Concesiones ilegales

Hoy, cuando veo con estupor que el gobierno de bukele ha entregado a unos mafiosos turcos los puertos de El Salvador, se agolpan los recuerdos de otra traición a la patria cometida por ese mismo turco de la presidencia.


Por: Miguel Blandino


E l 14 de Julio de 2020 estaba llorando con rabia contenida la muerte de mi hermano y a la vez descubriendo la supina ignorancia y estupidez de la Canciller de bukele que había enviado una nota de saludo a la Embajada de la República de Francia por celebrar el ¡Día de la Independencia! Hay que ser idiota o tener las rodillas para atrás como los burros para desconocer que Francia nunca fue colonia ni de los romanos y, para rematar, aquel día se conoció por parte del gerente general de una empresa israelí que en un tuit había celebrado jubiloso la concesión de la Lotería Nacional de Beneficencia (LNB) de la República de El Salvador que le había regalado el palestino traidor a sus propias raíces.

La concesión fue una cosa que bukele negó ipso facto, pero que Conan Castro confirmó varios días después, al ser interrogado por la radio YSUCA, cuando aclaró que sí, en efecto, se había entregado por veinte años, renovables, a la empresa israelita que había destapado la noticia, pero que no conocía los términos del contrato de la concesión.

¿Cómo? No es posible semejante descaro: el Secretario Jurídico de la Presidencia de la República ni siquiera había visto, leído ni estudiado el contrato de concesión que le otorgó el gobierno a unos señores extranjeros.

O sea, llegaron al país, le dijeron a bukele “queremos la lotería”, y bukele se las entregó, así sin más, solo porque son unos mafiosos de Israel. La lotería no se puede concesionar, ni prestar, ni regalar porque es nuestra. La LNB es un bien público que le pertenece a todo el pueblo salvadoreño que la construyó y sostuvo financieramente con sus impuestos.

Si bien es cierto que en sus orígenes más remotos, a fines del siglo XIX fue fundada con el nombre de Lotería del Hospital, originalmente por Don Ramón García González. Era privada porque Don Ramon se proponía reunir fondos para construir un hospital para los pobres, que se iba a llamar Casa de los Enfermos de San Salvador. El mismo que es hoy el llamado Hospital Rósales, en honor a Don José Rosales, quien estableció en su testamento que de su dinero debían sufragarse los costos.

En 1950, cuando la lotería ya tenía siete décadas de existir, el gobierno del Coronel Oscar Osorio la atrajo para adscribirla al Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), y años después se le concedió su autonomía. Pero seguía siendo del pueblo y, por lo tanto, cualquier cambio en su ser y existencia debía ser conocido por el congreso de los representantes del pueblo, o sea, los diputados.

Pero cuando se le preguntó a la Asamblea Legislativa la respuesta fue que nunca bukele informó ni pidió permiso de lo que pensaba hacer y había hecho. La entregó simplemente como si se tratara de su propio par de zapatos.

Y se la entregó a una empresa de apuestas de la mafia israelí, en la que se lavan los miles de millones de dólares que genera el crimen organizado internacional en todos los países de la región de Norte, Centroamérica y del Caribe a través de casinos, casas de apuestas, minería, etc.

La empresa israelí que por cierto y no por casualidad aparece mencionada como una de las turbias compañías de los Panama Papers.

¿Cómo es posible que hoy bukele haga lo mismo con los puertos sin que tampoco esta vez lo conozca el congreso?

Pero, lo más grave ¿Cómo es posible que los militares no digan ni pío cuando se trata de un asunto de la mayor gravedad desde el punto de vista de la soberanía y de la seguridad nacional?

En descargo de los congresistas de bukele debo decir que los diputados han demostrado palmariamente que no saben nada acerca de la importancia de los puertos. Eso no me extraña porque algunos ni siquiera saben leer ni les interesan esos asuntos de personas adultas. Supongo que para ellos un puerto es un lugar para bañarse, comer pescado y tomar cerveza.

Pero los militares tienen la obligación de saber la gravedad de la alta traición que significa entregar al extranjero una posición estratégica para la defensa de la soberanía nacional.

¿O estarán coludidos con el turco que ya está infiltrado en casa presidencial?

¿Serán capaces de permitir que se cometa frente a sus narices una traición a la patria esos valientes militares que apalean, torturan y matan a tanto pobre, y violan a sus niñas y a sus mujeres? ¿Serán capaces?

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