Sin Dios, sin Unión y sin Libertad

La realidad nacional está en la más clara negación, de los valores que muestra la bandera nacional: Dios, Unión, Libertad


Por: Edwin Felipe Aldana Aguirre*


G ran parte de la vieja oligarquía fue obligada a mutar por el empuje de la Resistencia que se expresaba en la guerra civil. La terrible vida social y política que vivía la nación salvadoreña, asentada en el poderío de la oligarquía que se basaba en la tierra y desde allí controlaba y aterrorizaba a la nación; manejando los hilos del Estado, las leyes y la imposición cultural de la visión e intereses de los señores; sin olvidar que el ejército y las policías estaban a su servicio, como instrumentos de terror para quienes adversaban su predominio.

De esta mutación surgen los tenderos de nuevo tipo, entre quienes estaban este sector de judíos y musulmanes, que por cierto ya estaban algunos de ellos en el sector comercial. Desde acá se empieza a configurar a esta misma oligarquía que ahora basa su dominio y control desde el sector terciario de la economía: el comercio y los servicios. Los Acuerdos de Paz sustrajeron un tanto del control al ejército y a la nueva policía, ahora con carácter civil. Pero ese terreno nunca dejó de estar en disputa, hasta que finalmente fueron ganados por la vieja oligarquía remozada. Sí, vieja oligarquía remozada. Cómo explicas que este comerciante regala café de su finquita…

Somos un país sin Dios que seguimos exportando gente y no productos. Y que en esa travesía de supervivencia huyendo de este paraíso mueren cientos y cientos de paisanos y niños y niñas que se pierden y jamás son encontrados. Y ahora también huyen de la pobreza y la desesperanza, de la ausencia de un estado de derecho que no les protege…

Un país en donde los jóvenes y no sólo los pobres, ya no podrán tener su propia casa; ya no podrán soñar con un empleo digno y con un salario adecuado. Un país en donde obispos y pastores cristianos babean ante el poder sin ningún atisbo de vergüenza. En donde grandes mayorías desempleadas se rebuscan en el comercio informal para llevar el sustento a su hogar, y ahora son desplazadas del comercio, porque los señores lo quieren todo, y no admiten competencia… Esto no es un país para ellos; seguimos siendo una finca sin ley y sin moral. La Unión sólo vendrá de los verdaderos patriotas, que, teniendo la capacidad de ver la diversidad como una riqueza, puedan pensar en la felicidad de todos y todas, según sus necesidades. De la oligarquía jamás se puede esperar unión, a menos no la unión que precisa la nación, sino que, la unión de sus intereses mezquinos y traicioneros.
Y por último quiero recordarles que, en la fincona, los únicos que deciden, que pueden optar y que hacen lo que se les da la gana, son los “dueños de la finca”. Y precisamente, en esa capacidad de optar y como lo marca la tradición bíblica del libre Albedrío, no se tiene esa libertad propia de nuestra naturaleza y decisión de Dios. Dios nos hace libres, pero ni eso podemos ejercer. Y entonces, la lucha por la libertad pasa por mostrar que no somos una finca, que no somos propiedad de nadie, que somos personas dignas con principios y valores, y que la tarea de construir un Estado de Derecho para esta nación sigue su marcha.

El engaño tiene los días contados.

*Investigador y Docente universitario

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