A alguien le hace falta una guerra

Quienes manejan al Partido Demócrata de EEUU desestimaron seguir con el candidato presidencial y cuando se echó a andar oficialmente la campaña lo defenestraron (a Joseph Biden,) y ungieron candidata a Kamala Harris, vicepresidenta del país.


Por: Rubén Montedónico


C on Kamala -pasaron a llamarla por su nombre de pila- se rejuveneció la candidatura (pocos apostaban al geronte Biden) y se produjeron hechos “milagrosos”: aportes millonarios e inclusive las manifestaciones casi unánimes de apoyo a la postulación en una convención que supuestamente la nominó.

Recuerdo que ante el cambio y los primeros sucesos de los mismos escribí lo que creí -y creo- principal: “La misma perra con distinto collar” al situarme en la esquina del latinoamericano que padece el dominio imperial, el capitalismo y las diferentes corrientes que lo animan. Si hubiese tomado en cuenta las diferencia para los posibles votantes entre demócratas y republicanos -a pesar de ser dos expresiones del mismo sistema- es probable que el título de la nota fuese diferente, aunque en el fondo seguiría pensando igual.

Recuerdo que a pesar de ser la primera economía del mundo, EEUU tiene un déficit fiscal equivalente a 122% del PIB, el cual crece a ritmo promedio de 6% anual, aunque también tengo en consideración que las preocupaciones mayores de sus habitantes son la inflación (en especial las rentas) y el empleo (desempleo). Ninguno de los temas aludidos es tratado por la candidata; tampoco por su adversario: Donald Trump.

Se considera a la acomodaticia Kamala como del “ala izquierda” de su partido, aunque no me parece que prometa cosas diferentes a las que se conocen de la administración Biden. Los demócratas y su candidata postulan un incremento, como gasto gubernamental para 2025-2028, de 1,7 billones de dólares (estos no consideran el aumento del presupuesto de la Defensa). Sin determinar el porcentaje, proponen incrementar la fiscalidad de ganancias anuales superiores a un millón de dólares (actualmente el impuesto es de 28%). Asimismo, se habla de continuar y reforzar las políticas antinflacionarias que estén asociadas a la transición energética y a reducir las emisiones de carbono.

Por otra parte, se destaca que destinarían fondos para un mayor control fronterizo de la migración y se expandirían las capacidades tribunalicias en el tema de los extranjeros que penetran por la frontera sur. En los capítulos destinados a salud y educación hacen hincapié en la escolarización de preprimaria, al igual que destinar ciertas cantidades a universidades comunitarias y ampliar los créditos fiscales para cuidados de salud. Mención particular se hace de las eventuales condonaciones (totales o parciales) de deudas estudiantiles.

Por supuesto, el programa republicano, del mercachifle Trump, confronta con el que defiende Kamala. Desde el Ejecutivo se implementaría un porcentaje de 10% a importaciones que, si son de China Popular, subirían al 60%. En cuanto a las leyes antinflacionarias, sobreviviría sólo la aplicable a algunos fármacos. Tienen un plan de subsidios a los agricultores, al tiempo que en materia impositiva se dice que buscarán que las personas no aporten más de 10% y las empresas el 15%. Pero donde aparecen las más notorias diferencias es en el ahorro compulsivo del presupuesto sobre cambio climático y la búsqueda de energías limpias, al tiempo de promover la extracción de más petróleo y gas (así sea mediante “fracking”).

En cuanto a migración y presupuesto militar, los republicanos son tan imprecisos como sus adversarios: quizá Trump sea más directo sobre deportaciones y afirma que la partida militar se incrementará (ya se sabe).

Con la “novedad Kamala” muchas encuestas vieron a la demócrata acercarse al republicano, empatarlo y hasta rebasarlo. Pero desde hace unos días, sin mayores explicaciones, Trump está otra vez en punta. Coincide esto con el pedido (al cual la mayoría accede) de Zelensky que los misiles que le cedió la OTAN puedan ser lanzados al interior de Rusia. Todo el aquelarre que los hechos suscitan reabrieron la posibilidad que se hable por seguidores del conflicto y analistas sobre una posible guerra nuclear generalizada.

Es mi impresión que, además de los ucranianos que combaten y mueren, Zelensky (le ordenaron no firmar la paz en marzo/abril de 2022) necesita una guerra para quedarse en el poder. Algo parecido con Netanyahu. Aceptará lo que le manden y pidan, incluidos misiles con ojivas nucleares. La inteligencia de datos ya la tiene: se la proporcionan EEUU, Inglaterra y el resto de la OTAN.

Sin embargo, creo que quienes más precisan ampliar la guerra son los demócratas: pagaron políticamente el fracaso de décadas en Afganistán para terminar retirándose y dando paso al gobierno de los adversarios talibanes; fueron incapaces de morigerar a Israel y Netanyahu en su raid de muertes en Gaza; no consiguen reducir significativamente la potencia rusa en el conflicto que inventó la OTAN y que le salió mal. La administración Biden será recordada porque sintonizó con el “descubrimiento” de que China es una potencia; la conciencia que Occidente declina: que Europa puede que desaparezca como competencia comercial de EEUU, pero sin ella también; y que los BRICS o cualquier asociación similar de países del Tercer Mundo (actualmente el Sur Global), puede hacerles mella.

Hoy, a poco de los comicios, una nueva guerra o un amago de ella, piensan que puede torcer el destino electoral de EEUU; de un país que cree que aún puede mandar pese a su evidente declive; que puede ofrecer un mejor “traje” a sus representantes en unas no previsibles conversaciones de paz. La mesa -cuando se establezca- tendrá dos partes principales: un lado con Rusia (no interesada, salvo obligación, en usar el arma nuclear (táctica o general), y Zelensky o alguien que hable como ucraniano pero recite el libreto anglosajón de la OTAN. Hay que pensar en Rusia y en cómo quedaría tras un ataque atómico la mayor central del mundo (Zaporizhia) y el territorio habitado por prorrusos que ya ocupa: yermo todo el campo de Dombás.

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