¿Vamos con rumbo a una sociedad de ateos y agnósticos?

Desinterés de las jóvenes generaciones hacia la religión o cambio de praxis religiosa.


Por: Fabian Acosta Rico*


Q ue la religión es mala y perniciosa es lo que cree el filósofo francés Michel Onfray, y lo explica en su obra Tratado de ateología (2005). Muchos intelectuales piensan igual que él. Sigmund Freud la consideraba una patología colectiva que ha afectado a la humanidad desde tiempos ancestrales.

Karl Marx la veía como «el opio del pueblo» y un instrumento del Estado burgués para mantener enajenadas y dóciles a las masas proletarias. Friedrich Nietzsche anunció primero la muerte de Dios, y con Él también habrían de caer las religiones. El iluminismo cientificista, desde el siglo XIX, estimaba que, con el avance de la ciencia y la tecnología, la religión declinaría en una relación inversamente proporcional.

Las religiones persisten, y regiones como Oriente Medio no parecen declinar ante la cultura moderna. Sin embargo, en otras partes del mundo, las estadísticas frías e imparciales parecen dar la razón a aquellos que anunciaron, hace décadas, el ocaso de los dioses.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México, el número de personas que reportó no seguir ninguna concepción religiosa pasó de 5.3 millones en 2010 a 9.5 millones en 2020, según el Censo de Población y Vivienda. Esto representa un alza del 81.3%, mayor que la de cualquier religión.
La población que más abandona o no se adscribe a ninguna fe religiosa pertenece a la generación Z o centennials, cuyas edades van de los 15 a los 29 años; en ellos, la proporción de descreídos es de tres de cada diez. Les siguen los millennials o generación Y, de entre 30 y 44 años; en ellos, los sin fe religiosa son uno de cada cuatro.

El estado con más ateos o agnósticos es el Estado de México, con algo más de un millón, es decir, el 11% de su población. Le sigue la Ciudad de México con el 9.4%, y luego Chiapas y Baja California con un 7.1% respectivamente, y Veracruz con el 6.4%.

El Censo de Población y Vivienda 2020 muestra que los católicos en México siguen siendo mayoría, representando el 77.7% de la población total. Les siguen los protestantes o cristianos evangélicos con el 11.2%.

Los que se reconocieron como profesantes de una religión no cristiana fueron apenas el 0.2%, y los creyentes sin religión rondaron el 2.5%.

Aunque aún son mayoría en México quienes se encomiendan a una divinidad, el número de escépticos, agnósticos y ateos va en aumento, convirtiéndose en una población considerable.

En las naciones primermundistas, especialmente en Europa, es común el fenómeno de los templos y las iglesias vacías. Los nativos del Viejo Continente están abandonando la religión de sus ancestros masivamente en una o dos generaciones. Por ejemplo, en Estonia, entre el 75 y el 80% de su población se identifica como no religiosa o atea. En Suecia, el porcentaje ronda entre el 60 y el 70%; en Dinamarca, el 60 al 65%; en Noruega, el 60%; y en Francia, el número de ateos alcanza entre el 40 y el 50%. En Alemania, el número de incrédulos también es alto, entre el 40 y el 45%.

En Europa, las mezquitas no sufren por asistencia; los migrantes de África y de Oriente Medio en su mayoría no abandonan sus creencias, y algunos europeos de nacimiento terminan convirtiéndose a la fe de Mahoma. Pero ese es otro tema para otra oportunidad.

Mientras tanto, los jóvenes occidentales, incluidos los mexicanos, son cada vez menos religiosos o lo son a su manera. A diferencia de sus abuelos, que crecieron en un entorno influido por lo sagrado —donde el Ángelus se recitaba puntualmente, paralizando las actividades del pueblo; las señoras rezaban el rosario sin falta; y el reloj de la iglesia sincronizaba los de casa y los personales—, las siguientes generaciones han cambiado el atrio del templo por el centro comercial, el antro, el gimnasio, y más recientemente, su lugar favorito es uno más etéreo, virtual. Ahora definen su existencia en las redes sociales, juegos en línea y plataformas de streaming.

El Dios del cristianismo ha dejado de estar presente en las vidas de los millennials, centennials y de los alfa, pero no así la religión. Con ella, el esoterismo, la magia, la brujería, e incluso la metafísica circulan en los productos culturales del mercado mundial de la religión, donde hay creencias de todo tipo, desde las inveteradas de la New Age hasta las ufológicas y las transhumanistas.

Tal vez estas nuevas creencias que los nativo-digitales profesan con laxitud ya no se consideren religiosas, y por eso, al responder al encuestador, se declaran sin religión o ateos. ¿Quizás para estos jóvenes de la postmodernidad tener fe en Un curso de milagros, en la Dianética, en El libro de Urantia, o en las Leyes de la atracción universal no cuenta como práctica religiosa?

No creo que nos aguarde un futuro de hombres y mujeres descreídos; más bien, avanzamos hacia una nueva religiosidad, una más líquida o postmoderna.

*Universidad de Guadalajara – México

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