La continuidad del régimen político

En la condenación a la vida mínima y del insuficiente salario mínimo a la clase trabajadora


Por: Róger Hernán Gutiérrez*


E stamos ante una de las crisis de subsistencia más graves de la historia. Más de dos millones de personas trabajadores entre—sub ocupados, en la informalidad, obreros, pensionados, trabajadores públicos, en otras palabras, la mayor parte de la población trabajadora y productiva del país, trata de sobrevivir bajo el peso de subidas incesantes, y bajo paliativos poco o nada significantes como los mercados comunitarios sin la base primaria de una agricultura garantizadora de la sustentabilidad y sostenibilidad alimentaria, alta desprotección social (salud, previsión social, vivienda, educación) y por demás otros aspectos como deficiencias en el transporte público, en su cobertura, horarios, pasaje y suficiencia de unidades; y los pesados impuestos que no son devueltos en servicios de mayor cobertura y de bienestar social.

Bajo condiciones de alta inflación, las pérdidas de ingresos reales no se compensan y un sistema fiscal injusto conduce a una gran transferencia de ingresos de la clase trabajadora al capital, de los pobres a los ricos. Dicho de otro modo, la razón más importante de la crisis de subsistencia que padecemos es el enorme aumento de la desigualdad en la distribución, cuestión que claramente el ejercicio Bukele ha ido definiendo en cada decisión política que cuestiona los destinos del país.

Es decir, la clase trabajadora salvadoreña no se está empobreciendo porque no veamos en el país renglones amplios de poder adquisitivo centralizado en zonas de progreso económico exclusivista, con el asentamiento de élites económicas muy reducidas. Lo que demuestra una clara concentración y beneficio de la riqueza en grupos pequeños, que hacen cada vez más pobre a esa población laboral; este proceso de empobrecimiento se está produciendo porque un pequeño grupo de personas está añadiendo beneficios a sus beneficios y riqueza a sus fortunas, y con una clara política comunicacional de alienación y ocultamiento de la realidad.

Todo avalado por el Presidente Bukele y su clan. Toda esa infraestructura y acumulación de fondos públicos, que se construye con altos deterioros y acelerados del medio ambiente, no es para quienes no tienen poder adquisitivo, es para una lógica económica de deterioro mayor en las políticas agrícolas hasta una privatización más voraz y expansiva. No es posible contar aquí en detalle la historia de cómo se ha convertido a la población trabajadora en una lógica de pauperización de vida mínima en todo sentido: ingresos, salarial, de derechos laborales y sindicales, de prestaciones sociales y económicas, del uso de servicios públicos deficientes y escasos.

No obstante, resulta muy importante cómo se ha condenado a la clase trabajadora a un salario mínimo—que se mantiene bajo criterios cerrados y conveniente a intereses empresariales de cierto tipo, hay un silencio sepulcral sobre si se va revisar o no; es claro con la última acción de los diputados cuestionados por el abuso de fondos públicos, que deciden ni siquiera debatir el problema ante una petición de solicitud al ejecutivo (Ministerio de Trabajo) para que aclare la situación de si existe algún proceso o estudio de revisión del salario mínimo, en tanto se han cumplido tres años de haberse modificado—de conformidad a lo que demanda la ley.

A pensiones mínimas, y sobre todo con un sello de desprotección social para esa población trabajadora, que está siendo presionada para dejar su trabajo, destituida para supuestamente dar cabida a población laboral joven, sin garantías de una pensión en una cuantía que llene condiciones de vida a esas edades mayores. Condicionado a una existencia precaria, en definitiva condenado a una vida mínima, sin ingresos, sin ocupación con salario, sin los derechos de ciudadanía para cubrir sus necesidades básicas que no satisfacen el mínimum vital; hay mínimos del mínimo, tal si se tratara de personas humanas diferentes. Con una estrategia de no aumentar el piso, para evitar que se acumulen mayores descontentos sociales por existir mayores brechas de ingresos mayores entre quienes gozan de salario mínimo y quienes subsisten sin cubrir las necesidades mínimas de ingresos.

Lo más importante a rescatar es que el régimen mantiene la condenación a la clase trabajadora al salario mínimo y a la vida mínima por la deficiente organización sindical, debido a que los derechos sindicales están estancados sin una aplicación práctica y cabal de las normas de la OIT y también a que la vida laboral se basa en la oposición férrea de la sindicación en la mínima legislación y práctica. Los obstáculos a los derechos sindicales y la reducción del alcance de la negociación colectiva son la base más sólida de la condena a la vida mínima.

*Sindicalista salvadoreño

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