El papel político de las iglesias

En mi generación la gente era muy dada a tener fuertes creencias religiosas y, más aún, si nos fijábamos en nuestros mayores. Casi todo mundo, en la casa, en la escuela, donde fuera, era católico. De hecho, en El Salvador de mi niñez, arriba del 90% profesaban la fe católica y el resto estaba repartido entre diferentes denominaciones de la vieja Europa y gringas y, un minúsculo resabio de religiones precolombinas. Los que se reconocían ateos eran casi inexistentes.


Por: Miguel Blandino


D esde finales del siglo XIX se trazó una frontera entre la Iglesia y el Estado y se prohibió la utilización del púlpito como palestra de la actividad política y la participación de los ministros religiosos en la política pública. De ese modo, los curas y monjas limitaron su labor principal al seno de los templos, conventos y escuelas que administraban. Y solo para cuestiones del culto o educativas.

Pero, cien años después, la embajada gringa financió la creación y desarrollo de centenares de agrupaciones y, en la actualidad, juntas todas ellas representan la mitad de la población nacional que tiene una vida activa dentro de alguna iglesia. La iglesia dirigida desde el Vaticano ha perdido la mitad de sus fieles seguidores. Y mucho del sentido de comunidad que promovían algunas de sus corrientes se ha desvanecido y difuminado con el tiempo.

Por el lado de las congregaciones dirigidas desde Washington, todas las iglesias financiadas por la “embassy” tienen por norma la promoción del individualismo extremo puesto que la salvación del alma es individual. Nada pueden hacer los demás para evitar la condenación eterna del que es pecador y desobediente de la ley que predica el líder religioso. Por ejemplo, una cuestión de fe es la creencia de que su dios es israelí. Poner en duda de que Israel es el pueblo de dios viene a ser un pecado capital merecedor del último de los infiernos.

Es importante decir que esa mitad de la población sigue de forma disciplinada y obediente las normas que establece el líder inmediato de su iglesia, el pastor.

Por el contrario, los que se reconocen como católicos se dividen entre unos que dicen serlo, pero no tienen vida religiosa activa y los que sí cumplen con respeto lo que establecen las normas, asistiendo regularmente al culto.

Dentro de este último grupo, unos llevan una vida religiosa de ultratumba, es decir, alejados de la realidad del mundo vital y con la mente puesta exclusivamente en la salvación de su alma; otros creen que la vida religiosa implica un compromiso con el prójimo y, por ello, se involucran en asuntos públicos; y, otros, son rabiosamente anti comunistas y firmes defensores de gobiernos de ultraderecha, como el actual.

La religión como cadena para mantener esclavizado al pueblo por la vía más potente, la vía ideológica, se ha revitalizado con gran fuerza y a toda velocidad en los últimos tiempos. Desde la firma de los Acuerdos de Paz, concretamente.

Sin embargo, yo, desde mi ateísmo, veo que las iglesias como fenómeno decisivo en la vida social y política de mi país han retomado el papel que tenían en los tiempos del esclavismo y del feudalismo. Están en el centro de la política de control social. Puestas al servicio del gran capital.

Nada de lo que ocurre en El Salvador está sucediendo por pura generación espontánea. Hay un plan estratégico para impedir que vuelva a suceder que el pueblo se organice y luche.

Y, como decían los viejos en mis años de infancia “el diablo es el rey de la mentira y para dominar riega la idea de su propia inexistencia”. Es decir, cuando se impone la idea de que bukele no tiene plan y actúa sobre la base de puras ocurrencias y locuras, lo que pasa es que el plan estratégico de sus amos está en plena marcha y agarrando velocidad.

Las iglesias son el lubricante del motor de la derecha para el control social.

Pero, por si las moscas, una vez más, el presupuesto general de la Nación trae nuevos incrementos para el ministerio de defensa. Si falla la convicción, tiene la represión.

Los tres estamentos de los estadios primitivos han vuelto: el rey y la nobleza, como estamento concentrador de la riqueza; la iglesia y el ejército.

A veces dicen que El Salvador ha retrocedido cuarenta años. Me parece que ha regresado al pasado más remoto.

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