Por: MIGUEL BLANDINO.
En 1968 se produjo una película que se conoció en español con el nombre El planeta de los simios. Estaba basada en el guion de Rod Serling (el de Dimension Desconocida, la popular serie de tv.) y de otro guionista, y ambos guiones basados en la novela de ciencia ficción The planet of apes, de Pierre Boulle, de 1963.
En vista del éxito de la primera película, produjeron El regreso al planeta de los simios, en 1970.
Al año siguiente, en El Salvador, salió al aire una canción de Carlos Francisco Aragón, llamada El planeta de los cerdos. Yo no sé si la inspiró aquella novela o las películas, o no, pero supongo que así fue con toda seguridad. La escuchamos todos los adolescentes de ese tiempo y, sin dudar un segundo, entendimos que se refería a nuestra sociedad gobernada por una tiranía asquerosa que vivía en el lodazal para servir a la oligarquía. Cualquier parecido con la actualidad salvadoreña no es ninguna casualidad. Lo único que cambia es el origen nacional de los cerdos, por lo demás, se parecen en todo.
No habían metáforas en la letra, los cerdos eran los gorilas y los gorilas eran los chafarotes y los chafarotes eran los militares y los militares eran los hijos de puta gobernantes.
Aunque el poeta Aragón quiera decir que la poesía y que no sé cuántas cosas, no tiene que dar explicaciones y no tiene que justificarse. Le damos gracias de todo corazón por regalarnos ese himno, aunque el amor del que habla fue lo que nos llevó a la guerra, y eso sí es poesía, si es metáfora, porque el amor al pueblo se demuestra siendo consecuentes hasta el grado de estar dispuesto a matar y morir en el intento por redimirlo.
Y no es vergonzoso reconocer que a uno lo inspiró una película gringa.
Ya Roque lo dijo clarito en un memorable de sus Poemas Clandestinos en el que justifica la poesía de ese tiempo: “y si alguien dice que esta historia es esquemática y sectaria (…) que vaya y coma mierda porque la historia y el poema no son más que la puritita verdá.”
La Banda del Sol nos puso a cantar y a caminar, porque nuestro amor no es contemplativo como el que proponen curas y pastores, sino beligerante como el que nos propuso Jesucristo.
“Estamos dominados por los cerdos disfrazados con armas y garrotes para poder asustar”… decía la canción.
No son cerditos simples hasta saben pensar, saben que no conviene que el hombre vaya a despertar (…) y así nos dan estadios, les gusta vernos jugar…
“Les gusta el maquillaje, el wiski y la maternidad y por los cerdos rubios se dejan impresionar (…) y gritan y prometen, no es más que un blah, blah, blah…
“Ahora está pasando lo que el cerdo no vio, el hombre está cansado de jugar al ratón. Estamos despertando, juntos tenemos que estar.
“Ahora está pasando lo que el cerdo no vio, el hombre está cansado de jugar al ratón, estamos despertando con la luz del amor…”
Así fue, así nos fuimos cantando a asaltar vigilantes nocturnos para quitarles la cachanflaca y cambiar el planeta para acabar con los cerdos.
Todo por una película de los años 60’s de la contracultura gringa.
Extraños son los caminos del Señor. Amén. Por eso hay que andar con los ojos bien abiertos, no sea que nos rompamos el hocico por caminar a ciegas en medio de la oscurana de los cerdos. Hay que abrir bien los ojos y pellizcar a los dormidos.
Este quince de septiembre, todos a la marcha.
La lucha es larga, ¡empecemos ya!
EL PLANETA DE LOS CERDOS
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