeno del fentanilo y otras drogas sintéticas
Estados Unidos ha sido duramente golpeado por el fentanilo, una droga que se ha cobrado más de 90.000 vidas por sobredosis y ha generado una crisis de salud pública. La presencia del fentanilo en el mercado de drogas ilícitas ha desplazado a otras sustancias más tradicionales, lo que complica aún más la situación. Este fenómeno, conocido como “sustitución de drogas”, representa un desafío adicional para las autoridades que buscan controlar el problema.
Si bien aún no se ha alcanzado la misma prevalencia que en Estados Unidos, la posibilidad de un aumento en el tráfico y consumo de fentanilo en América Latina es una amenaza real. En entrevista con Infobae, Laura Richardson, general en jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, manifestó: “Es solo cuestión de tiempo para que el fentanilo se convierta en epidemia en América Latina. Lo que vemos es con la cocaína, que es la droga predominante en esta región… Cocaína mezclada con fentanilo. Por eso tenemos que trabajar mejor juntos para ayudar a aplastar esta actividad criminal que solo permite a estas redes criminales y a sus carteras haberse ampliado”.
La amenaza no es solo el fentanilo. Los nitazenos, una clase de opioides sintéticos desarrollados desde los años 50, han resurgido recientemente como otra de las preocupaciones globales. Estas sustancias, que pueden ser cientos o miles de veces más potentes que la morfina, representan un peligro significativo debido a su alta toxicidad y capacidad para pasar desapercibidas. A pesar de que no se han realizado ensayos clínicos formales, se cree que los nitazenos también podrían ganar terreno en la región, lo que generaría efectos más devastadores que el fentanilo.
A los fentanilos y nitazenos se suma la ketamina, reconocida por su papel como anestésico y sedante en entornos médicos y veterinarios, que ha despertado interés tanto en el ámbito médico como recreativo debido a sus efectos psicoactivos y disociativos. Aunque su uso terapéutico para tratar trastornos psiquiátricos, como la depresión resistente al tratamiento, es prometedora, su popularidad como droga recreativa, conocida como “Special K”, plantea importantes preocupaciones de salud pública.
El abuso de ketamina conlleva riesgos significativos, como el potencial de adicción, efectos secundarios adversos y daños en el tracto urinario. Además, su combinación con otras sustancias, como opiáceos y benzodiacepinas, aumenta el riesgo de sobredosis y efectos secundarios graves.
Al mismo tiempo, las benzodiacepinas de diseño, presentes en forma de pastillas y a menudo falsificadas para parecerse a medicamentos legítimos, representan otra preocupación creciente en el mercado de drogas recreativas. Aunque aparentan ser inofensivas, estas sustancias pueden tener efectos diversos en los usuarios, desde provocar ansiedad o agitación hasta actuar como depresoras o alucinógenas. Además del riesgo de sobredosis, que es considerablemente mayor que el de las benzodiacepinas convencionales, estas drogas pueden desencadenar una amplia gama de efectos adversos, como sedación excesiva y riesgo de lesiones, especialmente cuando se combinan con otros depresores del sistema nervioso central como los opiáceos.
Desafíos y oportunidades en América Latina
En América Latina, la falta de regulación en la industria farmacéutica y la presencia de laboratorios clandestinos dificultan los esfuerzos para controlar la producción y distribución de estas sustancias. Además, la subestimación del problema y la falta de políticas públicas efectivas han dejado a la región vulnerable ante la amenaza de las drogas sintéticas.
La falta de recursos es otra limitación para la capacidad de respuesta de los países latinoamericanos. A lo anterior se suman factores como la corrupción, la insuficiente coordinación entre las agencias gubernamentales y el poco financiamiento para programas de prevención y tratamiento de fabricación, tráfico y consumo de drogas sintéticas.
Para abordar esta problemática en América Latina, es fundamental adoptar un enfoque integral que incluya acciones preventivas y políticas públicas efectivas, como el fortalecimiento del control farmacéutico, la revisión de la legislación existente y la implementación de medidas para detectar y prevenir el tráfico de drogas sintéticas. Asimismo, es crucial promover la conciencia pública sobre los riesgos asociados con el consumo de estas sustancias y fomentar la colaboración regional para enfrentar esta creciente amenaza.
En ese sentido, la cooperación internacional desempeña un papel fundamental en la lucha contra las drogas sintéticas. América Latina debe trabajar en estrecha colaboración con Estados Unidos y otros países afectados para compartir información, coordinar acciones y combatir eficazmente el tráfico ilícito de drogas. Esto incluye la colaboración en la interceptación de cargamentos de drogas, el desmantelamiento de redes de narcotráfico y el fortalecimiento de los sistemas de justicia penal para llevar a los traficantes ante la justicia. (Latinoamérica21)