El ejercicio del poder represivo

No hay poder humano más grande que el de decidir quien vive y quien muere.


Por: Igor Iván Villalta Sorto*


E n El Salvador cualquier intento democrático en donde las clases populares puedan  sustentar el poder que les permita ser tomados en cuenta en las políticas estatales y tener voz en las grandes decisiones de la república, han sido intentos vanos debido a que el poder oligárquico es el único que domina y controla el poder con mano firme y fuerte.

Con la llegada a la presidencia de Nayib Bukele, con  gran respaldo popular, los oligarcas vieron como se les habrían las puertas a consolidar el estado soñado y deseado. Un estado en donde el ejército y la policía ejercen la represión,  militarizando la sociedad.

Hasta llegar a convertirse, como sucedió en el pasado conflicto bélico, en un ejército de ocupación, esos son los sueños de las clases dominantes de reprimir a toda disidencia política, de acallar a todo aquel medio de expresión popular que recoja el pensar y sentir de un pueblo hambriento, humillado y reprimido.

En fin, el sueño de establecer una dictadura militar como la instaurada de  tiempos del martinato que extrañan y añoran. Lo que no han tomado en cuenta los oligarcas es que el mundo está cambiando a pasos agigantados, que los organismos que defienden los derechos humanos han crecido y se han consolidado y mantienen fuertes vínculos a nivel internacional que no permitirán que esos tiempos vuelvan o se repitan.

En estos momentos de la historia, no pueden llevar a cabo los crimines cometidos por los escuadrones de la muerte en donde llegaban a las casas de las personas y amanecían en las carreteras los cuerpos decapitados y con un rotulo de “traidor” habría que preguntarse: ¿traidor a quién?  ¿a los oligarcas? Debido a que estos son los dueños de la patria y todo aquel que cuestione el poder oligarca es considerado traidor, porque ellos se consideran dueños del país y de la vida de los ciudadanos.

No hay poder humano más grande que él decidir quien vive y quien muere, en este contexto se dieron las grandes masacres en el campo y la ciudad como la masacre contra estudiantes universitarios el 30 de julio, la de El Mozote, la masacre más grande en América Latina en tiempos modernos, la masacre del Calabozo, la del rio Sumpul, la de Santa Marta y tantas otras que se necesitan libros y libros para recoger la memoria que los sectores pudientes y poderosos desean que el ciudadano común olvide o nunca la conozca o reivindique.

Claro en estos tiempos en donde se encuentran tantos organismos o personas pendientes que esas historias no se repitan, que la ciudadanía cuenta con muchos organismos en donde puede acudir y denunciar los atropellos a sus familiares. La represión se enmascara con una capucha legal. Los que ostentan el poder formal saben muy bien que tienen encarcelados a miles de ciudadanos inocentes, que muchos han muerto bajo custodia del estado, sin que este haya dado cuenta de ello, que existe la tortura en los penales y nadie obliga al estado a rinda cuentas de estos delitos.

La dictadura de Bukele se ha caracterizado, como lo señala Enrico Tomaselli hablando del gobierno de Benjamín Netanyahu “parece cada vez más gobernado por los acontecimientos, más que gobernarlos”. En ese caso contamos con un gobierno que trabaja en dos vías un plan financiero neoliberal oligárquico de concentración de poder y capital, que no ha sido propuesto en el famoso “Plan Cuzcatlán” en donde se ofrecían maravillas y lo que en realidad está recibiendo la población es represión, hambre, dolor y muerte.

Para esconder el plan oscuro, que está en plena ejecución, se utiliza la propaganda ofreciendo pan y circo como en tiempos de los romanos, mostrando  a la población  lo que el régimen le interesa que observe y que  no vea el estado profundo, que no tenga plena conciencia como se destruye el estado, de cómo pierde  derechos, de cómo vamos entrando a un estado de cosas realmente catastrófico.

Si tomamos en cuenta el libro de Phillip Zimbardo, El efecto Lucifer,  que particularmente no estoy de acuerdo con el nombre porque eso implica que existe un demonio que se apodera de las personas buenas y las convierte en malas, porque Lucifer se les metió y las poseyó. En política no hay nada al azar; todas las políticas llevan una intencionalidad. El objeto es que personas “normales” ejerzan actos detestables, ejerzan el poder para provocar dolor y someter a los demás, reducir al individuo a una cosa y someterlo a un poder mucho más grande que él, en el que este no tiene otro camino que someterse, ser impotente ante el poder.

Someter nuevamente a la población a un estado de domesticación, el ser humano que no vive por sí mismo, solo existe siendo instrumento del otro, sometiéndose plenamente a la “autoridad”. Se trata de homogeneizar el sadismo. En este mundo en donde el castigo es utilizado como instrumento de sometimiento y obediencia, no para corregir comportamientos que dañen a otros.

*Biólogo investigador

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